
Los fundamentos económicos muestran resultados superiores a los de hace un año: se registra un superávit fiscal, un saldo cambiario positivo, mejoras en el empleo y los salarios, así como un incremento en la actividad. Además, el índice de tipo de cambio multilateral supera en más de 20 puntos porcentuales el nivel que heredó el Gobierno.
No obstante, la incertidumbre inherente al proceso electoral en Argentina, sumada a ciertos desequilibrios persistentes y a leyes recientes que obligaron al Poder Ejecutivo a vetar proyectos para mantener el superávit fiscal, han dado lugar a políticas más restrictivas para absorber el exceso de liquidez de pesos en el mercado monetario. Esto ha llevado a la aparición del Tesoro como vendedor y comprador de dólares en el mercado cambiario, generando entre muchos analistas más dudas que certezas.
Este panorama, en combinación con las presiones ejercidas por el presidente Donald Trump para que la Reserva Federal reduzca las tasas de interés, ha llevado a grandes inversores a adquirir bonos del Tesoro estadounidense. Como resultado, se amplió la brecha de rendimiento con los activos argentinos, lo que elevó el índice de riesgo país.
Infobae entrevistó a Damián Falcone, profesor de Economía en la Escuela de Negocios de la Universidad Austral (IAE Business School), especializado en Finanzas y Gestión del Riesgo, y managing partner de la consultora UpSide Risks, para analizar la coyuntura y los riesgos financieros, empresariales y geopolíticos que observa.
— En el contexto preelectoral, donde la oposición impulsa leyes clave que influyen en el resultado fiscal y el clima político está especialmente agitado, ¿considera que esta es la principal causa de la reciente volatilidad en el sistema financiero y cambiario argentino?
— La volatilidad actual en el sistema financiero y cambiario argentino está determinada por múltiples factores, entre los que se incluye el contexto preelectoral y las iniciativas legislativas de la oposición. Este sector ha promovido leyes que podrían alterar el equilibrio fiscal, generando incertidumbre entre los inversores. Sin embargo, no se trata de la única causa. Algunos problemas del programa cambiario, como la dificultad para acumular reservas internacionales, también contribuyen a la inestabilidad general.
“Algunos problemas del programa cambiario, como la dificultad para acumular reservas internacionales, también contribuyen a la inestabilidad general”
Por supuesto, el programa económico enfrenta desafíos, pero es importante considerar el dramático punto de partida y los logros conseguidos en poco tiempo. El clima político preelectoral actúa como un amplificador, aunque no es el único factor que causa volatilidad. Las discusiones electorales en Argentina siempre afectan la economía, ya que seguimos debatiendo aspectos fundamentales de la organización económica que en otros países no se cuestionan. Cada elección se convierte en un plebiscito sobre el modelo de país, lo cual no es propio de una economía madura y, por supuesto, genera incertidumbre.
— Muchos economistas han alertado sobre la fragilidad de las “tres anclas” de la política económica argentina: la fiscal, la monetaria y la cambiaria. ¿Cuál es su diagnóstico sobre el estado actual de esos tres pilares?
— El pilar fiscal presenta avances notables, con superávits primarios y financieros que son históricos para nuestro país. La ancla monetaria ha ganado solidez gracias a la reducción de la emisión monetaria y la recapitalización del Banco Central. Aunque suele ser objeto de críticas, la política cambiaria ha logrado establecer un sistema de bandas móviles, algo inusual en la historia argentina. Los resultados son muy positivos y los logros alcanzados hasta ahora son significativos.
Por otro lado, las políticas monetarias y cambiarias serán objeto de ajustes a medida que avance el programa y las circunstancias impongan restricciones. La reciente intervención del Tesoro en el mercado de cambios es un claro ejemplo. No debemos concebir las “anclas” como rígidas o inamovibles, atadas a la ortodoxia; el Gobierno ha demostrado tanto convicción como pragmatismo en su enfoque. En resumen, considero que el aspecto fiscal es el más robusto, pero en los otros se prevén ajustes.
— Durante casi dos años de gestión, el Gobierno ha logrado desacelerar la inflación, recapitalizar el Banco Central, generar superávit fiscal y reducir la deuda pública. Sin embargo, ¿Argentina sigue siendo considerada un “defaulteador serial” por los grandes inversores internacionales?
— Hay dos puntos clave a tener en cuenta. Por un lado, el Gobierno ha mostrado firmeza en el cumplimiento de sus obligaciones, como se evidenció en la solución de los pasivos del BCRA sin modificar contratos. Sin embargo, el histórico incumplimiento de Argentina pesa y sigue teniendo repercusiones. Por otro lado, aún carecemos de un consenso social y político verdadero sobre las reglas que regirán las próximas décadas, lo que incluye el cumplimiento incondicional de los contratos.
“El Gobierno ha mostrado firmeza en el cumplimiento de sus obligaciones, como se evidenció en la solución de los pasivos del BCRA sin modificar contratos”
Aparte de los defaults, Argentina enfrenta más de doscientas demandas internacionales y es uno de los estados más denunciados en el Ciadi (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones). No comprendemos del todo las consecuencias de alterar unilateralmente las reglas.
En el ámbito internacional, no cumplir con las obligaciones es muy grave y tiene repercusiones a largo plazo. No hemos entendido qué mecanismos generan confianza y atraen inversiones. No solo hemos tenido múltiples defaults, ¡sino que los hemos aplaudido! Es posible cambiar la percepción internacional, pero eso llevará tiempo, disciplina y amplios consensos internos.
— Las encuestas sugieren que el oficialismo podría reforzar su representación parlamentaria en octubre. ¿Ese resultado sería suficiente para devolver la calma a los mercados?
— Las elecciones, ya sea con mayor o menor éxito para el gobierno, finalmente pasarán, y es muy probable que el oficialismo obtenga una mayor representación parlamentaria, dado su estado actual de debilidad. Solo puede mejorar. Esto generará calma en los mercados a mediano plazo. Sin embargo, a corto plazo, todavía podría haber volatilidad considerable, ya que el primer test, el del 7 de septiembre, será el más desafiante para el gobierno. Una derrota significativa en esa fecha podría generar incertidumbre.
Sin embargo, no creo que eso tenga efectos a mediano plazo porque el programa se basa en fundamentos sólidos y, para las elecciones nacionales del 26 de octubre, las posibilidades de obtener un resultado favorable para el gobierno son mayores. La configuración macroeconómica actual es muy distinta a las experiencias anteriores, como las primarias de 2019, cuando las acciones argentinas perdieron la mitad de su valor. Aunque haya memoria de ese episodio, la situación actual es diferente. A nivel nacional, es probable que el oficialismo obtenga un resultado positivo.
— Tras el desarme de las LEFI de corto plazo, el Banco Central aumentó los encajes bancarios y fortaleció la absorción de liquidez. ¿Considera que estas medidas son transitorias o estructurales?
— Las medidas de incremento de encajes y absorción de liquidez parecen dirigidas a la coyuntura preelectoral para contener presiones cambiarias e inflacionarias, lo que sugiere que son de carácter transitorio. La intención es “secar” el mercado de pesos. Todos, especialmente el BCRA y el Ministerio de Economía, son conscientes del impacto negativo que esto tiene en la actividad económica.
“La economía no puede funcionar con tasas de interés superiores al 60% o 70% nominal anual. Es fundamental seguir aumentando el crédito”
La economía no puede funcionar con tasas de interés superiores al 60% o 70% nominal anual. Es crucial seguir incrementando el crédito. No lo considero estructural, sino coyuntural. La pragmática prevalece sobre la ortodoxia. Los procesos electorales en nuestro país son extremadamente complejos. Es de esperar que, tras las elecciones, el mercado encuentre estabilidad, aunque no se puede tener certeza absoluta.
— En julio, se registró un récord histórico de compra de dólares por parte de los argentinos. ¿Esto indica atraso cambiario o refleja que el dólar se usa más como reserva y medio de pago para bienes de gran valor?
— Lo evaluaría desde una perspectiva más amplia. Los procesos de estabilización inflacionaria suelen llevar a una apreciación cambiaria; esto se ha visto en otros programas a lo largo de América Latina. No es extraño lo que está ocurriendo en Argentina. Además, el Gobierno no utilizó reservas para facilitar la compra de dólares; los privados fueron quienes vendieron. Es evidente que el uso del dólar ha aumentado, tanto para turismo como para atesoramiento y pago de insumos industriales.
La estabilidad cambiaria promueve el uso del dólar como moneda de pago: somos una economía bimonetaria, utilizando pesos solo para pequeñas transacciones y operaciones de corto plazo; para todo lo demás, empleamos y pensamos en dólares. Años de cepo han generado una percepción distorsionada del mercado cambiario.
Vemos como un problema que la gente viaje al exterior y gaste en dólares, pero el verdadero problema reside en los desequilibrios fiscales y la escasez de dólares. En una economía abierta y con nuestro potencial exportador, los dólares no deberían ser un inconveniente. Las restricciones surgen de la política interna, no del comportamiento de la gente ni de su consumo.
— ¿Qué relevancia tienen los factores de la coyuntura política nacional en comparación con el impacto internacional, como la política de aranceles de Donald Trump y su influencia sobre la Reserva Federal, en la volatilidad de los activos argentinos?
— La coyuntura política, caracterizada por tensiones preelectorales y oposición a leyes fiscales, tiene un impacto mucho mayor en la volatilidad. Los factores internacionales, por supuesto, pueden afectar, pero los domésticos son más determinantes. Resulta poco útil atribuir a la situación global el destino de nuestra economía. Salvo fenómenos extremos, como pandemias, guerras o recesiones globales, el impacto externo es similar para todos.
Por ejemplo, los índices de México y Brasil han aumentado un 22% y un 17%, respectivamente, mientras que el argentino ha caído un 21% este año. El índice de riesgo país argentino podría estar mucho más bajo si la agenda interna acompañara. Más allá del contexto global, debemos buscar explicaciones en nuestro interior.
— ¿Detecta amenazas geopolíticas globales que puedan comprometer el plan oficial de estabilización y crecimiento económico en Argentina?
— Sí, existen amenazas geopolíticas globales que pueden impactar el plan económico, como el aumento de tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, que afecta los precios de materias primas clave para Argentina, o la volatilidad de los mercados energéticos derivada de conflictos internacionales. El crecimiento global, proyectado por el FMI en un 3%, es fundamental para el valor de nuestras exportaciones. Ningún país está a salvo de esto.
Por esto, si no se puede establecer un precio fijo para las exportaciones, es crucial diversificarlas para reducir riesgos. La oportunidad de diversificar exportaciones en energía, agro y minería fortalecería nuestra posición frente a la volatilidad global, que será la norma en los próximos años. Si logramos duplicar nuestras exportaciones en la próxima década, nuestra posición mejoraría notablemente, pero eso demanda consensos sólidos y políticas de Estado.
— En términos de política económica, ¿cuáles serían, en su opinión, las principales fortalezas y debilidades de la gestión de Luis Caputo como ministro de Economía?
— Las fortalezas de la gestión de Luis Caputo incluyen la desaceleración de la inflación a niveles mensuales por debajo del 3%, el logro de superávit fiscal y la recapitalización del Banco Central, restaurando la credibilidad internacional. Además, fue sorprendente y novedoso el espacio de expansión logrado a través de la reducción del gasto público; nadie lo esperaba.
“Como debilidad, persiste la falta de reformas estructurales profundas que garanticen la sostenibilidad a largo plazo, lo que sigue generando incertidumbre en los inversores”
Como debilidad, persiste la falta de reformas estructurales profundas que aseguren la sostenibilidad a largo plazo, lo cual sigue generando incertidumbre en los inversores. Se habla mucho de las “tres anclas”, pero Argentina también arrastra anclas negativas: un sistema impositivo deficiente, una justicia lenta y poco eficiente, y un régimen previsional insostenible. Estas reformas no son una tarea exclusiva del ministro de Economía, sino que requieren consensos parlamentarios que el gobierno aún no ha logrado, aunque están en agenda.
— En su último informe del IAE, advirtió sobre el impacto de los riesgos económicos en el modelo de negocios de las empresas. ¿Qué desafíos y oportunidades concretas enfrentan hoy las compañías locales y multinacionales?
— El primer desafío es que la caída de la inflación exige operar con márgenes más ajustados. La inflación, aunque negativa, permitía aumentar márgenes y ocultaba ineficiencias. Esto protegía a las empresas pero perjudicaba a los consumidores. Ahora, esa cobertura ha desaparecido, y muchas compañías enfrentan dificultades. Deben adaptar sus procesos comerciales y operativos a la nueva realidad, lo que no es sencillo. Sin embargo, hay beneficios: los consumidores y otras empresas pueden acceder a insumos más económicos.
El segundo gran desafío es operar en una economía más abierta, con menos burocracia y trabas arancelarias. Argentina es una de las economías más cerradas de Latinoamérica; en los últimos 20 años, la cantidad de empresas exportadoras se ha reducido a la mitad. Superar años de alta protección regulatoria es otro reto inmediato.
— Para finalizar, ¿qué reflexión le deja a quienes siguen de cerca la economía argentina y proyectan hacia el año próximo?
— Primero, es importante tener una mirada a largo plazo: las dificultades económicas siguen siendo significativas en todos los frentes. Hay mucho por hacer y los cambios duraderos requieren tiempo. La política argentina suele sumar desafíos en vez de soluciones, por lo que es crucial mantener el rumbo. Si se sostiene la disciplina fiscal y se avanza en la normalización cambiaria y monetaria tras las elecciones, en 2026 la economía podría consolidar su recuperación.
“Si se mantiene la disciplina fiscal y se avanza en la normalización cambiaria y monetaria tras las elecciones, en 2026 la economía podría consolidar la recuperación”
La inflación seguirá disminuyendo y la transmisión a precios de los movimientos del dólar ya ha disminuido, lo cual es muy positivo. Un menor nivel de precios permitirá recuperar salarios reales y consumo, pero todo ocurrirá de manera gradual.
Para un crecimiento más sostenible, son necesarias reformas estructurales: impositiva, legal y previsional. Esto exige grandes consensos políticos. La actividad, que se ha moderado en los últimos meses, necesita nuevos marcos regulatorios que estimulen el crecimiento. Las perspectivas son optimistas, pero los riesgos subsisten.