Sábado, 2 de agosto de 2025   |   Nacionales

El desconcertante “riesgo Kuka” y la racionalidad cuestionable en la toma de decisiones

Vincular a la derechista vicepresidenta y al progresista premio Nobel no fue algo táctico: revela cómo piensa el Presidente a la política.
El desconcertante “riesgo Kuka” y la racionalidad cuestionable en la toma de decisiones

La crónica del último no reportaje a Javier Milei (la definición de no género periodístico corresponde al relator deportivo Alejandro Fantino) debería ser considerada por los historiadores del futuro. Más allá de lo que se dijo, es necesario leerla desde otra perspectiva. Importan más lo que enuncian, muestran y denotan. No se trata únicamente de las menciones al dólar y a las turbulencias económicas, sino de cómo actúa el Presidente, cómo concibe la política y cuáles son sus límites y potencialidades. Tanto Milei como su exaltado ministro de Economía, Luis Caputo, abordaron el “riesgo Kuka” como un factor económico. El Presidente fue más allá al afirmar sobre Victoria Villarruel: “La traidora dio lugar a una sesión ilegal para que rompan el equilibrio fiscal”. En la misma entrevista, vinculó al premio Nobel Joseph Stiglitz dentro de una supuesta confabulación orquestada por el kirchnerismo, asegurando: “Mandan a la basura de Stiglitz a pronosticar el apocalipsis”. Milei no duda de que existe una especie de alianza internacional donde Villarruel, Stiglitz y una entidad llamada “los kirchneristas” organizaron la corrida que vivimos.

La primera pregunta que surge es si se trata de una estrategia. Cualquier descripción del populismo parece incluir la fijación de un “enemigo” como parte de su táctica. Establecer un “nosotros” en tiempos de un oficialismo dañado, que agrupa a diversas personas, podría generar una suerte de mística. Es bien sabido que la política no solo se alimenta de ideas y razonamientos. Apelar a la pasión es más que una estrategia y es algo que los extremos del mundo conocen a la perfección. Crear territorio en la virtualidad genera efectos en la realidad, más allá del ámbito de streamings y redes.

Cristián Sucksdorf, en un texto titulado “Capitalismo espectral y forma subjetiva”, indica que hay determinados contextos de subjetividad que permiten el avance de ciertas ideas políticas. Afirma: “Para que el sujeto encuentre los poderes sociales de los que participa como poderes propios de las cosas, hace falta algo más: que las mercancías se totalicen. Esto es, que la ‘totalidad de las necesidades, goces, capacidades, fuerzas productivas, etcétera’ (como define Marx a la riqueza en los Grundrisse) aparezca representada en un ‘inmenso arsenal de mercancías’. Es el inmenso arsenal, y no la mercancía individual, el que establece la forma fetichista del sujeto, ya que ante ese vasto arsenal, la totalidad de sus propias prolongaciones (necesidades, goces, capacidades, etc.) se manifiestan bajo esa forma. Sin embargo, esta forma no es propia de la mercancía, sino de su inmenso arsenal, que no es más que el capital.” Las sociedades buscan establecer sus propios caminos de subjetivación y, en este contexto, el Gobierno se presenta como un canal posible de ciertas estructuras que circulan. La sociedad hipertecnologizada es la más predispuesta para este tipo de aventuras.

Situar a Villarruel y Stiglitz en algo similar a un mismo aparato político sostiene ese sustrato, esa condición de posibilidad de las sociedades actuales. Y creemos que esto no responde a una estrategia, sino a una convicción. La manera en que Milei entiende el mundo no es solo económica o ideológica; se relaciona con su mirada, su educación, sus referencias y también con la forma que adopta su personalidad, al menos en público. Citemos a Daniel Pereira Andrade, en un trabajo previamente mencionado, “Crisis de la economización en el populismo de extrema derecha”. Allí, al referirse a Jair Bolsonaro, el autor sostiene: “El recurso al misticismo para explicar los fenómenos del mercado no nació de las crisis globales recientes. Desde comienzos del siglo XXI, la falta de claridad respecto a los mecanismos de generación de riqueza en un capitalismo globalizado y especulativo, basado en el trabajo precario, ha favorecido la ‘difusión exuberante de prácticas ocultas innovadoras y de magia para atraer dinero’ (Comaroff & Comaroff, 2000, p. 292). La fantasía de una abundancia alcanzada sin esfuerzo alimentó la creencia en otras ‘manos invisibles’ que supuestamente gobiernan el mundo económico y social. Tras el colapso financiero de 2008, ese saber/poder místico-religioso se reconfiguró bajo la forma de conspiritualidades. Al responsabilizar a enemigos ocultos por las distorsiones en la competencia y en la distribución justa de las recompensas, estos discursos contribuyeron a salvaguardar la lógica de mercado como única alternativa política, reforzando los procesos de estigmatización y culpabilización de quienes cuestionan el orden establecido (O’Flynn, Monaghan & Power, 2014).”

La economía es una ciencia humana. Contiene dosis similares de historia que de matemáticas, y necesita tanto de la antropología como de la física. Hay en su sustrato tantos elementos de arqueología como de geología. Y, sobre todo, incluye política y psicología.

Cuando la psicología se manifiesta, como en el monólogo final del Presidente, quien actúa como ventrílocuo de un “termo de Milei”, la respuesta debería encontrarse más en la autenticidad que en la estrategia.

La palabra “paranoia” se convierte en la forma de hacer política. Jacques Lacan señaló tempranamente que la paranoia es, en su mecanismo esencial, un trastorno de la función del yo (moi) en relación con el otro, donde el sujeto, al no poder simbolizar adecuadamente esa alteridad, la proyecta como persecución. Es una definición clásica. El psicoanalista italiano Luigi Zaja la transformó en una definición aplicable a la política: “Cada definición, procedente de las más diversas escuelas de psiquiatría, nos remite, invariable e indefectiblemente, como la paranoia misma, a la primera de todas, que los franceses ya utilizaban a principios del siglo XIX: folie raisonnante o folie lucide. Todas las reflexiones sobre la paranoia nos recuerdan que pertenece, al mismo tiempo, a dos sistemas de pensamiento: al de la razón y al del delirio. La paranoia es infinitamente más difícil de diagnosticar que otros trastornos mentales, porque sabe disimularse en el interior de la personalidad del paranoico.”

La contracara del miedo, la captación de la insatisfacción y desafección política, es la puerta de entrada para comprender cómo cierto sector social acepta este tipo de discursos. Allí donde la razón se abandona y todo se transforma en síntoma, signo y símbolos.

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