Domingo, 19 de marzo de 2006   |   Municipales

DE DEALERS, PORROS, PEDAZOS Y EL PECULIAR OFICIO DE DELIVERY

Despreocupados, sin presiones, hay jóvenes que se sientan en el Parque, la Costanera o alguna plaza a fumar. Con 20 o 25 pesos pueden comprar lo suficiente como para armar alrededor de 30 cigarrillos.
Para los conocedores, el olor agridulce de la marihuana suele ser un aroma habitual en algunos paseos públicos al caer la tarde.
No es infrecuente ver grupos de jóvenes en el Parque Urquiza, en la Plaza Alvear o en zonas aledañas compartiendo un cigarrillo armado, el que se pasan de pitada en pitada. El porro (el diccionario de la Real Academia Española acepta el término, de origen inca, al que define como “cigarrillo liado, de marihuana, o de hachís mezclado con tabaco”) se fuma así, compartido.
Consumir un porro en Paraná es mucho más sencillo de lo que parece, o de lo que se admite, o, peor, de lo que se habla.
A pesar de que se acostumbra decir que las denominadas drogas blandas (con bajos niveles de adicción y toxicidad) son el inicio o salvoconducto hacia otras de mayor peligrosidad, en la ciudad el consumo de marihuana es el más generalizado, y de acceso más sencillo que la cocaína.
Si son certeras las teorías que hablan de una división del mercado de la droga por zonas geográficas, se podría decir que a ésta parte de Entre Ríos no le ha tocado, todavía, otras sustancias, quizás por la limitada capacidad económica de los consumidores, por los controles policiales o por una cuestión de comodidad en el traslado de las mercancías.

TRANSACCIONES. Indagar en ese mercadeo, echar una mirada detenida requiere de fuentes anónimas, por lo que cabe aclarar que los nombres de quienes testimoniaron fueron cambiados. Andrés tiene 20 años y desde los 16 fuma porros. Comenzó junto con un compañero del colegio que, a su vez, había conocido el hábito por un vecino un poco mayor que él. “Somos un grupo de cuatro pibes que juntamos plata y compramos un pedazo cada tanto. Con 25 pesos nos alcanza para un buen tiempo, un poco menos de un mes, porque nosotros fumamos cuando nos encontramos y no es todos los días”, cuenta el muchacho. Con respecto a la compra de la marihuana, Andrés afirma que le resulta mucho más sencillo de lo que puede pensarse. “Ya tengo un dealer (proveedor) de confianza. Voy a la casa y ahí le compro”, asevera. Dice que se siente “seguro” cada vez que va a realizar la transacción y que no teme ser detectado por la Policía. “Lo que más me preocupa es que me pueda joder con la cantidad que me vende (se ríe) pero después está todo bien. Lo que pasa es que el tipo ya tiene todo arreglado”, manifiesta con seguridad. Tan arreglado está el negocio del proveedor, que mantiene un pequeño almacén frente a su casa como fachada para justificar sus ingresos, en un barrio de la zona oeste de Paraná, aunque lo modesto del comercio no tiene relación con el coche que usa ni con algunos de sus hábitos.

SIN MIEDO. Laura afirma que fuma sin temores “en cualquier lugar de la ciudad”. Para dar un ejemplo y para que quede bien claro que no siente inhibiciones de ningún tipo, recuerda cierta vez que prendió un porro con una amiga, camino a la facultad. “La gente piensa que todo es lo mismo y que si te fumás un porro te vas a poner violento o vas a salir a hacer cualquier cosa, pero no es así”, niega esta estudiante universitaria. Luego, dispuesta a encarar una encendida defensa del uso de la marihuana, arremete: “Son todos prejuicios. Yo no fumo tabaco porque no me gusta pero cualquier médico sabe que es más perjudicial para la salud que la marihuana”. Ella dice que no se arriesga a “transar” (así se refieren al negocio de compra y venta de la droga) y que de eso se ocupa un amigo. “A mí me da un poco de miedo. Hay un flaco en la facultad que se encarga de juntar la plata, y va y compra para un grupo”, cuenta. Cuando se le pregunta por los valores que debe pagar, piensa un rato, sonríe, se encoge de hombros y responde: “Depende. Hay épocas de sequía (lapso en el que escasea la marihuana) y se pone un poco más caro. O también te suben el precio porque te dicen que es muy buena. No sé, pero con 20 o 25 pesos comprás un pedazo que te alcanza para armar unos 30 porros, más o menos”.

DELIVERY. También Gustavo sabe de qué se trata todo esto. No ha cumplido los 19 años y no ha terminado la escuela secundaria. “La dejé: yo no sirvo para estudiar”, bromea. Afirma que empezó a fumar porros desde chiquito, que en su barrio no es extraño encontrar de noche, en alguna esquina, a grupitos de despreocupados adolescentes compartiendo un cigarrillo de marihuana. Mariano es rápido e ingenioso para responder cuando se le pregunta cómo consigue el dinero para comprar la marihuana: “De la misma manera que conseguimos para la birra (cerveza)”, replica. En alguna oportunidad, trabajó para un vendedor de la zona de la Terminal de Ómnibus, haciendo de cadete, en una suerte de delivery que se había montado.“Con otros vaguitos nos encargábamos de llevar en bici los pedidos o andábamos por la zona y le avisábamos a los clientes si estaba por caer la cana. Estábamos un rato y el tipo nos daba un par de caños (otra manera de denominar a los porros)”, dice, con tranquilidad. “O si no –analiza, con sobrado conocimiento– siempre alguno cae con algo: en esto hay mucha solidaridad”. Con respecto a otro tipo de sustancias, Gustavo asegura que no consume otra cosa que no sea marihuana, alcohol, tabaco “y a veces algunas pastillas”. Nunca probó la cocaína y entre sus amigos se considera un lujo extravagante que, quizás, les resulte más accesible cuando tengan más edad, aunque no les despierta mucha curiosidad. “La (cocaína) que llega acá es muy mala, según dicen, y la mezclan con cualquier cosa. Hay un chabón que le pica pastillas o el polvito blanco de los tubos fluorescentes. Si no tenés plata, no te conviene”, aconseja.

Cifras y conductas

LA ENCUESTA SOBRE ADICCIONES que realizó en todo el país la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) involucró en Entre Ríos a 2.047 adolescentes de entre 13 y 17 años. Aunque el número original era de 2.366; pero cuando el sondeo se efectivizó, en junio de 2005, una franja importante había desertado del sistema escolar: 17 de escuelas privadas, y 302 de establecimientos estatales. La investigación involucró a 23 instituciones educativas, 19 públicas y 4 privadas.

El dato 132 ES EL NÚMERO de la línea telefónica gratuita que existe en Paraná y en Concordia y que recibe llamadas de personas que buscan asistencia en materia de adicciones. (Fuente: El Diario de Paraná)

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