
Hace dos años, el presidente Javier Milei asumía con 36 diputados, sin ningún gobernador ni intendente. Tenía un partido en formación, minúsculo, con algunos armadores provenientes de otras fuerzas que habían fracasado y un puñado de seguidores sin trayectoria política. Hoy su espacio muestra un crecimiento de diputados cercano al 300% si se cuentan a los del PRO que lo acompañan en todas las votaciones; además, varios gobernadores e intendentes ya se pintaron de violeta y La Libertad Avanza es considerado el único proyecto político nacional. Todo esto ocurrió en apenas dos años. Y no fue obra de las fuerzas del cielo sino de los argentinos que decidieron elegir, creer y sostenerlo; en cualquier otra circunstancia semejante la gobernabilidad habría sido inviable.
En el libro “Lo bueno, lo malo y lo feo, dos años de Milei”, el sociólogo Marcos Novaro reflexiona sobre este período al sostener que muchos argentinos lo percibieron como “el remedio amargo y desagradable que hay que soportar para curar una enfermedad que se arrastra desde hace demasiado tiempo, un costo que pagar”. Usa la imagen de “un clavo que saca otro clavo” al referirse al kirchnerismo y concluye que no sabe si los argentinos merecen a Milei “pero sin duda el kirchnerismo se lo merece, ha hecho hasta lo inimaginable para convocarlo y hacerlo posible”.
Sin “obnubilarse con el embalaje que muestra tanto como oculta”, Novaro advierte que hay que estar atentos a “cómo lo feo puede convertirse en malo”. Señala, además, que existe “algo peor que una estrategia equivocada: una estrategia equivocada por malas razones, porque si la estrategia falla, se corrige; pero si las razones son equivocadas, no se percibe el fallo”.
Pero todo comenzó otro 10 de diciembre, hace cuatro años, cuando Milei asumió su banca junto a Victoria Villarruel, su única compañera de bloque. Es decir, en cuatro años el bloque de LLA en el Congreso pasó de dos diputados a 95, de ser uno de los más pequeños a convertirse en la primera minoría parlamentaria.
Al mismo tiempo, en estos dos años de Milei, según informes del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), cerraron 30 empresas por día y se perdieron 276 mil puestos de trabajo, es decir, 430 por día. Se trata de empleos registrados, que son más fáciles de computar; no existen registros confiables sobre la pérdida de empleos informales.
Asimismo, la inflación pasó de un promedio 65% anual en los cuatro años del gobierno de Alberto Fernández a la mitad; aunque cabe decir que el último año fue del 180% y, descontado lo generado en diciembre por el gobierno entrante, quedó alrededor del 150% a un quinto de eso, motivo por el cual algunos índices de pobreza muestran mejoras pese a la pérdida de empleo.
Frente a estos números, el experto en pobreza, el sociólogo Agustín Salvia, sostuvo que la baja de la pobreza que exhibe el Gobierno no refleja una mejora estructural, sino un efecto estadístico por la estabilización inflacionaria y ciertos aumentos puntuales de ingresos. Advirtió que los salarios continúan por debajo de 2017, que la recuperación es “muy parcial” y que la pobreza estructural permanece igual o peor, debido a la ausencia de creación de empleo y de una reactivación económica sostenida.
A pesar de todo, Milei es por lejos el político más popular en el país medido por todas las encuestas. Evidentemente, hubo un movimiento profundo en las placas tectónicas sociales: ingresó un relato, un conjunto de ideas que se instalaron y que, a pesar de la situación objetiva y las privaciones que padece la mayoría, la mayor parte de los argentinos decidió acompañar a este presidente, optó por quererlo.
En materia de transformación legislativa, el gobierno de Milei no tiene parangón reciente. Desde su inicio impulsó dos grandes iniciativas legales que, entre fines de 2023 y 2024, concretaron cambios importantes en la estructura económica y política del país. El DNU 70/2023, que originalmente contenía 366 artículos, permanece vigente en buena parte, pese a haber sido objetado parcialmente por el Congreso en algunos títulos.
La principal excepción fue el título IV de la reforma laboral, cuyos artículos fueron suspendidos por la vía judicial a principios de 2024 tras una acción de la CGT. Por su parte, la Ley Bases tuvo un primer intento bajo la forma de la Ley Ómnibus de 644 artículos y terminó convertida en una iniciativa más recortada, aunque todavía ambiciosa, de 238 artículos. Entre sus modificaciones figuraron la derogación de la Ley de Alquileres, cambios al Código Civil y Comercial (especialmente en libertad de contratación y obligaciones en moneda extranjera) y la desregulación de normas económicas como la ley de abastecimiento.
La posterior Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos (Ley 27.742), sancionada en julio de 2024, consolidó y reemplazó parcialmente el DNU, incorporando además cambios propios y decisivos que ya están vigentes. Entre ellos se declaró la emergencia pública en varias materias (económica, financiera, energética y administrativa) por un año, delegando amplias facultades en el Poder Ejecutivo para actuar en esos ámbitos.
En lo laboral, la Ley de Bases aprobó una modernización que redujo el período de prueba a seis meses, ampliable, y eliminó multas por empleo no registrado; cambios que ya fueron reglamentados. En el terreno de las empresas estatales, la ley autorizó la enajenación —privatización total o parcial, o concesión— de compañías públicas como ENARSA, Corredores Viales e Intercargo. Si bien la norma está aprobada, resta concretar los procesos de venta mediante la ejecución del Poder Ejecutivo.
Finalmente, el RIGI (Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones), que otorga sustanciales beneficios fiscales y aduaneros a proyectos de inversión, fue incluido en la Ley de Bases; su impacto real dependerá de la puesta en marcha de los grandes emprendimientos que se acojan al régimen.
Estas iniciativas gubernamentales encontraron fuerte resistencia en la oposición, el sindicalismo, los movimientos sociales y amplios sectores de la población que se movilizaron de modo independiente. La llamada oposición dialoguista, liderada por figuras como Miguel Ángel Pichetto, logró que se introdujeran reformas y se derogaran artículos polémicos que restringían derechos como la reunión y la manifestación, entre otros. Esto produjo empates en varias normas de la Ley de Bases en el Senado y llevó a que la vicepresidenta Villarruel —ahora enfrentada con Milei— tuviera que desempatar en un momento dramático de la política argentina.
Pero no todo el debate fue económico en estos dos años de gestión. El Gobierno impulsó lo que denominó la batalla cultural, una cruzada ideológico-discursiva contra valores progresistas que forman parte del consenso democrático argentino y occidental. El respeto por la diversidad en identidad de género y orientación sexual, las demandas por igualdad que impulsa el feminismo, la condena a los crímenes de la última dictadura militar en nuestro país y el propio concepto de justicia social, alimentado por la doctrina social de la iglesia en el siglo XIX, fueron combatidos por Milei, por otros miembros del Gobierno y por un ejército de trolls oficialistas que, algunos pagos y otros militantes, inundaron las redes con mensajes de odio y propaganda ideológica de extrema derecha.
Si bien hubo varios episodios de gran tensión, entre ellos videos oficiales prácticamente negacionistas de los crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura entre 1976 y 1983, el discurso de Milei en Davos —donde afirmó que “la ideología de género en sus facetas más extremas llevaba a la pedofilia”— fue la gota que colmó el vaso para buena parte de la sociedad. Eso originó en febrero de 2025 una movilización antifascista en la Ciudad de Buenos Aires que reunió a cientos de miles de personas y, probablemente, superó el millón a nivel nacional. Junto con las protestas en defensa del presupuesto universitario, fueron las movilizaciones más importantes durante este Gobierno.
Sobre sus declaraciones en el Foro de Davos, Milei alegó luego que el video había sido editado; y en relación con el presupuesto universitario, pese a que hubo recortes, se mostró dispuesto a revisar partidas que dejaban a muchas universidades al borde del cierre. Los docentes universitarios mantienen sus reclamos. Hoy, un ayudante de trabajos prácticos cobra cerca de 600 mil pesos mensuales y son quienes sostienen la mayor parte de las clases.
En el último año el Gobierno experimentó una verdadera montaña rusa política y económica. Hubo momentos en que pareció volverse hegemónico y estar en condiciones de permanecer más de un mandato, y otros en que corrió serio riesgo de derrumbe, hasta el punto de que la palabra asamblea legislativa resonó como no ocurría desde 2001.
Entre marzo y octubre, Milei recibió una seguidilla de palizas legislativas que dejaron a su gobierno en completa minoría. La oposición articuló causas transversales —haberes jubilatorios, presupuesto universitario, protección a las personas con discapacidad y respaldo a los profesionales del Hospital Garrahan— que, además de movilizar masivamente en las calles, obtuvieron fuertes mayorías en el Congreso. En dos ocasiones se alcanzaron los dos tercios en ambas cámaras para anular vetos presidenciales sobre leyes opositoras que protegían el presupuesto universitario y a las personas con discapacidad.
Frente a esas enormes mayorías, Milei decidió no acatar esas leyes. Este quizás sea uno de los rasgos más peligrosos del Gobierno: el hecho de que el Poder Ejecutivo pasara por encima del Legislativo constituye una violación flagrante de la división de poderes y un paso al margen de la democracia. Si esta tendencia se profundizara, estaríamos hablando de otro tipo de régimen. Por ahora no se avanzó en esa dirección definitiva, aunque tampoco ha existido la necesidad política porque las mayorías opositoras se impusieron mediante votaciones con todas las garantías. No obstante, conviene llamar la atención sobre este aspecto, que no se debate lo suficiente en los medios ni en el espacio público.
Las continuas derrotas legislativas de Milei hicieron que los mercados, que hasta entonces obtenían ganancias extraordinarias por las elevadas tasas de interés, empezaran a dudar de que el Gobierno pudiera sostener esas políticas debido a su debilidad institucional, y se desencadenó una crisis macroeconómica. El dólar rompió la banda de 1500 pesos y se empezaron a vaciar las reservas.
Esta combinación de factores desembocó en una derrota contundente en las elecciones bonaerenses del siete de septiembre: Milei perdió por trece puntos ante un peronismo ordenado detrás del gobernador Axel Kicillof y la crisis se agravó. Parecía entonces que Milei quedaba fuera del gobierno. Pero, como se sabe, una semana antes de las elecciones legislativas nacionales, el 21 de octubre de este año, el titular del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, publicó el siguiente tuit.

Sólo con ese tuit y otro de Donald Trump en el que condicionaba el respaldo económico a la Argentina a que Milei ganara las elecciones, se produjo un sismo electoral y finalmente el Gobierno triunfó en todo el país, incluso en la Provincia de Buenos Aires.
Desde entonces, Milei pasó a la ofensiva y hoy impulsa la aprobación del presupuesto 2026, que mantiene el ajuste fiscal junto con la reforma laboral y la reforma tributaria. Con matices y debates, todo indica que la sanción se dará a favor del Ejecutivo. Pero esto es Argentina: siempre puede haber sorpresas y nadie puede confiarse.
Es complejo escribir una columna objetiva sobre los dos años de este Gobierno. El presidente mantiene un encono particular con el periodismo independiente y, en especial, con Perfil. Aun así, procuramos no tomarlo como algo personal y considerarlo como un elemento más para analizar a un Ejecutivo totalmente atípico en su grado de ruptura, aunque categóricamente populista, como otras expresiones que se han visto en el pasado.
Si hay que reconocerle un mérito a Milei, es que instaló la discusión sobre la necesidad del orden fiscal y situó el debate macroeconómico fuera de los tabúes que había impuesto el kirchnerismo. Si tuviésemos que hacer una sola crítica, deberíamos decir que es el Gobierno que más allá llevó el concepto del adversario político, del que piensa diferente como enemigo.
Esperamos que esa tendencia antidemocrática sea contenida por los dirigentes más sensatos y democráticos del entorno gubernamental y que la reciente moderación en los insultos sea la antesala de una convivencia democrática más sólida. En lo económico, parece difícil que un plan basado en el endeudamiento y centrado únicamente en la exportación de minerales, productos agropecuarios y energía, mientras se abren las importaciones, genere un país para la mayoría de los argentinos.
Como siempre decimos, esperamos equivocarnos; le deseamos a Milei el mayor de los éxitos y, muy especialmente, que todos los argentinos que “eligieron querer” no sean defraudados.
Dos años de Milei, “el Loco”, como él mismo admitió que lo llamaban en reiteradas etapas de su vida. En el tarot, el loco es el personaje que inicia una aventura de origen incierto. Esperemos que esa aventura nos acerque a la solución de las muchas taras que tenemos como país.
Producción de texto e imágenes: Matías Rodríguez Ghrimoldi
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