
Solo queda una semana de campaña antes de que comience la veda para las elecciones legislativas del 26 de octubre, y el oficialismo despliega su última estrategia en dos frentes: por un lado, presentar al presidente Javier Milei como único protagonista de una narrativa de cambio; por otro, intentar contener los daños estructurales que le provoca su desgaste político y el fallido viaje a Washington.
Quedó lejos aquel eslogan oficialista de “La libertad arrasa”. Hoy, en la Casa Rosada predomina el realismo: el gobierno de Javier Milei entra en la recta final de la campaña con encuestas adversas, una economía que no muestra señales de alivio y la sensación de que el voto bronca de 2023 se transformó en desconfianza. A diez días de las elecciones legislativas, el oficialismo ajusta el libreto y apuesta todo a la imagen del propio Presidente.
La campaña de La Libertad Avanza tiene confirmada la visita de Milei durante este fin de semana a Santiago del Estero y Tucumán, a la que se sumarán más provincias como Córdoba y Santa Fe. También habrá apariciones en el conurbano bonaerense, aunque se procura evitar los tropiezos de la última campaña.
En este tramo decisivo, la Casa Rosada convoca reuniones estratégicas con su mesa política nacional (Karina Milei, Santiago Caputo, Guillermo Francos, Manuel Adorni) para afinar discursos, itinerarios y ajustes de campaña.
La campaña también apunta a distritos clave para el Senado y a capitalizar caídas del peronismo. En paralelo, el oficialismo busca darle impulso a sus candidatos locales con el respaldo posterior de la figura presidencial.
Pero el bastión estratégico es la provincia de Buenos Aires: tras la traumática salida de José Luis Espert de la candidatura —y la imposibilidad de reimprimir las boletas para reemplazar su rostro—, el oficialismo y del PRO tuvieron una buena noticias de la Cámara Nacional electoral que autorizó que los afiches provinciales lleven la cara de Diego Santilli para reducir confusión en el electorado.
Las expectativas de gobierno y su apuesta al relato internacional
En el Gobierno confían en que el respaldo de Estados Unidos –con su promesa de un rescate económico y la intervención del Tesoro en el tipo de cambio– pueda traducirse en un efecto reasegurador para los mercados y la opinión pública. Los pronósticos internos aspiran incluso a que esa ayuda financiera “condicionada” despierte un “factor Trump” que sume votos o reduzca el pesimismo hacia la gestión.
Pero las encuestas no le son favorables: el oficialismo arrastra una caída de imagen, especialmente fuera de los distritos tradicionales. En el terreno real, el gobierno sabe que no podrá revertir en pocas semanas todas las críticas por ajuste, escándalos de corrupción en su entorno y fallas en la promesa de recuperación económica.
Así, las expectativas se limitan a aspirar a mantener un piso de votantes leales, apuntalar el nervio electoral en distritos vulnerables y contener el desgaste frente a una oposición que detecta grietas para avanzar.
La publicación de un rescate por 20.000 millones de dólares y la compra de pesos por parte del Tesoro estadounidense ya visibilizan que hay apuestas financieras fuertes detrás. Pero el condicionamiento explícito de Trump —vinculando su ayuda con la victoria electoral de Milei— introduce un factor de presión política adicional.