Sábado, 4 de octubre de 2025   |   Nacionales

Espert y Karina, prácticamente lo mismo

Espert y Karina, prácticamente lo mismo

En A Theory of Cognitive Dissonance, Leon Festinger escribió en 1957: “La existencia de una disonancia cognitiva es tan incómoda que las personas se ven obligadas a reducirla del mismo modo que reducirían el hambre o la sed”.

Tal vez por eso el jefe de Gabinete, Guillermo Francos; la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich; y el vocero presidencial, Manuel Adorni, reclamaron públicamente a José Luis Espert que diera explicaciones por las acusaciones de corrupción que lo alcanzan, mientras no hicieron—ni hacen—lo mismo con Karina Milei frente a la avalancha de denuncias: cobro de candidaturas y de accesos a Milei, $Libra, o el ya célebre 3% de mayor sobreprecio sobre remedios para discapacitados. Espert no está siendo (aún) juzgado en ningún tribunal argentino, mientras que la secretaria general de la Presidencia sí enfrenta investigaciones y se niega repetidamente a presentarse ante la comisión del Congreso que la indaga.

La inhibición a mencionarla (“de eso no se habla”) se explica porque, si Karina Milei fuera obligada a dar explicaciones, todo el Gobierno se derrumbaría por la relación simbiótica que mantiene con su hermano, el presidente. Con José Luis Espert, Javier Milei también tiene una relación que trasciende la mera lógica: probablemente se trate de una simbiosis ideológica, de formas y de vínculos (el abogado del Presidente es el mismo que el del narcotraficante de Espert), lo que deja abierta la sospecha sobre cómo se obtiene dinero en y con la política, además de la posibilidad de secretos compartidos que los involucran a ambos y que podrían sellar un pacto de silencio mutuo.

Quien no participa de ese pacto es alguien del mismo espacio del liberalismo económico: Carlos Maslatón, que conoce los indicios de las aventuras políticas de Espert y Milei. Ayer en el programa de las mañanas de Perfil dijo, refiriéndose primero a Espert, luego a Karina y por último al propio Javier Milei: “Es un caso de alguien que estuvo siempre alejada del poder, que quiso tener dinero, que no tuvo, o que no tuvo lo suficiente, porque tampoco venía de una familia pobre, y que en las primeras andanzas en política dijo: ‘Les voy a cobrar las entrevistas, la foto, voy a vender influencias y, si puedo, darme una estafa tipo Libra, y cobro coimas por todo’. Karina y Milei se encontraron con el poder y con la posibilidad de robar. Y en esto estamos ahora”.

Agregó: “Creo que, si bien probablemente en 2015 Milei no pensaba que esto era así porque no sabía cómo era la política, y no sabía cómo era la política corrupta de un país como Argentina, probablemente cuando vio esto en la práctica dijo: ‘Ah, qué bueno, podemos robar y no se entera nadie, porque nosotros además cubrimos nuestros delitos respecto de la malversación de fondos públicos o las estafas paralelas que hacemos siendo gobernantes. Lo encubrimos diciendo que los que estaban antes eran todos chorros y corruptos, y es la corrupción. Como yo digo, eso me lo van a creer, y tengo impunidad para robar’. Este es el esquema que se ha dado en Milei y Karina a partir del año 2022. Indudablemente, a partir de ese momento vieron que era así la política y se dijeron a sí mismos: ‘Nosotros queremos ser esto’”.

Vale la pena ver la entrevista audiovisual completa, donde además Maslatón relata la valija con treinta fajos de 10 mil dólares que en 2020, según su versión, le llevó Espert a Milei para que bajara su candidatura a diputado en la Ciudad de Buenos Aires y no le restara votos al PRO.

Maslatón, en síntesis, sostiene que Espert y Karina Milei son lo mismo; incluso afirma que Karina los supera: ella sería, “por excelencia el caso máximo” de quienes hacen política persiguiendo un beneficio económico personal, en contraste con la “ceguera paradigmática” de Francos, Bullrich y Adorni, que no alcanzan a percibirlo. Festinger sostenía que, cuando el individuo detecta “una fractura en la coherencia de su sistema mental, esa fractura genera malestar” y que, “cuando hay disonancia, además de intentar reducirla, la persona tenderá a evitar activamente las situaciones y la información que podrían aumentarla”.

Si Javier Milei asiste a la reunión con el presidente de Estados Unidos, el ministro de Economía y el canciller norteamericano, junto a la contraparte de sus equivalentes —Werthein y Caputo—, Karina Milei no sería solo la secretaria general de la Presidencia sino, junto a su hermano, la cabeza del Gobierno. ¿Qué podrían hacer Francos, Bullrich y Adorni si quieren seguir en el Ejecutivo?

Eso lo percibieron los agentes económicos que, más allá del apoyo inicial del Fondo Monetario Internacional y ahora de los anuncios de ayuda del Tesoro norteamericano, siguen desconfiando del futuro del Gobierno: entienden que el “riesgo kuka”, como lo llaman peyorativamente, es menor que el riesgo Milei por la entropía que genera la propia pareja Javier-Karina. Recordemos que, en termodinámica, la entropía de cualquier sistema aislado tiende a aumentar y nunca a disminuir, por lo que esos sistemas “evolucionan naturalmente hacia estados de mayor desorden”.

El sistema Javier-Karina no puede terminar bien, y el caso Espert sería apenas la punta del iceberg; $Libra, Spagnuolo y el abogado de Milei, que a la vez defiende al narcotraficante de Espert, serían los primeros síntomas visibles de un desequilibrio irreversible. Desde el inicio de su mandato —y habiendo recomendado antes que no se lo votara— PERFIL y esta columna sostienen que el problema de un gobierno como el actual no reside solo en el siempre discutible campo de las ideas, sino en la anormalidad misma de la génesis de su estructura.

Que durante casi dos años, desde que fue elegido en octubre de 2023, personas inteligentes hayan fingido demencia frente al desorden perceptible de esa estructura se explica con la teoría de la disonancia cognitiva, pilar de la psicología social, que opera como mecanismo de defensa para preservar la integridad del yo.

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