En gran parte del territorio agropecuario argentino, la baja fertilidad de los suelos es una limitación considerable para el crecimiento óptimo de los cultivos, lo que a su vez restringe las posibilidades de alcanzar rendimientos adecuados en relación con la disponibilidad de otros recursos productivos.
Numerosos estudios y evidencias empíricas han demostrado que cada vez es más común el cultivo de variedades de cosecha y pasturas en suelos que carecen de los nutrientes necesarios para un desarrollo adecuado de las plantas. Ante esta situación, el uso de fertilizantes se ha convertido en una práctica agronómica fundamental en la mayoría de las regiones agrícolas del país, abarcando diversas modalidades de producción. En el caso de los cultivos anuales, más del 85% de la superficie destinada a cereales—tanto de invierno, como trigo y cebada, como de verano, como maíz—recibe fertilización anualmente. En soja y girasol, la fertilización es menos común, alcanzando en las últimas campañas algo más del 60% de las áreas cultivadas. Este reconocimiento de la necesidad de nutrientes adicionales para mejorar la productividad de los cultivos se centra en dos elementos clave: fósforo y nitrógeno, aunque no siempre coincide con las necesidades para una respuesta eficiente en crecimiento y rendimiento.
Además, la implementación de la fertilización se realiza mediante diversas estrategias de manejo, cuyo análisis permite identificar decisiones que optimicen los resultados en los cultivos y los sistemas productivos.
El objetivo de este artículo es describir y analizar el uso habitual de fertilizantes en la agricultura argentina, así como las brechas en su aplicación y algunas prácticas que podrían contribuir a reducirlas.
Una aplicación eficiente y responsable de fertilizantes demanda conocer la fertilidad del suelo y tomar decisiones de manejo acordes con objetivos específicos a diferentes escalas. En este sentido, desde 2016, la asociación Fertilizar AC, junto a investigadores del sector público y privado, ha desarrollado una red de ensayos con secuencias agrícolas continuas. En este marco, se estudia el impacto de cuatro esquemas de manejo nutricional en los rendimientos y la sustentabilidad del sistema productivo. Las estrategias evaluadas incluyen: (i) control sin fertilización, (ii) fertilización frecuente según los usos habituales en la región, (iii) fertilización ajustada para alcanzar rendimientos medios regionales, y (iv) fertilización destinada a lograr rendimientos altos y potencialmente alcanzables en cada área. En un total de 95 ensayos realizados a lo largo de siete campañas, en 16 sitios y con 9 cultivos distintos, se observó una pérdida de rendimiento promedio del 32% cuando no se aplicó fertilización, con un deterioro anual en la producción de granos cercano al 1%.
A pesar de que las prácticas frecuentes de fertilización incrementan los rendimientos, aún existe una diferencia del 17% en la producción (conocida como “brechas de aplicación”) en comparación con el manejo orientado a altos rendimientos, y un 7% respecto a las recomendaciones para producción media. Recientemente, se han incorporado sitios de evaluación en las regiones del NOA y NEA, cuyos resultados preliminares reflejan patrones similares a los observados en la región pampeana.
En todos los casos, las recomendaciones medias se fundamentan en un diagnóstico de las limitaciones del suelo y en la definición de expectativas de producción, para implementar estrategias de nutrición balanceada que aborden los elementos deficitarios con oportunidad y en las cantidades adecuadas para el crecimiento de las plantas. Estas estrategias varían entre cultivos y dentro de cada región, considerando las condiciones específicas de los suelos y del entorno de producción (como los patrones de precipitaciones), lo que exige ajustar las dosis de fertilizantes según el rendimiento esperado y el manejo (ubicación y momento de aplicación de la práctica).
En general, ante las inciertas condiciones edáfico-climáticas que predominan en gran parte de la región productiva, resulta conveniente diseñar estrategias de aplicación anticipada que respondan a la máxima demanda de los cultivos, respetando las condiciones que favorecen la disponibilidad de nutrientes en el suelo.
Una fertilización balanceada, oportuna y ajustada a los requerimientos de los cultivos puede contribuir a reducir las brechas entre la práctica habitual y el uso preciso de las herramientas de diagnóstico y manejo disponibles en el área.
En Argentina, es posible mejorar la eficiencia de la fertilización mediante diagnósticos de suelos y expectativas productivas adaptadas, seleccionando fertilizantes y estrategias de aplicación de acuerdo con las condiciones específicas de cada región productiva.
El autor es docente de la Universidad de La Pampa e investigador del Conicet.