
De la redacción de INFORME DIGITAL
La foto del encuentro entre el gobernador Rogelio Frigerio y el ministro del Interior, Lisandro Catalán, dejó un detalle que se volvió político: Joaquín Benegas Lynch, referente liberal y candidato a senador, participó de la reunión con el libro “Estado y Mercado” del economista Bautista Alberto Müller Williman, mientras se abordaban temas vinculados a Salto Grande y la política energética de Entre Ríos.
La coincidencia no fue menor. Benegas Lynch había generado controversia meses atrás al afirmar que “había que privatizar Salto Grande”, lo que desató críticas de dirigentes y sindicatos entrerrianos.
Poco después, salió a aclarar que sus declaraciones fueron “sacadas de contexto” y desvirtuadas por un medio “que no recibe pauta oficial”, al que acusó de manipular sus dichos con fines políticos.
“Yo no dije que haya que privatizar Enersa o Salto Grande, eso fue tergiversado”, aseguró, intentando cerrar la polémica.
El libro y el contexto
El texto que sostenía en la mano —“Estado y Mercado”— expone los fundamentos del liberalismo clásico y el anarcocapitalismo, con fuertes críticas al intervencionismo estatal.
Lejos de contradecir su visión, el libro refuerza su ideología: limitar el rol del Estado en la economía, devolver soberanía al individuo y defender la competencia como eje de justicia social.
Pero en una reunión donde se habló de energía pública, infraestructura y recursos federales, el gesto fue leído como un símbolo incómodo, especialmente en una provincia que históricamente reclama autonomía sobre Salto Grande.
Entre teoría y política
Catalán y Frigerio firmaron en Paraná una adenda al Fondo Fiduciario Federal de Infraestructura Regional, analizaron la deuda previsional con la Caja de Jubilaciones, y revisaron obras viales y proyectos energéticos.
En ese marco, el libro en manos de Benegas Lynch pareció representar la tensión entre la doctrina liberal pura y la realidad política entrerriana, donde el Estado sigue siendo actor clave en obras, energía y financiamiento.
El gesto —intencional o no— se convirtió en una imagen que resume el dilema del oficialismo libertario: cómo sostener un discurso de “menos Estado” en provincias que dependen de recursos e infraestructura pública.