Jueves, 4 de diciembre de 2025   |   Economía

El nuevo oro verde que es furor en el mundo: el negocio del fruto seco que promete altos retornos en Argentina

La fiebre por este fruto seco hizo que muchas empresas vieran una oportunidad a largo plazo para invertir, considerando la alta demanda proyectada para los próximos años
El nuevo oro verde que es furor en el mundo: el negocio del fruto seco que promete altos retornos en Argentina

En los últimos meses, el pistacho se impuso como protagonista en la gastronomía y comenzó a utilizarse como ingrediente en múltiples preparaciones, especialmente golosinas y postres.

Este “boom” surgió por una combinación de factores, entre los que sobresale la viralización en redes sociales. En ese marco, la Argentina puede posicionarse como un nuevo polo de producción aprovechando sus condiciones climáticas, de suelo y una ventana productiva que le permite abastecer al mundo cuando el hemisferio norte no puede hacerlo.

A nivel local, el furor por el pistacho se tradujo en una ola de lanzamientos: alfajores, helados, bombones, trufas y, sobre todo, versiones locales del famoso chocolate Dubái y el alfajor Dubai, con chocolate amargo y corazón de pistacho.

Un informe realizado por AgroFides destacó que el consumo mundial de pistachos crece de forma sostenida, impulsado por la expansión de nuevos mercados en Asia, Europa y América Latina. Aun así, la producción global sigue concentrada en pocos países del hemisferio norte, donde la limitación de superficie, agua y clima frena la posibilidad de ampliar la oferta.

Según proyecciones a 2040 elaboradas por el USDA, el International Nut Council (INC) y la FAO, se espera una brecha estructural superior a las 250.000 toneladas entre la demanda y la producción mundial de pistacho.

Esa diferencia, que se mantendría en el tiempo, abre una oportunidad para desarrollar nuevos polos productivos en el hemisferio sur —con Argentina a la cabeza—, donde la producción contraestacional puede abastecer a los mercados internacionales en períodos de menor disponibilidad.

Por ahora, la producción mundial permanece fuertemente concentrada en países como Estados Unidos, Irán y Turquía. No obstante, esas regiones enfrentan hoy limitaciones: disponibilidad de agua, superficie productiva saturada y restricciones climáticas que dificultan ampliar la oferta.

Argentina, en cambio, reúne condiciones agroclimáticas favorables para el pistacho, en particular en zonas semiáridas como San Juan, donde la combinación de suelos, radiación solar y baja humedad reduce riesgos productivos y permite obtener frutos de alta calidad.

De acuerdo con datos del INTA, en los últimos 5 años el cultivo del pistachero experimentó un crecimiento exponencial: las hectáreas cultivadas aumentaron más de un 500% sólo en la zona núcleo (Sur de San Juan-Norte de Mendoza).

Según el último Censo Nacional Agropecuario (2018), San Juan es la principal provincia productora a nivel nacional, con 6.500 hectáreas, lo que representa aproximadamente el 90% de la superficie cultivada en Argentina. En segundo lugar aparece Mendoza, con alrededor de 770 hectáreas. Más atrás figuran La Rioja (100 ha) y La Pampa (55 ha). Hasta la fecha, la expansión ha trascendido límites interprovinciales, con experiencias o intenciones de iniciar cultivos en Catamarca, La Rioja, La Pampa, San Luis, Neuquén y Río Negro, según la información oficial.

Un nuevo proyecto presentado por AgroFides, denominado La Memita – Fase II, propone escalar esa oportunidad y abrir la puerta a inversores interesados en el mercado del pistacho.

El proyecto se desarrolla en San Juan y avanza ahora hacia su segunda etapa, incorporando 100 hectáreas productivas bajo un esquema de desarrollo profesionalizado.

Cada unidad productiva cuenta con:

  • Riego por goteo, reservorio y perforaciones
  • Derechos de agua de turno y conexión a energía de red y solar
  • Infraestructura operativa completa: galpón, vivienda, maquinaria y herramientas
  • Plantación a 6×4, con aproximadamente 41.600 plantas en total
  • Gestión 100% administrada por AgroFides, desde la plantación hasta la venta de la producción

El modelo está pensado para maximizar la eficiencia, la trazabilidad y el rendimiento, reduciendo riesgos y optimizando costos.

Esto permite invertir por el equivalente a una hectárea, con un esquema definido:

  • Aporte inicial: USD 30.000
  • Aportes anuales (7 años): USD 6.000
  • Inversión total por hectárea: USD 72.000
  • Horizonte: 7 años
  • Retorno estimado: entre 14% y 20% anual en dólares

El instrumento utilizado es un fideicomiso, que otorga participación directa y proporcional en los activos productivos —tierra, árboles, infraestructura y producción futura—. Así, se puede ingresar desde una hectárea hasta las 100 que integran la fase actual del proyecto.

Desde AgroFides destacaron que el pistacho se consolidó como un cultivo de baja volatilidad y larga vida útil: un árbol puede producir durante más de medio siglo. Su rendimiento progresa de forma gradual y alcanza la madurez comercial entre los años ocho y nueve, momento en el que comienza la distribución anual de resultados.

A esa curva natural de crecimiento se suma un factor clave: un precio internacional que mostró notable estabilidad a lo largo del tiempo. Combinado con un déficit estructural de oferta a nivel global, el pistacho presenta un escenario atractivo para la inversión.

Detrás del proyecto se encuentra Juan Ponelli, CEO de AgroFides, quien contó cómo llegó al mercado del pistacho: “Venimos de una familia históricamente vinculada al agro desde la llegada de mis bisabuelos a la Argentina. Se radicaron en Misiones, donde iniciaron un yerbatal y luego un pinar. Aquellas actividades forman parte de una tradición familiar de larga data que ya no continuamos, pero que marcó nuestro vínculo con el sector primario. Con el tiempo, la familia siguió en ganadería y forestación, mientras que mi desarrollo profesional tomó otro camino”.

“Mi carrera estuvo enfocada en grandes empresas y en proyectos tecnológicos de escala global. Comencé en Positivo BGH, el joint venture entre BGH y Positivo, la principal compañía tecnológica de Brasil, que cotiza en bolsa. Lideré esa firma durante muchos años. Viví más de cinco años en África —en Ruanda, Kenia y Sudáfrica—, donde abrí fábricas de computadoras y tablets, desarrollé proyectos educativos de gran impacto e incluso participé en la digitalización de censos nacionales”, relató.

“Hacia 2018 comenzó a interesarme el mundo de los frutos secos. Soy una persona inquieta y, cuando un tema me obsesiona, lo estudio hasta comprender cada detalle. Empecé a analizar alternativas tanto en Argentina como en Portugal —país al que incluso evaluaba mudarme en ese momento— y comparé distintos cultivos. El pistacho sobresalió claramente frente a otros frutos secos: desde el punto de vista del negocio, era el más atractivo y el más rentable”, explicó.

“Me sumergí en el análisis integral del cultivo, desde la biología de la planta hasta la estructura productiva y comercial. En 2019 regresé a la Argentina, asumí la posición de CEO global en mi compañía tecnológica y, en paralelo, seguí profundizando este proyecto hasta que finalmente mi familia y yo decidimos entrar de lleno en el sector del pistacho”, añadió.

Este cultivo presenta una particularidad: tiene barreras de entrada muy altas y sólo puede desarrollarse en muy pocos lugares del mundo. Requiere condiciones climáticas específicas: un invierno con suficientes horas de frío, veranos calurosos, marcada amplitud térmica y climas secos o semiáridos.

Argentina cumple con esas características y posee potencial para posicionarse como líder del pistacho en el hemisferio sur. Como referencia, en EEUU la producción se limita al Valle de San Joaquín, California.

Aunque la producción local crece año a año, a nivel mundial sigue siendo marginal. Con el tiempo, el mercado interno quedará acotado y la mayor parte de la producción se orientará naturalmente a la exportación, con un impacto positivo en la economía.

“El pistacho es un proyecto de larguísimo plazo: una plantación tiene un horizonte productivo de hasta cien años. En el país ya existen árboles de 40 o 50 años que siguen dando frutos, y en otras regiones del mundo los hay incluso centenarios. Pero también exige paciencia: el cultivo comienza a producir recién después de seis años, lo que dificulta obtener financiamiento a tasas razonables que acompañen ese ciclo”, dijo Ponelli.

“Hoy contamos con 110 hectáreas plantadas, una inversión muy significativa, de USD 2 millones, y un plan de expansión que requiere asociar capital y conocimiento para que el cultivo crezca en la Argentina. La estructura elegida es la de un fideicomiso, que funciona de manera similar a un esquema accionario: permite sumar inversores, pero con una administración y una gestión totalmente profesionalizadas y altamente tecnificadas”, concluyó.

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