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Sábado, 20 de julio de 2019

Entre Ríos debate el modelo agroindustrial de la Argentina

Entre Ríos debate el modelo agroindustrial de la Argentina

En la provincia de Entre Ríos rige unamparo que aleja de las escuelas rurales (como ya está establecido de lospueblos) las pulverizaciones con los productos químicos que se echan en loscultivos, principalmente de soja, maíz, girasol, trigo, algodón y muchas de lasfrutas y verduras que los habitantes de Argentina consumen a diario. Lasaplicaciones sobre, especialmente, los sembradíos de semillas genéticamentemodificadas se realizan desde el aire a través de avionetas, o por tierra, através de unos tractorcitos con alas largas (llamados mosquitos) o con mochilaen las espaldas de la o el trabajador. El amparo al que dio lugar el SupremoTribunal de Justicia de la provincia aleja a las primeras a 3 mil metros dedistancia y a las segundas, a mil.

Foro

Está nublado y frío, es 27 de junio alas 8.30 de la mañana y más de 300 personas entran a la Municipalidad deGualeguaychú, sede del tercer Foro de Agroecología de la provincia, el espacioque nació desde el ejecutivo provincial en febrero último a raíz del amparopara poner sobre la mesa el diálogo y cruce de saberes para la transición haciaun modelo que no dependa de productos de síntesis química y de semillastransgénicas o, como mínimo, la posibilidad de aplicar agroecología, en esashectáreas protegidas para resguardar la salud de las personas, en este casoniñas, niños y docentes de escuelas rurales.

En la presentación del amparo, seaportaron más de mil estudios científicos que corroboran la toxicidad en sereshumanos y ambiente tanto animal como vegetal, y profundamente en la vidamicrobiana del suelo de estas aplicaciones de los 4.918 formulados químicoscomerciales que viajan con el viento, la humedad del ambiente, precipitaciones,por el suelo y el agua. Frente a la complejidad del reclamo, que implica lamodificación del modelo productivo agrícola de todo el país -que es el tercerexportador de soja a nivel mundial, después de Estados Unidos y Brasil-, lasorganizaciones de la sociedad civil, unidas en la Coordinadora Basta es Basta,fueron por la protección para la salud de quienes son afectados por lasaplicaciones de estos fitosanitarios.

La discusión que se ve desde afuera escómo y qué seguir produciendo en esas alrededor de 300 mil hectáreas a las quela medida despoja del modelo productivo más expandido en todo el país, en cercadel 70 por ciento de las tierras cultivadas. Desde adentro es una macedonia desubjetividades, miedos, emociones de todo tipo, enojos, las grietas de siemprey las nuevas, y la eterna dependencia económica nacional de la venta de losproductos de estos cultivos: las commodities.

En medio de tremenda trenza, lavida, la preocupación por la salud de las comunidades y del ambiente, losderechos humanos violados que alertan sobre la situación ambiental, las agendas-bastante olvidadas por estos lares- de medidas para el cambio climático y la garantíadel derecho humano a la alimentación adecuada y a un ambiente sano declaradosen la Constitución Nacional.

Cambios

“De un día para el otro hay que cambiarla matriz productiva, es muy complejo. Nos ven a nosotros como los malos de lapelícula, se creen que es fácil. Técnicamente es muy difícil, estamos buscandoalternativa, con nuestro bolsillo, nadie nos apoya”, comparte DemetrioMelchiori, productor afiliado a la Federación Agraria de Gualeguaychú, queasistió al Foro y que está siendo asesorado en una parcela experimental por elingeniero agrónomo cordobés Javier Scheibengraf, disertante muy aplaudido en lamañana entrerriana.

Scheibengraf, técnico de la Unión de Trabajadores de laTierra y antiguo funcionario de la desmembrada Secretaría de AgriculturaFamiliar, asegura que hay que rebiologizar los suelos, que están secos, duros ysin aire, para así recuperar el nivel de rendimiento. Al cierre de suexposición exclamó: “No queremos más chicos entrerrianos en el Garrahan”, comoconclusión de alrededor de 40 minutos en los que dio números y datos técnicos ysociales asegurando que es “posible y necesaria” la transición hacia un modeloproductivo agroecológico.

“Quien trabaja en mil hectáreas trabaja realmentesobre una porción de un territorio, tiene que haber ganancia para todos. Ahí laagroecología se trata de vivificar los suelos, de mejorar las relacioneshumanas, que las ciudades cercanas estén contentas y abastecidas con esaproducción y que los productores estén contentos con lo que están haciendo. Enel actual sistema no hay ganancia para todos. Lo único que logra toda esaalquimia es la agroecología, incluso en lo extensivo”, y asegura que estatransición es excitante y que solo obtienen buenos resultados en susexperiencias.

“Agroecología no es solo el trabajo sin químicos y una miradaecológica sobre la agricultura, sino una intervención directa en lasinterrelaciones sociales y económicas, que vinculan a las partes de esesistema: la comercialización, la compra, el consumo, todo tiene que estarequilibrado y ser justo”.

También se acercó al Foro Mario Sartori, presidentedel Consejo Asesor del INTA de Federación Agraria de Gualeguaychú, una oficinaintegrada por productores, y contó que desde hace casi veinte años se dedica ala ganadería en 600 hectáreas, que dejó la agricultura cuando cambió el modelo,en 1996, porque, además de tener campos bajos, la inversión era muy grande. Enese momento, a través del secretario de Agricultura de Carlos Menem, FelipeSolá, entró el primer evento de semillas transgénicas al país, patente de laempresa Monsanto, la Soja RR (RoundUp Ready, formulado con glifosato comoprincipio activo), denunciada por diversas organizaciones defensoras del medioambiente por no haber tenido el correspondiente estudio de impacto ambiental.”Antes de 2000 hacía labranza con rotación de tierras, sin siembra directa.

Lospooles de siembra vinieron por algo solo económico, ni de conservación desuelos ni de la salud se ocuparon. Nosotros vivimos acá y no vamos a hacer nadaen contra de los nuestros”, asegura. Pulverizar. A Melchiori le cuesta creerque el glifosato sea tan dañino, aunque la Organización Mundial de la Salud lohaya nombrado como posiblemente cancerígeno. A él se lo venden como inocuo, enformulados comerciales de banda verde que le receta un agrónomo, “que es comoun médico”. Sin embargo, para aplicar los agroquímicos Demetrio tiene queponerse guantes, máscara y chaleco para protegerse, como dictan las “buenasprácticas agrícolas” que promueven la Secretaría de Agroindustria y lasempresas que comercializan los productos.

“En Entre Ríos hay dos personas conun solo vehículo para controlar las pulverizaciones en toda la provincia. Todosestamos haciendo las cosas mal, pero el Estado es el que menos hace. En nuestrascasas estamos más desprotegidos que en las escuelas. Si hubiese un Estado quecontrolara, si es tóxico se prohíbe y no se vende más. Nosotros seguimos unareceta”, suma Sartori. “En la Federación Agraria estamos mareados”, continúaMelchiori, que explota junto a su hermano y su padre, chacarero de siempre, 2mil hectáreas entre propias (La Morona, el campo con el nombre de su abuela) yarrendadas. “Me dijeron (participantes del Foro que impulsan la agroecología)que estamos usando químicos de más, y eso no es cierto, estos insumos son endólares. Es cierto que en estos veinte años duplicamos el uso de agroquímicospor las resistencias de las malezas, plagas y hongos. Hoy lo que hacemos no esun negocio brillante. En 2008, cuando fue el conflicto por la 125, la sojaestaba a 600 dólares la tonelada; hoy, a 350. Por cada camión de soja, son 3mil dólares de retenciones”. Y asegura: “Para una familia normal, para llevaruna vida de clase media, hacen falta 500 hectáreas de soja y, así y todo, no teda para irte de vacaciones afuera o cambiar el auto seguido”.

María FernándezBenetti, integrante del Basta es Basta, cree que “necesitamos que la provinciatome estos debates, pero no le pone potencia y no quiere financiar laspolíticas públicas necesarias para comenzar la transición. La agroecología esuna oportunidad para Entre Ríos, para posicionarnos como productores deproductos sanos. Podemos exportar pero también autoabastecernos como provinciay dejar de importar el 75 por ciento de nuestras frutas y verduras”.

“Tenemosmucho temor a los efectos a largo plazo en segunda y tercera generación, nospreocupa el daño crónico por la exposición a largo plazo”, concluyerefiriéndose a los productos fitosanitarios.

Grieta

Después de lasacreditaciones y un desayuno con pan casero y dulces agroecológicos, y antes delas exposiciones técnicas y los debates por temáticas, hubo una mesa inicialcon autoridades del municipio y representantes de la Secretaría de Producciónde la provincia. El viceintendente de Gualeguaychú, el médico Jorge Maradey,encendió la mecha: “Los políticos que no se comprometan con el ambiente van apagar el costo, y no solo político. Este modelo está llevando adelante unecocidio”. Dicen que un productor se levantó y se fue. Muchas personas aplaudierony vivaron.

Maradey apuntó al modelo agroindustrial como responsable de lasúltimas inundaciones en el municipio, denunció los desmontes y aseguró: “Laagroecología es el único camino que nos queda para revertir el daño que hemoshecho”. Los productores perciben las denuncias de las asambleas y de la gestiónde Gualeguaychú, que prohibió los agroquímicos en todo el ejido urbano y llevaadelante el Programa de Alimentación Sana, Segura y Soberana, como una grietaideologizada -se acuerdan que vivimos en la Argentina del River-Boca-, aunquerescatan el espacio del Foro como lugar de encuentro, de capacitación y de”arrimar voluntades”.

“Acá no hay que caer en fundamentalismos. Ha habidonegligencia y se han hecho algunas cosas mal, es cierto, pero se ha agrandadola grieta contra el propio productor agropecuario. Hay muchas cosas que comosociedad tienen que cambiar”, reflexiona Melchiori.

Carlos Bos, productorhortícola agroecológico de Guareyán, asegura nunca haber usado un veneno y, alfinal del encuentro, suma: “El Foro es interesante. Me parece que faltaronproductores que son en definitiva los importantes en todo esto. Tenemos en laprovincia la gran falta de productores hortícolas”.

“Ha habido una pequeñagrieta entre la gente y los sojeros en la zona, medianos productores que nopertenecen a los pooles, que se sienten muy discriminados”, admite, peroconcluye: “No podemos ir en contra de la naturaleza. No podemos modificarlasolo por el lucro”.

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