
En febrero de este año se empezó a gestar uno de los movimientos más estratégicos de la política exterior argentina. El 12 de febrero, a pedido de Santiago Caputo, la SIDE suscribió un contrato con la consultora de lobby Tactic Global, dirigida por el norteamericano Barry Bennett y el argentino Leonardo Scatturice. En ese momento la firma todavía no figuraba registrada ante el Departamento de Justicia de Estados Unidos -su inscripción llegaría recién en mayo-, pero ya actuaba como agente de intereses extranjeros y también estaba contratada por el gobierno de Vietnam.
El acuerdo con la SIDE coincidió con un acercamiento sin precedentes entre Milei y el trumpismo. Diez días después, el 22 de febrero, Milei pudo saludar a Trump en la convención de la CPAC, el congreso anual de la derecha norteamericana. Fue el primer contacto público que selló una relación política que pronto se transformaría en un puente operativo entre Buenos Aires y Washington.
El 25 de marzo, Bennett aterrizó en la Casa Rosada y se reunió con Santiago Caputo. Se habló de “cooperación económica y comercial”, aunque la visita también respondía a la necesidad del gobierno de Milei de conseguir oxígeno financiero y respaldo político externo en medio del ajuste y la crisis social.
Menos de un mes después, el 14 de abril, llegó a Buenos Aires el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent. Paralelamente viajó el inversor Rob Citrone, que arribó en el avión de Scatturice junto a la comitiva de Tactic para acompañarlo en la reunión con el presidente Milei. Discovery Capital, el fondo de Citrone, no es solo un inversor relevante para Argentina; es además un cliente importante de la consultora de Scatturice y Bennett.
El 4 de mayo, el ex presidente estadounidense envió un emisario para negociar el esquema de aranceles con Argentina. Washington buscaba garantizar condiciones preferenciales para sus empresas y, a cambio, ofrecía apoyo diplomático y un eventual alivio financiero. Un mes después, el 4 de junio, Bennett regresó al país para avanzar en los pormenores. Pocos días más tarde, el 11 de junio, una foto lo mostró junto a Scatturice y Trump: la consagración pública de una alianza de negocios y poder.
El 28 de julio, ambos operadores celebraron el anuncio de un acuerdo para el Visa Waiver, el programa que exonera de visado a ciudadanos de países aliados de Estados Unidos. Al día siguiente, Bennett lo festejó en su cuenta de la red social X: “Pasar a viajar sin visa con Argentina es una gran declaración de amistad entre nuestros países. ¡Milei va por otro gran triunfo!”.
El 1° de agosto, el gobierno norteamericano impuso un arancel del 10 por ciento a las exportaciones argentinas, aunque dejó abierta la negociación para exceptuar un centenar de productos.
El 16 de septiembre, Bennett volvió a aparecer en la CPAC de Paraguay, donde compartió escenario con referentes libertarios de la región y operadores del entorno de Milei. El encuentro fue clave: el presidente argentino llegaba golpeado por una derrota electoral y allí Bennett se comprometió a gestionar una reunión con Trump. Cuatro días después, el 20 de septiembre, la Presidencia argentina anunció que el encuentro con Trump se concretaría el 23 de septiembre en Nueva York, durante la Asamblea General de la ONU. Fue otra demostración de la capacidad de gestión de Bennett. Tras el encuentro, el lobbista escribió en X: “Mal día para el socialismo argentino que se esforzó por desplomar la moneda. La libertad es a largo plazo. ¡Gracias, presidente Trump!”.
En octubre, el intercambio se aceleró. El 7 de ese mes, Bennett llegó al país en el avión de Scatturice, aquel jet que había quedado envuelto en la polémica por el viaje de su socia Laura Arrieta, quien entró al país sin que se revisara su equipaje. Se quedó hasta el 13 en Buenos Aires.