
Diego Santilli puso a los gobernadores en jaque. Es que, aun cuando no había sido formalizado como ministro del Interior, inició una ronda de reuniones por la que ya pasaron la mayoría de los mandatarios provinciales: el problema para ellos fue que si decían que no, se rebelaban ante el Gobierno en esta segunda etapa de gestión, pero al decir que sí, le regalaban la foto que el oficialismo busca. La imagen se traduce como un apoyo para el presupuesto y las reformas. Todo ganancia para la Casa Rosada.
El flamante ministro empezó por los dialoguistas, pero incluso va a ver a su territorio a gobernadores de Unión por la Patria. Metió la cuchara en la oposición para intentar conseguir más apoyo político. Del otro lado, la ilusión de recibir obras o ser escuchados por las demandas que arrastran desde hace años, los obliga a abrirle la puerta al nuevo funcionario. Aunque Santilli ya les avisó: “Sé que todos tienen reclamos, pero la agenda la impone Javier Milei”, les dice.
Agenda cargada. Santilli todavía no había jurado como ministro y ya se había encontrado con varios gobernadores: Marcelo Orrego (San Juan), Martín Llaryora (Córdoba), Ignacio Torres (Chubut) y Raúl Jalil (Catamarca), quien en el encuentro le confirmó que rompía con el bloque de Fuerza Patria.
Tras jurar, inició formalmente una gira federal que lo llevó a recorrer, sobre todo, territorios aliados. Empezó por Entre Ríos, donde estuvo con Rogelio Frigerio. Luego fue a Mendoza, fue recibido por Alfredo Cornejo, y tuvo una cumbre con gobernadores de provincias mineras. Al día siguiente estuvo en Neuquén, con Rolando Figueroa. En el medio, peregrinaron por Casa Rosada algunos mandatarios más.
El problema para los gobernadores es que ninguno salió de la reunión muy convencido de que el panorama cambie drásticamente. “Con Guillermo Francos también teníamos muy buen diálogo, pero no se solucionaron nuestros problemas. Él nos escuchaba, pero al final la decisión la tomaban Milei y compañía. Las obras paradas y las deudas de Nación siguen ahí”, dicen cerca de un gobernador que ya tuvo su momento con Santilli.
Hay otros mandatarios que fueron un poco más cautos. Maximiliano Pullaro (Santa Fe) esperó para reunirse con el flamante ministro. En las últimas horas confirmó que están armando el encuentro, pero hasta entonces miraba expectante lo que sucedía con los demás gobernadores: no quería prestarse para la foto sin que se atienda alguno de los numerosos reclamos que su provincia acumula en Casa Rosada. De todas maneras, no está seguro de si su estrategia surtió algún efecto.
Antagonistas. Del otro lado del muro político quedaron los cuatro gobernadores que ni siquiera fueron invitados al primer encuentro postelecciones de Casa Rosada y que, por supuesto, tampoco tienen lugar en la agenda del ministro del Interior. Encabezados por Axel Kicillof (Buenos Aires), están Gildo Insfrán (Formosa), Ricardo Quintela (La Rioja) y Gustavo Melella (Tierra del Fuego).
El portavoz de la disputa fue un funcionario de extrema confianza del gobernador bonaerense, Carlos Bianco. Su ministro de Gobierno publicó que había pedido una reunión formal con Santilli para “reclamar los fondos que el Gobierno nacional le quitó a los bonaerenses y retomar la ejecución de las 1.000 obras que dejaron abandonadas”. El flamante funcionario de Milei le contestó con ironía: “Dale Carli, tomo nota”.
Después de eso, Santilli le apuntó a Kicillof: “No adheriste al Pacto de Mayo, al RIGI, ni a la Ley de Reiterancia. ¿Y te autopercibís excluido? No escribas una cosa en Twitter y hagas otra en público. ¿Acaso le tenés que pedir permiso a Cristina Kirchner?”, lo desafió. La relación sigue mal.
El mayor daño que Santilli podría provocarle al peronismo es si logra convencer al santiagueño Gerardo Zamora, un histórico aliado de Cristina, de que rompa con el bloque del PJ. El viernes 21, tras el cierre de esta edición, el ministro desembarcaba en su provincia.
Muy activo en sus primeras semanas al frente del ministerio, Santilli suma acuerdos políticos que en Casa Rosada celebran. Su problema será el desgaste: si los mandatarios provinciales no ven resuelto ninguno de sus reclamos, el apoyo comenzará a diluirse.
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