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Sábado, 26 de octubre de 2019

Entre las prácticas sustentables y la necesidad de responder a la demanda (restricción al glifosato en Entre Ríos)

Entre las prácticas sustentables y la necesidad de responder a la demanda (restricción al glifosato en Entre Ríos)

MONHEIM, Alemania.- ¿Un mundo que produzca los alimentosnecesarios para satisfacer la demanda de una población creciente y que cumplala meta de eliminar el hambre, sin uso de agroquímicos o con prácticas mássustentables que las actuales? ¿Es un escenario futuro posible? ¿Cómo será, entodo caso, la agricultura del mañana? Ahora mismo, ¿qué papel pueden jugar lasempresas tradicionales del sector, ante los movimientos de la economía deimpacto positivo ambiental y ante la presión de parte de las sociedades?

“Mis hijos han participado de manifestaciones endefensa del medio ambiente; tenemos que trabajar con ellos, cocrear con ellos;no tenemos que contarles cómo va a ser el futuro”, afirmó hace unos díasLiam Condon, integrante del Comité de Gestión de Bayer y presidente de laDivisión de Cultivos, que tiene su sede en esta ciudad alemana.

En el encuentro anual que convoca a productores ycomunicadores de todo el mundo, la firma puso el eje en cuestiones desustentabilidad, a poco tiempo de haber presentado su compromiso de reducir en10 años y en un 30% el impacto ambiental de la aplicación de sus productos, yen medio de las repercusiones de los fallos que, en los Estados Unidos, lacondenaron al pago de sumas multimillonarias, por entender que el glifosatoinfluyó en el hecho de que los demandantes se hayan enfermado de cáncer.

Condon explicó que Bayer está invirtiendo 5000 millones deeuros para encontrar una alternativa al glifosato, no con un objetivo dereemplazo, sino de ofrecer opciones al agricultor. Más allá de esos estudios,entre sus investigaciones la compañía incluye las que buscan desarrollarproductos de base biológica.

El glifosato, patentado en los años 70 por la estadounidenseMonsanto -adquirida por Bayer en una operación que se concretó en 2018- y hoycomercializado por muchas empresas, está especialmente en la mira deambientalistas y, en forma más directa, del sistema litigioso estadounidense.En los últimos meses, tres fallos fijaron indemnizaciones a cargo de Bayer yeso llevó a una caída fuerte del valor de sus acciones. La gigante alemanapresentó en los últimos años varios informes en defensa del producto, al que laAgencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer, de la OrganizaciónMundial de la Salud (OMS), incluyó entre los “probablementecancerígenos” (sin pruebas para descartar ni para afirmar la existenciadel riesgo).

El ejecutivo dijo confiar en que las sentencias, que son deprimera instancia, se revertirán. “No sabemos cuánto tiempo llevará”,señaló. Y recordó que son las autoridades de cada país y cada zona las quehabilitan y regulan el uso de herbicidas.

En la Argentina, la novedad más reciente estuvo dada pordecisiones judiciales que, en Entre Ríos y en Pergamino, limitaron el uso delglifosato por sobre las regulaciones. Las protestas de productores afectados nose hicieron esperar.

¿Cuál es el vínculo entre producción y protección decultivos? Frank Terhorst, jefe de Estrategia de Cosechas y Portfolio Managementde la división Agro de Bayer, planteó que “las cosechas caerían de manerasignificativa sin herbicidas”. Y dijo que el desafío es lograr un sistemacon el más bajo impacto ambiental posible “que tenga en cuenta laseguridad alimentaria” de las poblaciones. La protección con agroquímicos,agregó, “es cada vez más segura y el uso ha disminuido” por laeficiencia lograda en los sistemas de cultivos.

El directivo participó del panel “Un mundo sinprotección de cultivos”, en el que estuvo Miguel Altieri, un ingenieroagrónomo chileno, profesor de la Universidad de California, en Berkeley,EE.UU., impulsor de la agroecología, sistema que se opone al uso de químicos yque va, incluso, más allá de la agricultura orgánica.

“¿Se necesita protección?”, desafío Altieri. Ysentenció: “El problema es el sistema, porque en el 80% de la tierracultivable hay monocultivo y la diversidad es un principio central de laagroecología”. La meta a perseguir, dijo, debe ser la alineación de laagricultura con los ecosistemas biológicos, para eliminar la dependencia depesticidas. “Las empresas agrícolas rodeadas por ecosistemas naturalestienen menos problemas. La FAO (la Organización de las Naciones Unidas para laAlimentación y la Agricultura) dice que hay 1500 millones de agricultores queproducen 50% de los alimentos en el mundo; son productores pobres que usantécnicas antiguas”, agregó.

Un sistema más otro

“Filosóficamente estoy de acuerdo”, sostuvo sobrealgunos postulados de Altieri el presidente de la Asociación Argentina deConsorcios Regionales de Experimentación (CREA), Michael Dover, que integró elpanel. El productor de la zona de Pergamino consideró, sin embargo, que no sepuede sustituir una agricultura por otra, sino que deberían convivir. “Senecesita medicina para tener mayor producción; hay que ver cómo mejorar lossistemas. Nosotros tenemos todo diseñado para minimizar el uso depesticidas”, agregó respecto de su empresa.

Desde Buenos Aires, Fernando Vilella, director del Programade Bioeconomía de la Facultad de Agronomía en la UBA, coincidió, consultado porLA NACION, en que el uso de insumos debe perfeccionarse con estrategias como larotación de cultivos. “Hoy crece el reemplazo de agroquímicos porproductos de moléculas extraídas de la naturaleza, que tienen menor efectoambiental sin que caiga la producción”, dijo.

El informe más reciente del Senasa sobre el sector de laagricultura orgánica indica que en 2018 la superficie en la Argentina llegó alas 80.877 hectáreas, 5% más que en 2017. Y se señala que desde 1995 hubo uncrecimiento anual promedio de 8%.

Vilella consideró que, aun con el avance de lo orgánico, laagricultura tradicional seguirá siendo protagonista si logra demostrar quemejoran sus efectos. “Hoy la mirada está sobre el glifosato, que es unherbicida barato (la patente está vencida hace años); el reemplazo sería caroy, además, no está científicamente comprobado que tenga efectos sobre la saludhumana”, agregó.

Liam Condon, presidente de la división de cultivos de Bayer,en la jornada realizada en la ciudad alemana de MonheimLiam Condon, presidentede la división de cultivos de Bayer, en la jornada realizada en la ciudadalemana de Monheim.

Los cuestionamientos, sin embargo, multiplican susconsecuencias. En Europa, el herbicida de la polémica tiene luz verde hastadiciembre de 2022. Y, pese a sus defensores, Alemania se sumó a una decisióntomada ya por Austria y anunció que prohibirá su uso desde fines de 2023.

“El desafío es productos químicos más productosbiológicos; no se trata de unos contra otros. Hoy existe una brecha de costospor efectividad”, definió Luciano Viglione, director de Asuntos Públicos ySustentabilidad de Bayer en la Argentina. Afirmó que la compañía vende en elpaís insecticidas de base biológica para cultivos como el de la uva, y sostuvoque la agricultura tradicional ya inició un camino de reducción de lasemisiones de dióxido de carbono. En Bayer hablan de una “quimiofobia nojustificada” y se refieren a la necesidad de utilizar los productos de lamanera correcta y según las regulaciones de cada región.

Más allá del impacto sobre el planeta y la salud que tiene opuede tener la agricultura según las prácticas adoptadas, otros temasdesafiantes son el volumen de producción y el desperdicio de alimentos. Lamirada global esconde las desigualdades: según datos de la FAO de 2017, laproducción per cápita de alimentos es de 900 kilos en los países ricos y de 460kilos en los países más pobres.

La desigualdad estuvo implícita en el mensaje que dejó en elencuentro global la productora nigeriana Patience Koku, cuando se dirigió a suscompañeros de panel, europeos y latinoamericanos, y dijo ver lejanas algunasinnovaciones. “Para mí, el futuro es donde están ustedes ahora. Y ustedesestarán aún más allá cuando yo esté en ese futuro”.

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