
El sector ganadero expresó profundo pesar por el fallecimiento de Adalberto “Kuki” Monasterio, empresario y referente de una familia vinculada al comercio de la hacienda desde hace más de siete décadas. Tenía 86 años y una extensa trayectoria.
Querido y respetado por sus colegas, Monasterio fue un apasionado de su profesión; su rectitud comercial intachable y su enorme vocación de trabajo lo consagraron como un verdadero referente del sector agropecuario argentino. Distintos referentes remarcaron que su nombre quedará asociado a la seriedad, al valor de la palabra empeñada y a la dedicación que siempre caracterizaron su forma de entender la ganadería.
Casado desde hace 62 años con María de la Roca, padre de tres hijos y abuelo orgulloso, Monasterio nació el 26 de diciembre de 1938 en el partido bonaerense de Daireaux. En el pequeño pueblo de La Larga, a 25 kilómetros de la ciudad cabecera, cursó la escuela primaria y comenzó a forjar su vínculo con el campo, una pasión que lo acompañó toda su vida.
La historia familiar se remonta a 1951, cuando su padre, Alfonso Monasterio, que se dedicaba a la ganadería en el campo familiar, fundó la consignataria que llevó el apellido como nombre de la sociedad
La historia familiar se remonta a 1951, cuando su padre, Alfonso Monasterio, que se dedicaba a la ganadería en el campo familiar, fundó la consignataria que llevó el apellido como nombre de la sociedad. Con el paso de los años, “Kuki” se incorporó al negocio, trabajando codo a codo con su padre y acompañando los remates en las ferias de la zona.
Fue “Kuki” quien decidió abrir nuevos horizontes comerciales y trasladar la empresa a Buenos Aires, incorporándola al histórico Mercado de Liniers como firma consignataria. Desde allí, con esfuerzo y visión, hizo crecer la compañía, que pronto sumó representaciones en todo el país, remates, ferias y de cabañas, sin descuidar nunca los establecimientos agropecuarios en su querido Daireaux.
Pasó el tiempo y su hijo Alfonso, único varón, siguió la senda trazada por su padre y hoy representa la tercera generación al frente de la empresa. “Lo recuerdo siempre hablando por la radio, recorriendo las pasarelas de madera en Liniers, martillo en mano. Con los amigos, dando un consejo; en los remates; siempre al pie del cañón. Viajaba mucho, a todos lados, no paraba nunca”, recordó en diálogo con LA NACION.
Para Alfonso, su mayor compromiso ahora es honrar la memoria de su padre a través del trabajo
Y añadió con afecto: “Me viene a la mente las peleas con él por el tema de los créditos en el mercado. Yo era el más duro, y mi padre le daba crédito a los amigos; después renegaba cuando no le pagaban, pero lo hacía porque confiaba en la gente”. En 2000, en busca de una sinergia comercial, la tradicional empresa familiar se transformó en Monasterio-Tattersall SA, cuando una firma chilena adquirió el 40% de la compañía. “Es la primera vez que ocurre algo así en nuestra actividad”, destacaba por entonces “Kuki” Monasterio, quien presidía la empresa.
A lo largo de los años que compartieron trabajo y viajes, padre e hijo construyeron una relación marcada por el aprendizaje
Aunque en 2006 decidió retirarse de la consignataria, por consejo de sus hijos, nunca se alejó del todo. Desde una oficina en el mismo edificio de la Avenida de Mayo, seguía atento el rumbo de la empresa. Además, continuó trabajando hasta el final en la administración de los campos familiares. “Disfrutaba del campo, sobre todo de las vacas, de ir a ver su rodeo. Hace un tiempo compramos un gran lote de vacas y se le iluminaba la cara cada vez que las veía”, contó su hijo.
Fue Kuki quien decidió abrir nuevos horizontes comerciales y trasladar la empresa a Buenos Aires, incorporándola al histórico Mercado de Liniers como firma consignataria
A lo largo de los años que compartieron trabajo y viajes, padre e hijo construyeron una relación marcada por el aprendizaje. “Cada charla en las rutas por el interior era una lección. Nunca era una conversación más; siempre había algo para aprender. En cada palabra se reflejaba su sabiduría, esa mezcla de lo que había aprendido de su padre y de lo que la vida misma le enseñó”, recordó Alfonso.
Más allá de los negocios, Monasterio fue un dirigente gremial comprometido. Durante varios años presidió las entidades que representan a los consignatarios, donde dejó una huella de respeto y honestidad. Quienes lo conocieron lo describen como “un hombre de palabra” y “una persona de consulta permanente”.
Más allá de los negocios, Monasterio fue un dirigente gremial comprometido
“Despedimos a Kuki Monasterio con gran pena. Una persona muy amable, de gran calidad humana. En síntesis, un caballero”, expresó Elvio Colombo, presidente de Colombo y Magliano SA. “Recuerdo una anécdota entre tantas: me encontraba de viaje en Estambul, en el mercado persa, y alguien me aprieta de atrás. Era Kuki, que me sorprendía y me preguntaba qué hacía allí. Un tipazo”, rememoró.
También Andrés Mendizábal (p) compartió palabras sentidas: “El origen de sus actividades fue en Daireaux y nuestra familia estaba instalada en la zona desde 1910, por lo cual mantuvimos una amistad y relaciones comerciales que perduraron en el tiempo. Lo más lindo fue ver cómo la relación pasó a la siguiente generación: su hijo Alfonso y el mío, Andrés, mantuvieron una amistad que fue más allá de lo comercial. Juntos, junto a otros, impulsaron el nacimiento del Mercado Agroganadero (MAG)”.
Para Esteban Sáenz Valiente, expresidente del MAG, el vínculo con Monasterio fue casi paternal. “No lo conocí en una relación comercial, sino más bien durante el proceso de mudanza del Mercado de Liniers a Cañuelas. Siempre apoyó la iniciativa que habíamos tenido con Alfonsito. Recuerdo que un día llamó por teléfono para felicitarnos por el proyecto que estábamos llevando adelante, y eso habla de la calidad de persona que era. Se va una gran persona, pero el legado sigue con su hijo”.
La familia Monasterio en un viaje por los 80 de Kuki
Con un mensaje lleno de afecto en , Alfonso lo despidió: “Papá, te fuiste y dejaste un legado gigante. Amigo, hermano, socio y colega, pero sobre todo un gigante. Por suerte, ninguna cuenta pendiente; te disfruté a morir. Hace 20 años decidí no discutir más y que disfrutes de la vida como lo hiciste, con la vieja y con todos nosotros. Siempre estarás conmigo. No me despido, porque en esta o en otra vida nos encontraremos. Abrazo, amigo”.
Por eso, para Alfonso, su mayor compromiso ahora es honrar la memoria de su padre a través del trabajo. “Seguir su legado es lo más importante. Me enseñó cómo se debe trabajar y vivir. No tengo deudas con él, porque todo el amor y el respeto se los dije en vida. Un día le pregunté cómo podía hacer para disfrutar tanto de la vida como él, y me dijo: ‘Porque gracias a Dios tengo un hijo que trabaja’”, recordó con emoción.




