
En un mundo donde las decisiones económicas influyen en la calidad de vida, la educación financiera se convierte en un recurso esencial. No obstante, en Argentina, este conocimiento sigue siendo escaso. El Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y el Banco Central (BCRA) posicionan al país en el puesto 37 de 39 en un ranking global, con apenas entre el 12% y el 18% de la población que comprende conceptos clave como el interés compuesto o el retorno de inversión. Estas cifras revelan una fragilidad estructural que impacta la vida cotidiana de millones de personas.
Maximiliano Leguizamo, referente en el sector bursátil y fundador de Taller de Inversiones, resume el problema: “La educación financiera no implica solo aprender a invertir en la Bolsa. Se trata de entender cómo gestionar los ingresos, optimizar el ahorro y tomar decisiones estratégicas para evitar el sobreendeudamiento y alcanzar estabilidad económica”.
La falta de conocimientos financieros básicos se traduce en un endeudamiento crónico, gastos desplanificados y dificultades para mantener un ahorro. En contraste, diversos estudios de la OCDE demuestran que las personas con una sólida educación financiera tienden a ahorrar de manera más regular, gestionan mejor sus deudas y logran una mayor tranquilidad económica.
Por qué es un recurso clave
Para muchos especialistas, el déficit educativo en este ámbito no solo se debe a la ausencia de contenidos en las escuelas, sino también a una cultura económica marcada por la inestabilidad.
Elena Alonso, especialista en finanzas personales, señala: “La inflación en Argentina ha llevado a que las personas piensen continuamente en gastar, consideran que no conviene tener dinero ahorrado y que no tiene sentido guardar pesos. Lo importante aquí es cambiar la perspectiva del corto al largo plazo”.
Alonso enfatiza que la educación financiera no se limita a aprender a ahorrar, sino a incorporar la planificación como un hábito de vida: “Podés ganar mucho o poco, pero si administrás mal tu dinero, terminarás en una situación peor que alguien que gana menos. El ahorro debe concebirse como una parte fundamental, una garantía de estabilidad, independientemente del contexto”.
Leguizamo coincide: “Entender cómo manejar el dinero no es un lujo, sino una necesidad. En la adultez, muchas personas se encuentran atrapadas en deudas, gastando sin planificación o sin saber cómo rendir su dinero”.
La educación financiera no se trata solo de aprender a ahorrar, sino de incorporar la idea de planificación como un hábito de vida (Alonso)
La enseñanza de conceptos como el presupuesto, el uso responsable del crédito, la distinción entre gasto e inversión, y la protección contra fraudes digitales son elementos que pueden marcar la diferencia entre un futuro incierto y uno predecible.
Programas y experiencias en acción
En los últimos años, distintas iniciativas públicas y privadas han buscado llenar este vacío.
El Banco Central, en colaboración con gobiernos provinciales, ministerios, universidades, entidades financieras y organismos nacionales e internacionales, impulsa programas educativos dirigidos a diversos públicos, con el fin de fomentar el desarrollo de capacidades y la salud financiera, priorizando a los sectores más vulnerables de la sociedad. Un ejemplo es el programa de capacitación virtual “La Educación Financiera en el Aula”. Entre 2020 y 2024, este programa se llevó a cabo en 10 provincias (Chaco, Catamarca, La Pampa, La Rioja, Misiones, Neuquén, San Juan, San Luis, Santa Fe y Tierra del Fuego).
Más de 20,000 docentes se inscribieron, alcanzando anualmente a cerca de 1,300,000 estudiantes. Hasta 2024, más de 6,900 docentes lograron certificar el curso, trabajando con 201,048 alumnos que, a su vez, difundieron estos conocimientos en sus entornos familiares y comunitarios, impactando a más de 128,000 personas.
Taller de Inversiones, la academia fundada por Leguizamo en 2017, ha capacitado a más de 30,000 personas a través de cursos y contenidos digitales. Desde la plataforma afirman: “La propuesta apunta a democratizar el acceso a la educación financiera, brindando herramientas prácticas y adaptadas a distintos niveles de conocimiento”.
El Banco Ciudad también ha avanzado con su programa “Finanzas para Crecer”, de carácter federal, que en 2024 alcanzó a más de 10,300 adolescentes de 184 instituciones educativas. La entidad firmó convenios con provincias como Entre Ríos para incluir talleres prácticos en escuelas secundarias. Guillermo Laje, presidente de la entidad, comentó: “Brindamos conocimientos a los jóvenes para que se desempeñen con mayor independencia y responsabilidad en la administración del dinero”.
Brindamos conocimientos a los jóvenes para que se desempeñen con mayor independencia y responsabilidad en la administración del dinero (Laje)
El programa combina bancarización temprana, apertura gratuita de cuentas, uso de banca móvil y billeteras digitales, junto con contenidos básicos sobre ahorro, inversión, presupuesto y ciberseguridad. Según Alicia María Fregonese, presidenta del Consejo General de Educación entrerriano, “se trata de dotar a los jóvenes de conocimientos y habilidades financieras que les permitan desenvolverse con independencia y planificar su futuro”.
Otras entidades financieras también implementan programas de educación financiera. Santander Río, por ejemplo, dispone de un micrositio con información, videos explicativos y juegos que facilitan el aprendizaje sobre finanzas.
Asimismo, la provincia de La Rioja se convirtió en pionera en 2025 al aprobar la Ley 10.824, que establece de manera obligatoria la educación financiera en todas las instituciones educativas públicas y privadas. La norma exige la enseñanza de nociones de economía, presupuesto, ahorro, inversión, crédito, consumo inteligente, digitalización financiera, impuestos, regímenes previsionales y seguros.
El programa tiene como objetivo mejorar la calidad de vida a través de la comprensión de las variables económicas cotidianas, fomentar el ahorro responsable, promover el crédito prudente y difundir instrumentos financieros para mipymes y sectores vulnerables. También incluye la prevención de fraudes virtuales y la ludopatía digital, temas centrales en un mundo cada vez más influenciado por la tecnología.
El diseño prevé un Comité Asesor con representantes del Ministerio de Educación, universidades, bancos y organismos ministeriales, que se reunirá dos veces al año para monitorear la implementación. La segmentación de destinatarios es amplia, abarcando desde jóvenes estudiantes hasta migrantes, beneficiarios de la seguridad social y personas en situación de vulnerabilidad.
Herramientas para las finanzas personales
Más allá de las políticas, diversas empresas ofrecen herramientas concretas para que las personas administren mejor sus recursos. Entre ellas, Brubank ha desarrollado guías y recomendaciones que se fundamentan en un principio básico: la importancia de registrar ingresos y gastos.
El registro de ingresos puede realizarse en una hoja de cálculo, una aplicación de finanzas o incluso en un cuaderno. Lo clave es la constancia. Además, llevar un control de gastos implica clasificarlos en categorías (hogar, transporte, entretenimiento, “gastos hormiga”). Estos últimos, aunque aparentemente pequeños, pueden sumar una diferencia considerable a final de mes.
Otro aspecto esencial es distinguir entre gastos fijos y variables. Los primeros son recurrentes y permiten una mejor planificación (alquiler, servicios, seguros, suscripciones). Los segundos varían cada mes y son los más fáciles de ajustar si se busca ahorrar (salidas, delivery, compras). Identificarlos ayuda a localizar oportunidades para reducir costos y mantener la estabilidad.
El siguiente paso es elaborar un presupuesto mensual, que sirva como un “mapa” para guiar las decisiones financieras. Este debe ser flexible, revisable y alineado a metas concretas, como ahorrar para un viaje o adquirir un vehículo. Una metodología común es la regla del 50-30-20, que propone destinar el 50% de los ingresos a necesidades, el 30% a deseos y el 20% al ahorro o inversión.
Armar un presupuesto implica identificar ingresos, listar gastos fijos, estimar gastos variables, asignar un porcentaje al ahorro y contemplar el pago de deudas. Brubank aconseja tratar el ahorro como un gasto fijo: reservarlo a comienzos de mes, antes de destinar el dinero a otros usos.
La fintech también subraya la importancia del consumo responsable: reflexionar antes de comprar, optar por calidad en lugar de cantidad, elaborar listas para evitar compras impulsivas y preferir la reparación sobre el reemplazo inmediato. Estas prácticas no solo benefician la salud financiera, sino que también tienen un impacto positivo en el medio ambiente.
Con la digitalización, bancos y fintech ofrecen aplicaciones que categorizan automáticamente los gastos y permiten revisar patrones de consumo. En el caso de Brubank, la sección “Análisis” de su app facilita esta tarea con resúmenes mensuales.
El desafío
La educación financiera ha dejado de ser un tema reservado a expertos o inversores para convertirse en una necesidad social. La evidencia internacional respalda que comprender la administración de ingresos, gastos, ahorro y deudas tiene un impacto directo en la calidad de vida.
Si bien Argentina enfrenta un retraso en este campo, se observan señales alentadoras: programas privados que democratizan el conocimiento, bancos que incorporan a los jóvenes en el sistema y provincias que legislan para incluir la educación financiera en el currículo escolar.
El desafío radica en coordinar a los distintos actores —Estado, escuelas, entidades financieras y sector privado— para cerrar la brecha existente. El objetivo está claro: cada persona, independientemente de su edad o nivel de ingresos, debe contar con las herramientas necesarias para tomar decisiones informadas, evitar el sobreendeudamiento y proyectar un futuro más seguro.