Lunes, 23 de junio de 2025   |   Campo

El tambero que ha dedicado 50 años a su pasión por las vacas y los caballos sin elegir entre ambos mundos

El tambero que ha dedicado 50 años a su pasión por las vacas y los caballos sin elegir entre ambos mundos

En los campos de Suipacha, donde los suelos “overos” desafían la agricultura y favorecen la ganadería, Alberto Garibotti ha construido una historia de perseverancia y amor por su oficio. Durante más de 50 años, ha trabajado junto a su cuñado Agustín Badiola en un emprendimiento familiar que ha resistido crisis económicas y embates climáticos.

“Estamos juntos en esto desde hace 50 años. En los buenos y malos momentos. Comenzamos ordeñando a mano y pasamos a la máquina”, relata Garibotti, con el orgullo de quien ha perseverado a pesar de las adversidades en una actividad que no reconoce feriados ni descansos.

Garibotti y Badiola administran un tambo que produce entre 4000 y 5000 litros diarios, habiendo alcanzado los 6000 en sus mejores momentos. Lo interesante es cómo han repartido las tareas según sus fortalezas: “Nos hemos dividido el trabajo. Mi cuñado se dedica más a la crianza de las terneras, que es un excelente criador con muchos años de conocimiento, y yo me ocupo de la recría e inseminación. Siempre me ha gustado la vaca”, comenta Alberto, quien, a sus 75 años, mantiene intacta su pasión por el ganado.

Esta sociedad familiar ha sobrevivido a todo tipo de dificultades, incluida la crisis de 2001, cuando tuvieron que vender parte del campo para evitar endeudarse. “Hoy, hablo de crédito y no queremos saber más nada. Con menos, igual nos arreglamos”, afirma con la sabiduría de quien ha aprendido a adaptarse a las circunstancias.

La trayectoria de Garibotti en el ámbito lácteo es notable. Además de su labor en el tambo, fue transportista de La Vascongada durante 10 años y trabajó brevemente en La Suipachense. “En el oficio de la leche me faltó hacer queso, pero prácticamente he hecho de todo”, comenta con humor.

En 1987, comenzaron a implementar la inseminación artificial, una práctica que Alberto domina con maestría y disfruta especialmente. “Tengo una técnica para inseminar. Me encanta, tanto como me gustan los caballos”, señala, revelando su otra gran pasión.

En los últimos años, Garibotti ha empezado a participar en las Competencias de Vacas a Campo, organizadas por la Sociedad Rural de Suipacha. Esta iniciativa, impulsada por la Asociación Criadores de Holando Argentino (Acha), involucra a distintas instituciones organizadoras de exposiciones y entidades de control lechero oficial. Se destaca principalmente por la participación de vacas de tambos comerciales de productores lecheros, a diferencia de las exposiciones tradicionales en las que predominan las cabañas expositoras.

“Es la única manera en que también te conozcan un poco”, explica Garibotti sobre su decisión de exhibir sus animales, a pesar de la reticencia inicial de su esposa.

Un jurado de Acha visita los establecimientos y, junto con el personal de cada tambo, elige las vacas que participarán en cada categoría. Estas son filmadas, y en un evento de premiación se lleva a cabo la coronación de las ganadoras. Garibotti se encargó de ello, poniendo en práctica los conocimientos adquiridos a lo largo de décadas. “Me fijo en su aplomo, cómo está la ubre, cómo están agarrados los pezones, la forma en que se desplazan. Eso es muy importante”, explicó.

El resultado fue excepcional. “Tuvimos la suerte de que en nuestro primer año de participación, obtuvimos la gran campeona”, recuerda. Y este año, su participación también fue destacada, logrando el segundo puesto en primer parto y reconociendo a otra de sus vacas como campeona en su categoría.

Sin embargo, además de su dedicación al tambo, lo que realmente define a Garibotti es su amor por los caballos. “He montado más de cien caballos y competido en pruebas de Rienda; también participé en Palermo en la Categoría de Caballos de Trabajo: salí campeón en cuatro ocasiones”, comenta con legítimo orgullo.

Durante más de 20 años participó en competencias ecuestres, y este año se volvió a clasificar para una final en La Ganadera.

Su pasión por los caballos es tan intensa que ni siquiera un grave accidente logró apartarlo de ellos. Una caída en una manga le causó varias vértebras fracturadas, requiriendo una operación tras la cual le prohibieron volver a montar. Para un hombre como Garibotti, esa era la peor noticia posible. Sin embargo, “como buen vasco”, encontró su propio remedio. Comenzó gradualmente a sentarse sobre padrillos a pelo, aprovechando el calor de la piel para calmar sus dolores, hasta que finalmente recuperó la confianza para cabalgar de nuevo, desafiando las recomendaciones médicas.

A pesar de los avances tecnológicos, como los robots de ordeñe, Garibotti mantiene los pies en la tierra. “Estamos en una etapa que no sabemos si alguno de mis hijos podrá seguir con esto. No podemos invertir 100.000 dólares para poner robots”, reflexiona.

Sin embargo, su filosofía se mantiene inquebrantable: “Nosotros siempre buscamos el buen trato, que las vacas tengan comida, que es lo principal, y que no les falte agua”. Una receta simple, pero efectiva, que le ha permitido mantenerse en una actividad donde, como él mismo señala, de los más de 500 tambos que existían antiguamente en Suipacha, hoy apenas quedan unos 25.

A sus 75 años, Garibotti personifica la tenacidad y la pasión del hombre de campo argentino. Como él mismo dice: “Hasta el día de hoy, gracias a Dios, seguimos y seguiremos hasta que podamos”.

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