
Parece que el tiempo no ha pasado, la fiebre aftosa vuelve a estar en el centro del debate. Durante la semana, la Sociedad Rural Argentina (SRA) agitará el escenario con un comunicado en el que insta a elaborar una “hoja de ruta” para que el país logre la condición de libre de aftosa sin vacunación.
De algún modo, la SRA ha desplazado la discusión que hasta ahora giraba en torno al controvertido precio de las vacunas y la autorización del Gobierno para su importación, que hasta el momento no se ha concretado, en su impulso por la desregulación y la promoción de la competencia. Asimismo, se ha desviado de la discusión sobre la flexibilización de la barrera sanitaria en la Patagonia, cuestión que había generado malestar entre los productores ganaderos del Sur.
Ahora, el foco se centra en lo sanitario y en la política comercial. La Rural recordó que Argentina es “un país libre de fiebre aftosa con vacunación, lo que impone ciertas restricciones comerciales y limita el acceso a mercados de alto valor”. Por ello, “la posibilidad de dejar de vacunar no debe considerarse como una decisión aislada o improvisada, sino como parte de una estrategia nacional cuidadosamente planificada, apoyada en evidencia técnica y epidemiológica, con un enfoque gradual, regionalizado, y con una fuerte articulación institucional”.
La declaración generó respuestas de entidades como Carbap, que afirmó que “la fiebre aftosa no se erradica con políticas espasmódicas, sino con ciencia” y advirtió que “el estatus sanitario argentino no puede verse comprometido por apresuramientos, caprichos individuales ni decisiones políticas coyunturales precipitadas, como ya sucedió en el pasado”.
Los ruralistas de Buenos Aires y La Pampa recordaron que presentaron una propuesta de modificaciones al esquema de vacunación al Senasa, pero hasta ahora no han recibido respuesta del organismo sanitario.
En otras palabras, la declaración de Carbap es similar a la de la Rural, ya que no propone un abandono automático de la vacunación. El desafío ahora es determinar si se actuará de manera consensuada, con un programa específico, o si se tomarán decisiones apresuradas. La experiencia de finales de la década de 1990 eś clara. Debido a la premura por la última fotografía de la vacunación, el gobierno de Carlos Menem tomó decisiones que, poco tiempo después, quedaron en evidencia con la aparición de focos de la enfermedad en la provincia de Corrientes. La situación se agravó cuando el gobierno de la Alianza intentó ocultar la propagación de estos focos, con el apoyo de entidades rurales, la industria y medios de comunicación, con el fin de mantener la declaración de libre de aftosa sin vacunación otorgada por la OIE. Esta fragilidad sanitaria tuvo consecuencias y el país debió retroceder dos pasos. Sin embargo, esa crisis sirvió para reconstruir los cimientos del trabajo que había comenzado a fines de los años 80, cuando los actores de la ganadería decidieron “basta”, se pusieron manos a la obra y comenzaron a vacunar para erradicar el flagelo. “Las vacas son nuestras”, señalaba Guillermo Alchouron, expresidente de la SRA, en un momento en que algunos productores se oponían a vacunar alegando decisiones individuales.
Expertos como Bernardo Cané, testigo de aquellos años, hoy plantean que las decisiones deben basarse en datos y en la situación epidemiológica del rodeo argentino.
El contexto internacional es complicado: por un lado, ha habido reapariciones de focos de la enfermedad en lugares donde hacía años no estaban presentes, como en Europa. Al mismo tiempo, un gigante de la producción de carne como Brasil ha decidido dejar de vacunar. Igualmente, el gobierno de Paraguay tiene una intención similar, aunque los productores locales se oponen, temiendo que el país pierda el estatus sanitario que ha logrado en los últimos años. En contraste, Uruguay mantiene su decisión de vacunar y puede exhibir ante sus vecinos el logro de acceder a mercados del circuito no aftósico, como Japón, y avanzar en la trazabilidad individual de sus rodeos.
Lo positivo del debate sobre la fiebre aftosa es que la ganadería enfrenta un escenario económico favorable tras la decisión del Gobierno de eliminar las barreras a las exportaciones y comenzar a reducir la presión tributaria. La cadena ganadera se encuentra en un círculo virtuoso y la sanidad animal puede integrarse a este. Es el momento de pensar en positivo.