
En 1912, el comerciante de libros antiguos Wilfrid Voynich adquirió un lote en un colegio jesuita en Italia y se topó con un volumen singular. Sus páginas, datadas mediante análisis de carbono en el siglo XV, estaban escritas en un idioma desconocido. Aunque el texto presentaba una estructura coherente, no se relacionaba con ninguna lengua registrada.
Este libro, hoy conocido como el Manuscrito Voynich, contiene aproximadamente 240 páginas y mide 23 por 16 centímetros. Según detalla la Universidad de Yale, incluye ilustraciones de plantas inexistentes, diagramas astronómicos que no concuerdan con la realidad y escenas que representan a mujeres desnudas dentro de extrañas estructuras tubulares de color verde. Su contenido combina elementos de botánica, astrología y posibles prácticas rituales.
El manuscrito se conserva en la Biblioteca Beinecke de Libros Raros y Manuscritos de la Universidad de Yale, donde puede consultarse en línea. Su difusión digital ha permitido que tanto investigadores profesionales como aficionados intenten descifrarlo, aunque sin éxito.
Wilfrid Voynich, nacido en 1865 en el territorio de Lituania bajo dominio ruso, fue arrestado por actividades revolucionarias y enviado a Siberia. Logró escapar a Inglaterra, donde abrió una librería de segunda mano en Londres, convirtiéndose en un punto de encuentro para exiliados políticos.
Entre sus conocidos se encontraba Sidney Reilly, un agente que alcanzaría fama como “El As de los Espías”. Voynich afirmó haber encontrado el manuscrito en la Villa Madragone, un seminario jesuita cerca de Roma.
Dentro del volumen, descubrió una carta de 1665 firmada por Johannes Marcus Marci, físico del Sacro Imperio Romano Germánico. En su texto, Marci indicaba que el manuscrito había pertenecido al emperador Rodolfo II (1576-1612) y que posiblemente era obra del alquimista inglés Roger Bacon. Otros nombres mencionados en diversas teorías incluyen a John Dee, astrólogo de Isabel I, y su colaborador Edward Kelley.
Desde su descubrimiento, el manuscrito ha atraído la atención de especialistas. William Friedman, uno de los criptógrafos más destacados del siglo XX y fundador de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA), dedicó tres décadas a intentar descifrarlo sin éxito.
Los análisis científicos han descartado que se trate de una falsificación reciente. La vitela, las tintas y los pigmentos coinciden con los materiales usados en el siglo XV. Según señaló National Geographic, la complejidad del texto y la coherencia de su estructura gramatical hacen improbable que sea un simple galimatías o una broma elaborada.
El contenido del manuscrito ha sido interpretado de diversas maneras. Algunas hipótesis proponen que se trata de un cifrado avanzado cuyo sistema se ha perdido con el tiempo. Otros sugieren que es un idioma artificial creado para ocultar un conocimiento específico, posiblemente de carácter médico o alquímico.
En 2018, un equipo de investigadores aplicó modelos informáticos utilizando ejemplos de 400 idiomas distintos y propuso una posible conexión con el hebreo antiguo. Lograron reconstruir algunas frases de tipo religioso, aunque los resultados no fueron aceptados como una solución definitiva.
Un botánico estadounidense retirado afirmó que algunas plantas dibujadas en el manuscrito presentaban características mesoamericanas, mientras que un lingüista británico aseguró haber traducido diez palabras tras un análisis detallado. Sin embargo, ninguna de estas afirmaciones logró esclarecer el conjunto del texto.
Las ilustraciones refuerzan el carácter enigmático de la obra. Entre las figuras se encuentran vegetación desconocida, símbolos astrológicos, criaturas con forma de medusa y un crustáceo que recuerda a una langosta. También aparecen mujeres de piel clara en contextos difíciles de interpretar, como toboganes o bañeras interconectadas.
El debate sobre la autoría incluye la hipótesis de que el propio Voynich pudiera haber falsificado el libro. Sus críticos señalan que conocía técnicas químicas para fabricar tintas medievales y pigmentos, y que pudo haber utilizado pergaminos antiguos adquiridos en el comercio. Sin embargo, no existen pruebas concluyentes que respalden esta acusación.
El documento ha sido objeto de teorías que van desde lo plausible hasta lo improbable. Según reportó ABC, entre las más extravagantes se encuentra la idea de que se trataría de un diario ilustrado escrito por un joven extraterrestre que dejó el manuscrito en la Tierra antes de partir.
La carta atribuida a Marci menciona que uno de los antiguos dueños del libro dedicó grandes esfuerzos a descifrarlo, sin éxito, y terminó quitándose la vida. Esta referencia subraya la dificultad extrema de interpretar el texto.
En más de un siglo, el Manuscrito Voynich ha desafiado a lingüistas, criptógrafos, botánicos, historiadores y especialistas en inteligencia artificial. Ninguna investigación ha logrado establecer con certeza su origen, propósito o significado. El volumen sigue siendo uno de los enigmas más persistentes en la historia de la escritura.