El primer ministro de Francia, Sebastien Lecornu, comparecerá este martes ante una Asamblea Nacional profundamente dividida para exponer las prioridades de su gobierno, después de una semana marcada por el caos político y la incertidumbre en el país.
La intervención —clave para la supervivencia del gabinete y la aprobación del presupuesto 2026— ocurre un día después de que el presidente Emmanuel Macron responsabilizara a la oposición de haber llevado a Francia a un escenario de “caos”.
El país atraviesa la crisis institucional más grave de los dos mandatos de Macron. El propio Lecornu —quien renunció el 6 de octubre solo para ser reelecto por el jefe del Ejecutivo tres días después— ha pedido a su gabinete “la máxima contención y humildad” para superar el bloqueo parlamentario.
“El servicio exige dejar el ego de lado”, instó el primer ministro, y exhortó a sus ministros a priorizar el interés común por encima de las disputas personales.
Lecornu, el séptimo primer ministro designado por Macron, asumió nuevamente las riendas del gobierno este domingo en una discreta ceremonia sin presencia de la prensa.
La alianza oficialista perdió la mayoría parlamentaria tras las elecciones anticipadas convocadas por Macron en 2024 con el objetivo de frenar a la extrema derecha. Sin embargo, el resultado dejó a la Asamblea Nacional dividida en tres grandes bloques irreconciliables: la izquierda radical, el bloque centrista y la ultraderecha. Ese contexto alimentó la posibilidad de una moción de censura impulsada tanto por La Francia Insumisa, de Jean-Luc Mélenchon, como por el ultraderechista Reagrupamiento Nacional. Ambos han amenazado con tumbar al nuevo equipo si Lecornu no logra un acuerdo amplio.
El principal desafío inmediato de Lecornu es impulsar el trámite del proyecto de presupuesto para 2026 y comprometerse a reducir el déficit público por debajo del 5% del PIB, según adelantó la portavoz del gobierno, Maud Bregeon. El gabinete presentará el borrador al parlamento, que dispondrá de 70 días —como exige la Constitución— para analizarlo y someterlo a votación.
Las tensiones se intensifican por el peso de la deuda pública y la presión de los mercados, mientras la popularidad de Macron se sitúa en su punto más bajo.
Ex aliados del presidente, como el ex primer ministro Edouard Philippe, han empezado a distanciarse y algunos sectores opositores reclaman la convocatoria de nuevas elecciones o incluso la dimisión presidencial. El mandatario intenta reafirmar su autoridad en la escena internacional y, desde Egipto, donde asistió a una cumbre por la paz en Gaza, señaló: “Las fuerzas políticas que han desestabilizado a Sebastien Lecornu son las únicas responsables de este caos”.
Macron hizo un llamado a la responsabilidad de todas las fuerzas: “Es deber de todos trabajar por la estabilidad”.
En el trasfondo persiste la oposición frontal a la reforma previsional impulsada en 2023 por Macron, que elevó la edad de jubilación de 62 a 64 años. La medida continúa provocando amplio rechazo social y es una de las principales condiciones del Partido Socialista —liderado por Olivier Faure— para dar apoyo al gabinete.
“Pedimos la suspensión inmediata y total de la reforma”, advirtió Faure. Los Republicanos, históricos aliados del oficialismo, ya advirtieron que solo colaborarán con el Ejecutivo revisando caso por caso, sin compromisos globales ni votaciones aseguradas.
El periódico Le Monde advirtió en un editorial sobre la gravedad del momento: “El jefe de Estado se arriesga a transformar esta gran crisis política en un estancamiento institucional duradero y, por tanto, en una crisis de régimen”.
Macron, quien atraviesa el tramo final de su mandato y ha prometido no dimitir antes de 2027, evitó abordar la posibilidad de disolver de nuevo el parlamento en caso de que el gobierno vuelva a fracasar.
“No hago apuestas. Quiero que el país avance”, subrayó el presidente, ante un panorama político y social inédito en la segunda mayor economía de la eurozona. Mientras tanto, la sociedad y los inversores observan expectantes cada movimiento en París, frente a un futuro inmediato cargado de incertidumbre para la gobernabilidad, la economía y la imagen internacional de Francia.
(Con información de AFP)