
El clima ha sido implacable este año para los productores algodoneros del norte argentino. Sequías durante el desarrollo del cultivo, lluvias excesivas en el momento de la cosecha y heladas fuera de fecha han complicado una campaña que comenzó con buenas expectativas. En el Chaco, departamentos como Dos de Abril, Almirante Brown, Comandante Fernández, Independencia, Chacabuco y Gancedo, así como zonas del este de Santiago del Estero, han sufrido daños significativos. En muchas áreas, se estima que la pérdida supera el 50%, y en algunos lotes específicos, se alcanza más del 70%. Sin embargo, el problema no se limitó a la caída de los rendimientos: también se vio afectada la calidad, lo que dificulta la venta y repercute en los precios.
Marino González, ingeniero agrónomo y productor, trabaja junto a otros técnicos en campos de Chaco, Santiago del Estero y San Juan. Relató que la campaña empezó con buen pie. “El algodón comenzó a sembrarse en octubre bajo condiciones muy favorables. Tuvimos una primavera con buena acumulación de agua, lo que alentó a muchos productores a sembrar”, compartió. Hasta ese momento, todo parecía ir acorde a lo previsto. Sin embargo, a partir de mediados de enero, el panorama cambió drásticamente.
Campo de algodón de Gonzalez
“Desde el 15 o 17 de enero, las lluvias cesaron. Experimentamos entre 60 y 70 días de sequía extrema y temperaturas muy altas. El algodón, al ser perenne, se defendió: eliminó las cargas, se deshojó y trató de regularse por sí mismo”, explicó.
En marzo, llegaron nuevas lluvias y el cultivo reaccionó, pero no logró completar su ciclo. “Desde la primera flor hasta conseguir una bocha madura se requieren 70 días. Y el 27, 28 y 29 de mayo, se presentaron tres heladas consecutivas en diferentes zonas. Se esperaban para el 10 o 15 de junio”, dijo.
Las consecuencias impactaron directamente en la calidad del algodón. “Las bochas que se estaban formando se convirtieron en agua, es decir, no abrieron. Y las que estaban abriendo se quedaron adheridas a la hoja”, explicó.
Esto afectó también la cosecha y el procesamiento. “Cuando la máquina cosecha, inserta esa hoja, que es como un alambre, dentro de la fibra y mezcla todo. Y cuando llega a la desmotadora —que es la fábrica que separa la semilla de la fibra—, esa calidad no se cumple y termina siendo descartada”, advirtió.
González enfatizó que el impacto fue generalizado. “Hubo numerosos lotes en Chaco, Santa Fe y Santiago del Estero que se sembraron adecuadamente, pero la sequía, la temperatura y las heladas afectaron todo”, resaltó. En su evaluación, las pérdidas oscilaron entre el 15 y 30% en los mejores casos, pero hubo lotes con pérdidas de hasta el 80%.
Mientras tanto, en los Bajos Submeridionales de Santa Fe, donde había más humedad, los rendimientos fueron buenos. “Allí el algodón no se detuvo y se lograron altos rendimientos”, señaló. Sin embargo, advirtió que la cadena de pagos ya empezaba a quebrarse, con una caída de 50 pesos por kilo de fibra justo cuando los productores más lo necesitaban para cubrir las pérdidas. “Es una tormenta perfecta: el producto no está, el precio baja y no hay pagos”, resumió.
En Bajo Hondo, al sur de Sáenz Peña, en Chaco, el productor Denis Konsimal también enfrentó una campaña muy complicada. Con un equipo técnico y basándose en un análisis de la humedad del perfil del suelo, decidieron sembrar más tarde para esquivar las altas temperaturas. “El algodón lo sembramos entre finales de diciembre y principios de enero, mucho más tarde de lo habitual. Hicimos esto para evitar el golpe de calor”, relató.
La estrategia permitió esquivar la sequía, pero no el exceso de agua. “Después de la ola de calor vino una lluvia y el cultivo intentó recuperarse. Cuando empezó a formar las bochas, tuvimos 15 o 20 días seguidos de lluvias. La bocha verde comenzó a pudrirse”, explicó. Luego, cayeron más de 400 milímetros en diez días. “Después de eso salió el sol, el cultivo mejoró un poco y enseguida llegó otro temporal. Todo quedó empapado”, relató. Por esto, en su zona, las heladas no tuvieron tanto impacto. “Lo que nos perjudicó fue la humedad. Tuvimos lotes listos para ser cosechados, pero todo quedó anegado. Vamos a levantar la mitad o menos”, proyectó.
Este año, estimaban que podrían haber alcanzado de 3000 a 3500 kilos por hectárea en promedio. Sin embargo, pensaron que el rendimiento final quedaría entre 1200 y 1300 kilos. “Calculamos una pérdida del 50 o 60%. Había sido un año excelente, pero se desmoronó”, comentó.
Juan Konsimal; Denis Konsimal; Milton Konsimal
En el departamento Dos de Abril, al sudoeste del Chaco, la situación fue diversa: la lluvia simplemente no llegó. De los 900 milímetros esperados para el ciclo, cayeron menos de 300. Gustavo Szkamarda, quien sembró 4000 hectáreas de algodón, estimó pérdidas del 70% en los rendimientos y solo logró cosechar la mitad de la superficie. “Solemos obtener entre 600 y 700 kilos de fibra por hectárea. Este año, en algunos lotes no cosechamos nada. En otros, apenas 150 kilos por hectárea”, explicó.
Szkamarda destacó que dentro del mismo departamento, las condiciones variaron. En el centro llovió un poco más, pero en el este y suroeste —donde él trabaja— casi no hubo precipitaciones. “Estamos muy preocupados. Tuvimos lotes que, desde que disminuyó la sequía a finales del año pasado, comenzaron a recibir algo de agua: la última lluvia importante fue el 31 de enero y no volvió a llover hasta el 23 de marzo. Desde entonces hasta hoy, en algunos lotes cayeron 87 milímetros, en otros 120 y en los mejores, 200”, описó.
La soja de Szkamarda impactada por la falta de precipitaciones
El problema radica en que esto no solo afectó el rendimiento, sino también la calidad. “Todas las características del algodón sufrieron: el grosor del hilo, la longitud… Y nos cuesta comercializarlo porque hay mucha oferta de mala calidad. Es complicado ubicarlo”, señaló.
A esto se suma que la sequía no afectó solo a los cultivos. La ganadería también quedó comprometida. El productor realiza ciclo completo, incluyendo feedlot. También cultivó trigo, girasol, maíz, sorgo y soja. “La hacienda consume agua de las napas, y con tres años consecutivos de sequía, estas no se han recuperado”, alertó. “Por ello, la situación en el norte es preocupante”, concluyó.