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Domingo, 2 de noviembre de 2025

Espejismo mileísta, ferocidad peronista | Perfil

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Espejismo mileísta, ferocidad peronista | Perfil

Tal como coincidían en reclamar desde la Casa Blanca hasta el círculo rojo vernáculo, tras la contundente victoria electoral del domingo 26 el Gobierno buscó mostrarse en una dinámica más acuerdista para acelerar la ejecutividad. Y lograr las reformas ansiadas y/o pedidas.

En los últimos tiempos, salvo el equipo económico de Luis “Toto” Caputo semiinstalado en Washington para conseguir el auxilio del Tesoro norteamericano, la administración de Javier Milei lucía ralentizada.

El desgaste de la gestión, los casos de irregularidades (Discapacidad, Espert), las disputas internas a cielo abierto y los vaivenes de la campaña (que incluyó el cachetazo bonaerense del 7S) hicieron un inestimable aporte al laberinto libertario.

La dulzura del triunfo legislativo pareció obrar el efecto mágico de convertir la calabaza en carroza. El Presidente resistió la tentación de dedicarles el triunfo a los mandriles, a las ratas y a los ensobrados. Agradeció sin diferencias a todo su gabinete, incluso a Gerardo Werthein, que había pegado el portazo en la Cancillería. E invitó a abrir una nueva etapa de diálogo y entendimiento con la inmensa mayoría de los gobernadores, a los que dejó de acusar de extorsionadores o destructivos.

El hechizo perduró y alumbró un inédito encuentro de Milei y todos sus ministros con una veintena de mandatarios provinciales, el jueves 30. Solo no fueron invitados cuatro identificados con la línea dura del peronismo, Axel Kicillof entre ellos. Los límites de la magia.

Hubo fotos y videos del Presidente en los que saludaba con suma amabilidad –y en algunos casos, con afecto– a cada gobernador, vicegobernadora y funcionario de su gabinete. Entre los receptores propios del cariño presidencial figuraron de Martín Menem a Santiago Caputo, enemigos íntimos.

Con esas ondas de amor y paz, Nación y provincias encararon protocolarmente el inicio del diálogo para avanzar en el Congreso con el Presupuesto 2026 (el primero que intentará aprobar el mileísmo) y las reformas tributarias y laborales. Según cuentan varios de los presentes, de los cambios en el sistema previsional no se habló.

Con máxima diplomacia, los representantes provinciales plantearon sus inquietudes sobre el reparto del impuesto a los combustibles y el panorama de la obra pública nacional. De hecho, Milei le preguntó al salteño Gustavo Sáenz si se había reactivado el trabajo en una ruta, como había reclamado, a sabiendas de la respuesta afirmativa.

Semejante concordia se cocinó a fuego máximo con los resultados en las urnas. En ciertos casos, gracias al éxito de la alianza que LLA estableció con oficialismos que aseguraron una amplia diferencia (CABA, Entre Ríos, Mendoza, San Luis). En otros, con amigables a quienes vencieron o terminaron parejos (Chubut, Río Negro, Neuquén, Santa Fe, Córdoba, Misiones, Salta, Jujuy). O con quienes derrotaron a las listas violetas pero tienen cercanía con la Casa Rosada (Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca). La rara avis fue el pampeano Sergio Ziliotto, triunfador por escaso margen pero que hasta ahora se enrolaba en el peronismo áspero.

De la inusitada fraternidad ya habían dado cuenta voceros oficiales, al comentar la reunión evaluatoria del lunes del comando de la campaña libertaria. Nada de karinistas vs. caputistas. Todo era armonía y felicidad.

Algo similar se vio el martes, en la ceremonia de asunción de Pablo Quirno como nuevo canciller. Ahí se los vio a los abrazos a Eduardo “Lule” Menem y al todavía asesor Caputo. Qué lindo que la gente se quiera.

La sobreactuación incluyó la descontada salida de Guillermo Francos. El jefe de Gabinete acumulaba operaciones y cruces hasta públicos con el joven Caputo, pero en las últimas semanas recibió fuego amigo del área de la hermanísima Karina, desde donde se propició su reemplazo por Manuel Adorni para sorpresa de nadie. ¿No era que iba a asumir como legislador porteño?

Horadado por las intrigas, Francos desnudó con elegancia el desencanto ante el despoder sufrido. La partida abarca también a gran parte de la estructura de la Jefatura. Ya renunció el ministro del Interior, Lisandro Catalán, y en el Gobierno dan por hecho los alejamientos forzados de Daniel Scioli (Deportes y Turismo), José Luis Vila (Estrategia e Inteligencia) y Daniel Tillard (Banco Nación), entre otros “guillermistas”.

El Ministerio del Interior cambiaría de nombre y de atribuciones, sumando injerencia en obras públicas y transporte, por ejemplo. Se lo llamaría Ministerio de Gobierno y lo encabezaría Santiago Caputo. ¿Será cierto? ¿Es la manera que encuentra Milei para tratar de zanjar las disputas entre la hermanísima y el todavía estratega monotributista? Manda Karina y Caputo se somete a lo que digan los Menem y Adorni. ¿Rendición celestial bajo las mieles triunfalistas?

Más allá de lo que pueda extenderse este espejismo de concordia y buenos modales libertarios a partir de la consolidación de su poder en los votos, vale la pena interrogarse acerca de si un mileísmo sin conflicto no deja de ser mileísmo. Aunque le convenga, ¿Milei podría, sabría o querría mostrarse conciliador?

Además de sentirse envuelto en este halo empalagoso, el Gobierno disfruta el feroz y previsible pase de facturas en el que se sumergió el peronismo. El epicentro fue la provincia de Buenos Aires, una vez que quedó consagrada que la lista libertaria (con la cara de Espert pero Diego Santilli como primer candidato) revertía la derrota de septiembre.

Habían pasado apenas unas horas de los resultados cuando la camporista Mayra Mendoza ya empezaba a limar a Kicillof por haber desdoblado los comicios. Más voces se fueron sumando a esos cuestionamientos que nunca se acallaron, siquiera a partir del 7S. Y el viernes se sumó Cristina Fernández de Kirchner, la principal opositora a la idea del gobernador de adelantar.

Desde la (in)comodidad de su prisión domiciliaria, CFK responsabilizó a Kicillof por la derrota, al haber fallado en la estrategia electoral. Al mismo tiempo que ensalzaba que, salvo él, el resto de los mandatarios peronistas habían vencido en sus distritos. Y alertó: “Se viene una fuerte ofensiva para tratar de romper el peronismo”.

Resulta cuanto menos curioso el aviso: tal vez nadie esté haciendo más que la expresidenta para dividir a la principal fuerza opositora.

Respaldado por los intendentes, Kicillof evitó escalar las hostilidades, que tienen el inevitable destino de la ruptura. “Los argumentos de Cristina no sorprenden y son desmentidos por la realidad, ya que la estrategia de septiembre funcionó y la de octubre, no. No solo en PBA, sino en todo el país”, replicaron en la Gobernación.

Esa guerra autodestructiva absorbe la atención peronista y obtura cualquier debate profundo acerca de una actualización de propuestas para erigirse en una alternativa que supere lo testimonial. Hits del pasado con olor a naftalina y a espaldas de nuevas demandas sociales. Y funcionales a Milei. Que celebra.

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