
El gobierno de Donald Trump ha puesto en marcha una de las iniciativas marítimas más ambiciosas desde la década de 1970: contener la expansión de la red portuaria china y reforzar el control occidental sobre terminales estratégicas en todo el mundo.
Según lo afirmado a la agencia de noticias Reuters por tres fuentes cercanas al plan, la Casa Blanca considera que la creciente presencia de Beijing en los mares representa un riesgo estratégico que podría dejar a Washington en desventaja en caso de conflicto. La principal preocupación es que la flota mercante estadounidense no está preparada para brindar apoyo logístico militar en tiempos de guerra, lo que obliga a depender en exceso de barcos y puertos extranjeros.
Entre las alternativas que se evalúan figura el respaldo a compañías privadas de Estados Unidos y Europa para adquirir participaciones chinas en puertos clave. Como ejemplo, las fuentes mencionaron el interés de BlackRock en los activos portuarios de CK Hutchison, que opera en 23 países, incluido el estratégico Canal de Panamá.
Uno de los escenarios más sensibles es el puerto griego de El Pireo, donde el gigante chino COSCO posee el 67% de la Autoridad Portuaria. Situado en el Mediterráneo oriental, este enclave funciona como un nodo central en la ruta comercial que conecta Asia, África y Europa.
Funcionarios estadounidenses ya han vinculado a COSCO con el ejército chino, incluyéndola en la lista negra del Pentágono. Aunque esta medida no impone sanciones inmediatas, abre la puerta a restricciones futuras.
Algunos inversores chinos temen que Washington tenga intenciones de atacar las operaciones de COSCO en Grecia, según una fuente cercana a los mismos. “Estados Unidos busca debilitar la influencia internacional de China exagerando la ‘teoría de la amenaza china’ y usándola como excusa para presionar a los aliados en acuerdos sobre la cadena de suministro”, afirmó el Centro de Investigación para el Desarrollo del Consejo de Estado, un grupo de expertos oficial del gobierno chino, en un documento publicado el mes pasado.
Además de Grecia, España, el Caribe e incluso la costa oeste de Estados Unidos son regiones donde la influencia china genera preocupación en Washington.
El interés en la terminal de Kingston, en Jamaica, es considerado por el Departamento de Estado como un riesgo significativo: un puerto de aguas profundas que se considera vital para el comercio en el Caribe. Un informe del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales clasificó la presencia china en Kingston como la mayor amenaza a la seguridad de EE. UU. en toda América Latina y el Caribe.
China Merchants participa en la gestión de la terminal junto a la francesa CMA CGM, mientras que el grupo JISCO adquirió en 2016 la refinería de alúmina Alpart y el cercano Puerto Kaiser. Durante una visita a Kingston en marzo, el secretario de Estado Marco Rubio denunció las “prácticas depredadoras” de China y su estrategia de subsidiar empresas para hacerse con activos estratégicos.
Un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Jamaica aseguró desconocer cualquier solicitud de Washington para reducir la influencia china en el país. Sin embargo, voces como la del ex primer ministro Bruce Golding advierten: “Sospecho que habrá una presión cada vez mayor por parte de Estados Unidos para que desistamos de cualquier acercamiento creciente con China.”
Al mismo tiempo, la Comisión Federal Marítima de EE. UU. ha iniciado una revisión de cuellos de botella como el estrecho de Gibraltar y sigue de cerca las concesiones de COSCO en Valencia y Bilbao. No obstante, España ha negado haber recibido planteamientos oficiales de preocupación por estas inversiones.
China, por su parte, rechaza las acusaciones y defiende que su cooperación internacional se enmarca dentro del derecho internacional. Su embajada en Washington acusó a EE. UU. de “hegemonismo” y “coerción económica”. “China siempre se ha opuesto firmemente a las sanciones unilaterales ilegales e injustificadas, a la llamada jurisdicción de brazo largo y a las medidas que violan y socavan los derechos e intereses legítimos de otros países mediante la coerción económica, el hegemonismo y la intimidación”, afirmó un portavoz.
Mientras tanto, COSCO mantiene inversiones en los puertos de Los Ángeles y Long Beach. En Australia, la firma estadounidense Cerberus, vinculada al ex subsecretario de Defensa Stephen Feinberg, ha mostrado interés en adquirir el arrendamiento del puerto de Darwin, actualmente controlado por el grupo chino Landbridge. El primer ministro Anthony Albanese ha reiterado que su objetivo es devolver la gestión a manos locales.
Las tensiones crecen en un escenario donde China ya controla o arrienda más de un centenar de proyectos portuarios a nivel global, en el marco de su Iniciativa de la Franja y la Ruta. Según el Consejo de Relaciones Exteriores, hasta agosto de 2024, empresas chinas tienen participación en 129 proyectos portuarios en todo el mundo.
La brecha con Estados Unidos es notable: la industria naval china es 230 veces más grande que la capacidad de los astilleros estadounidenses, lo que, según estimaciones de la Armada norteamericana, tomaría décadas para equilibrarse.
Frente a este panorama, Trump ha impulsado medidas para reactivar la construcción naval local, ampliar la flota bajo bandera estadounidense y aplicar tarifas a los buques construidos o registrados en China que arriben a puertos estadounidenses. El mandatario también ha dejado entrever su interés en territorios estratégicos como Groenlandia, por su cercanía al Ártico y sus rutas marítimas clave.
Para los analistas, la disputa entre Washington y Pekín trasciende lo económico. Stuart Poole-Robb, fundador de la consultora KCS Group, sostiene que el riesgo no se limita a la competencia comercial: “La preocupación es que China pueda utilizar el control sobre estos activos para espionaje, ventaja militar o para interrumpir las cadenas de suministro durante crisis geopolíticas”, señaló tras conversaciones con fuentes de seguridad estadounidenses.
El especialista advierte: “Es probable que, a corto y mediano plazo, Estados Unidos continúe sus esfuerzos para contrarrestar la influencia china en áreas portuarias clave mediante la construcción de alianzas y asociaciones para equilibrar el poder y el crecimiento económico de China.”
El resultado es un pulso cada vez más abierto en aguas internacionales, donde ambas potencias miden fuerzas por el control de rutas, puertos e infraestructuras que definen el comercio y la seguridad del siglo XXI.
(Con información de Reuters)