
Han transcurrido 17 años desde el conflicto por la 125 y la relación entre el campo y la política, especialmente la legislativa, sigue siendo limitada. Aquella disputa en 2008, en la que la entonces presidenta Cristina Kirchner intentó imponer retenciones móviles, se tradujo en un severo recorte de la rentabilidad agrícola y llevó al agro al centro del debate legislativo. La mandataria buscó salir de un atolladero con el respaldo legislativo que creía asegurado a su favor. No obstante, la masiva movilización de productores, respaldados por los líderes rurales, logró captar la atención de la ciudadanía, que comprendió la esencia del conflicto: un atropello del Estado hacia la sociedad. Fue el sector agropecuario quien inicialmente detuvo el embate del kirchnerismo.
A partir de esa experiencia, a pesar de algunos esfuerzos individuales, el trabajo de los llamados “agrodiputados” no prosperó. Queda por debatir si su falta de éxito se debió a la falta de apoyo o a la propia dinámica de los partidos que los absorbió.
Hoy, emergen intenciones de fortalecer ese vínculo entre el campo y la política. Un ejemplo es la Fundación Barbechando, que mira al modelo de la “bancada rural” en el congreso brasileño. Allí, legisladores de distintos partidos trabajan juntos en la discusión de proyectos de ley relacionados con el agro. No es casual que Brasil, a pesar de los diferentes signos ideológicos de sus gobiernos en los últimos 30 años, no haya implementado una política de apropiación de los recursos agropecuarios como los Derechos de Exportación (DEX).
Con las elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires a la vuelta de la esquina, resalta la escasa presencia de los temas agropecuarios en el debate público. Podría afirmarse que otros temas productivos también pasan desapercibidos y que la única preocupación parece ser la ubicación de los candidatos en las listas electorales.
La provincia de Buenos Aires, hay que recordarlo, es la principal productora de soja y trigo, la segunda en maíz y concentra el mayor stock de ganado vacuno. Fuera del conurbano y de las ciudades más grandes, sus habitantes están ligados, directa o indirectamente, a la ruralidad. Sin embargo, estas cuestiones no aparecen en la discusión.
Por ello, resulta un aporte relevante el documento elaborado por la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap), que resume las principales preocupaciones del agro bonaerense y presenta propuestas relacionadas con el campo. Entre los puntos abordados se encuentran la presión impositiva, la infraestructura, la distorsión del gasto en los municipios, una nueva ley de fitosanitarios y la seguridad rural.
A pesar de que en la actual legislatura hay representantes del agro (como Luciano Bugallo o Silvina Vacarezza, entre otros), la política parece desconectada de los problemas productivos. El desafío de romper con esta inercia recae también en quienes se postulan en las próximas elecciones, como es el caso del espacio republicano que lidera María Eugenia Talerico, con nombres como Andrea Passerini, Pedro Vigneau y Ariel Bianchi. En el ámbito de los libertarios, se presentará Guillermo MacLoughlin, quien en realidad es parte del Partido Demócrata y cuenta con amplia experiencia en entidades rurales. Además, en la coalición que integran el radicalismo, el peronismo disidente y la Coalición Cívica, se postulará el productor ganadero Andrés De Leo.
Aparte del tema legislativo, la entrada a la arena política de @bumpercrop, el productor y asesor José Álvarez, ha generado revuelo. Álvarez, con gran influencia en la red social X, anteriormente conocida como Twitter, formará parte del “Consejo de la Libertad”, creado por el presidente Javier Milei, cuyo objetivo es enfocar la atención en el Estado bonaerense y buscar formas en las que el sector privado recupere protagonismo.
Hasta ahora, la política ha sido más un factor de riesgo para la producción que una herramienta para encontrar soluciones a los problemas del sector. La participación en esas estructuras ha estado más marcada por los desengaños que por los logros (siempre que no se busque la perpetuación, claro). Sin embargo, el campo enfrenta el reto de tener más peso en las decisiones económicas que se toman en todos los niveles de gobierno. Se conoce el resultado cuando sucede exactamente lo contrario.