
En Azul, provincia de Buenos Aires, reside un veterinario que ha dedicado más de medio siglo de su vida a una práctica tan silenciosa como determinante para la ganadería argentina: el tacto rectal. Se trata de Carlos Martín “Chuni” Acuña, quien desde 1973 recorre campos de distintas provincias con el objetivo de mostrar una herramienta de suma importancia.
“En 1973, una vez que me recibí de médico veterinario, comencé mi actividad profesional y uno de mis trabajos anuales fue el tacto rectal para diagnóstico de preñez”, recuerda. Desde entonces, su rutina de entrar a un corral, enfundarse en un guante y diagnosticar el futuro reproductivo de una vaca se ha convertido en parte de su identidad.
El diagnóstico de preñez por tacto rectal, explica Acuña, trasciende lo meramente técnico: es una llave de acceso para colaborar con el productor. “Es una herramienta muy práctica que tenemos los veterinarios para trabajar en un campo y monitorear efectivamente los rodeos”, sostiene.
Esta práctica, que está disponible en Argentina desde 1948, permite determinar a los 40 o 50 días de finalizado el servicio si una vaca ha quedado preñada. “El productor que realiza tacto en sus vacas, aunque lamentablemente no lo hacen todos, puede manejar su rodeo de manera consideradamente más racional”, afirma el profesional.
Para Acuña, la organización en el trabajo en un campo es también fundamental. “En el momento del tacto, es crucial pasar los rodeos de la misma forma en que estuvieron en servicio, evitando juntar todas las vacas en un solo rodeo”, aconseja. Así, si un toro falla, se puede rastrear qué reproductores estuvieron involucrados y tomar las medidas adecuadas.
El momento del tacto sirve, además, para clasificar a las vacas según la etapa de preñez. “Podemos diferenciar preñez ‘cabeza’ y preñez ‘cola’, y marcar las vacas con preñez ‘cola’. Al finalizar el tacto, juntamos todas esas vacas en un mismo lote y durante el próximo servicio se manejan por separado, con el fin de que muchas pasen a la ‘cabeza’ en el siguiente tacto”, detalla.
Acuña asegura que jamás imaginó llegar a tales cifras: “Gracias a Dios y a la Virgen, he logrado alcanzar ese número de tactos que nunca pensé que podría lograr y poder llevar un registro”, comparte.
En esta dinámica, la alimentación se convierte en un factor decisivo. “Un aspecto clave es la alimentación preparto; el rodeo ‘cola’ debería recibir una buena dieta antes de parir para que el intervalo entre parto y celo se acorte, favoreciendo que las vacas se preñen temprano”, afirma. También resalta la importancia de utilizar toros de alta capacidad de servicio, que pueden cubrir varias veces a una misma vaca, aumentando así las posibilidades de preñez.
Recientemente, junto a su colega María Jesús Palma César, Acuña volcó en un documento de Excel toda la información recolectada a lo largo de décadas de trabajo. “Hace unos días finalizamos un trabajo sobre la cantidad de vacas analizadas de estas casi 1,2 millones. Este dato lo considero de gran valor, ya que abarcan casi 53 años, secos y lluviosos, con algún brote de trichomoniasis, en establecimientos de seis provincias de Argentina: Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, La Pampa, San Luis y Chaco”, relata.
La contabilidad final habla por sí sola: “Logramos contabilizar 1.182.440 vacas, de las cuales 1.054.994 salieron preñadas y 127.446 vacías. Esto representa un 89,22% de preñez”, detalla con precisión quirúrgica.
Uno de los hitos de su carrera ocurrió el 15 de abril de 2015 en el establecimiento San Máximo de La Matilde SRL, en Yerbas, partido de General Alvear, Buenos Aires. “Ese día realicé el tacto que me permitió alcanzar el millón. En ese campo trabajo desde 1979 y ya llevo 47 campañas de tacto rectal, con un total de 85.810 vacas palpadas”, recuerda con orgullo.
Acuña manifiesta que jamás se imaginó alcanzar esas cifras. “Gracias a Dios y a la Virgen he logrado llegar a ese número de tactos que nunca creí que podría alcanzar y poder llevar la contabilidad”, confiesa.
Sin embargo, su recorrido no fue en soledad. “Agradezco a todos los que me ayudaron en mi trayectoria, especialmente a mis clientes, a mi esposa María y a mis seis hijos que han soportado muchos años de ausencias”, expresa con gratitud.
“Quizás, si alguno de mis veinticuatro nietos decide seguir en veterinaria, pueda legarle mi pasión por esta profesión que tanto he amado y sigo amando como el primer día”, dice con emoción. Esa pasión es lo que lo define. Cuando le preguntan si no está cansado, responde con humor y entrega: “¿Apasionado yo?… Un gran abrazo, Chuni”.