
La semana que pasó se realizó un gelatinoso invento de validación de la imposible, inaceptable entrega del Río Paraná a poderes nacionales e internacionales. Lo cual fue desde el vamos cuestionado por infinidad de expertos conocedores del Padre Río, como lo llamaron desde hace 5 siglos los originarios habitantes de las costas del segundo río más importante de Sudamérica y uno de los 6 mayores del planeta.
La propuesta de la AGP (Administración General de Puertos), coherente desde hace décadas al servicio de capitales y poderes foráneos, fue analizada para esta nota por el Ingeniero Horacio Tettamanti, veterano y respetado conocedor y estudioso del Paraná, y ex Subsecretario de Puertos y Vías Navegables. Quien cuestionó la audiencia pública para la licitación del dragado profundo del Paraná y del Río de la Plata, como pretenden decenas de grandes corporaciones nacionales y extranjeras.
Esta vez dicha Administración de Puertos convocó a una inmensa mayoría de expositores, como nunca antes se habían reunido: nada menos que unos 240 expositores, casi todos con profundos conocimientos y vastas experiencias fluviales, costeras e incluso marítimas.
La coincidencia fue tan poderosa como inesperada para tan nutrida participación, considerada fenomenal ya que el 90% de los participantes que aceptaron el convite de la AGP coincidieron en que “sin Estudio de Impacto Ambiental es imposible, inútil y necio avanzar en el proceso licitatorio del dragado del Río Paraná y del Rio de la Plata”.
Resultó llamativo y por momentos gracioso comprobar la unánime contundencia de los más de 200 técnicos expositores, que aunque ridículamente conminados a no exponer sus ideas por más de 30 segundos, brindaron una verdadera cátedra de expertos, que en su grande y maciza mayoría opusieron fundamentadas razones a la continuación del fluvialicidio (valga el neologismo) del río más importante de la América del Sur, junto con el Amazonas brasileño.
Tan poderoso consenso alcanzó incluso para contener las ilusiones de algunos pocos funcionarios de la Agencia Nacional de Puertos y Navegación, que de todos modos no tiene competencia para abordar este tema según lo prescripto por la mismísima Ley General del Ambiente que lleva el número 25.675.
El ingeniero Tettamanti, quien fuera Subsecretario de Puertos y Vías Navegables de la Nación entre 2012 y 2015, planteó de entrada “una cuestión esencial y jurídicamente insalvable: este procedimiento (el debate en audiencia pública) es inválido porque no existe proyecto ni estudio de impacto ambiental completo, técnico, integral y previo”, que es lo que exige la Ley General de Ambiente.
Tettamanti cuestionó así la presentaciòn de una variopinta cantidad de escritos con cerca de 9000 páginas –inconexas y algunas de ellas improvisadas– que salvo unos pocos casos devenidos meros informes privados, ya advertidos por errores e inconsistencias, no todos aseguraban un necesario mínimo rigor científico. No obstante, fue interesantísimo constatar que a esa colmada reunión –a la que asistió un largo centenar de expertos, conocedores y ribereños de larga data y experiencia, así como también veteranos navegantes de los ríos argentinos– fue casi unánime el cuestionamiento a “la falta de licencia social y violación del Acuerdo de Escazú, según el cual la ciudadanía debió tener acceso a información suficiente y adecuada y no el evidente escamoteo al que se enfrentaron dos largos centenares de ex funcionarios, expertos navegantes y exquisitos conocedores del comportamiento fluvial, tanto del Paraná como del Río de la Plata y sus numerosos afluentes.
No obstante, y dado el número de participantes, todas y todos ejercitaron brevísimas instancias de oratoria (limitada a esquivos minutos) que además de garantizar transparencia resultaron mucho más que formalidades al convertirse, de hecho, en mandatos legales que importan a empresas navieras de todos los tamaños, que además de experticia ambiental conocen a la perfección las conductas de nuestros ríos, así como las perspectivas, servicios y cuidados que importan geopolítica, logística y productivamente a millones de compatriotas.
Expertos en más, y muy poco en menos, todos y todas participaron de una jornada extraordinaria, en la que la Patria misma pareció ser la voz que hablaba en defensa del Padre Río y, en consecuencia, de millones de argentinos y argentinas.
Y es que el Paraná es mucho más que una “via fluvial” o cualquiera de las falsas denominaciones que desde hace décadas pretenden imponer ilos ávidos intereses tanto foráneos como locales, y que no han podido pasar de nombres falsos como “hidrovía” o “vía navegable” y algunas otras necedades balbuceadas a la par de inventos lingüísticos engañosos, negadores y fallutos por el sólo hecho de no dejar entender que lo que los pueblos originarios labraron en más de 5 siglos no se cambia por monedas ni retruques.
La reunión, numerosa y contundente porque asistieron cientos de navegantes, ribereños, trabajadores pesqueros y demás, resultó gratificante por su contundencia: fueron más de 14 de escuchas y pronunciamientos que superaron y sepultaron los estúpidos nombres con que se ofende la historia del Río Paraná y de millones de argentinos y argentinas que vivieron y viven, trabajaron y trabajan, y cuidan y respetan a uno de los principales ríos del Planeta, y que no merece el desabrido vocablo “hidrovía”, que no significa absolutamente nada.
Todavía se trata de un proyecto, es verdad, que desde hace algunas décadas se pretende licitar, y que de concretarse no sería más que la repetición del remanido esquema de los pasados años 90,cuando gobernantes y funcionarios cipayos, y muchos de ellos corruptos, trajinaron servilmente para impedir que la República Argentina tenga un puerto propio –o dos o más– de aguas profundas en el Río de la Plata, y que en opinión de este columnista debería –deberá, algún día– contar con por lo menos un Puerto offshore como los que sirven a los grandes puertos del planeta. Y obra magna que algún día será la coronación del proyecto más urgente, inmediato, que es y debe ser el Canal Magdalena, fabulosa ruta fluvial autónoma que con urgencia necesita y merece la Argentina.
Tettamanti advirtió además que la traza que se viene proponiendo “instalaría un conflicto geopolítico gravísimo de cara al futuro, obligando a convivir en un mismo espacio fluvial a barcazas extranjeras con buques de la economía nacional”, comprometiendo la seguridad, la competitividad y la soberanía logística del país.
Y alertó asimismo que dicho diseño implicaría “perder nuestra salida soberana al mar para depender de puertos extranjeros” y consolidaría un modelo de dragado “irracional” que “triplicaría los peajes para los productores argentinos mientras se subsidiarían las cargas extranjeras que compiten con nuestra producción”. Lo que ocurriría de instalarse la definitiva e irreparable fragmentación marítima del país.
Tettamanti subrayó, además, una omisión técnica central en la propuesta oficial: “La autoridad desconoce un hecho trascendente –subrayó–: en 2014 se inauguró el nuevo Canal de Panamá, con mayores dimensiones que transforman las flotas mundiales. Seguir navegando por trazas definidas en el siglo pasado, para buques que ya no existen, y no incorporar estas variables en el diseño del sistema de navegación argentino, no es solo mala praxis: es una decisión irresponsable que condenará e hipotecará el futuro del país”.
Quedó claro en esta contundente asamblea que el Río Paraná no es ni puede ni debe ser una autopista privada. Es una arteria estratégica de integración y soberanía que debe estar el servicio de nuestra Nación.
Al final de la extensa jornada fue clara, y amplísima, la decisión de anular el procedimiento actual, suspender las licitaciones, realizar rediseños estratégicos con la participación plena de la sociedad y con estudios científicos, batimétricos y sedimentológicos actualizados.
“La Argentina tiene la oportunidad histórica de diseñar un sistema de navegación soberano, justo, eficiente y adaptado a los estándares globales actuales. Insistir con las trazas del siglo pasado para buques que hoy ya no existen, y pretender destruir el normal y eficiente comportamiento del Paraná, significaría hipotecar el futuro del país y entregar toda nuestra logística estratégica a voraces intereses multinacionales. El Paraná y el Plata y el Magdalena deben estar al servicio de la República Argentina, no de intereses foráneos”.@




