
Tras los sucesivos rescates, cuyo punto más alto fue el otorgado por el Tesoro norteamericano, el modelo que encarna el actual oficialismo volvió a demostrar que no es autosustentable.
Financieramente, el modelo de Toto Caputo constituye un fracaso rotundo, tal como lo fueron sus antecesores en la historia nacional centrados en el endeudamiento y la valorización financiera. Ese esquema, originado en la última dictadura, se desplegó sin interrupciones hasta nuestros días, con la única excepción que muchos (no todes) recuerdan: los 12 años kirchneristas.
Si ponemos foco en la economía real, hoy el denominado “industricidio” es sistemático y creciente a punto tal que hasta el mismísimo Paolo Rocca lo advirtió recientemente, demostrando que la apertura importadora está liquidando al sector, como indica la subida exponencial de las importaciones de “la línea blanca”, muy conocidas por muchos funcionarios del actual gobierno nacional.
Desde la perspectiva social, el empleo formal se desmorona y es reemplazado inicialmente por changas mal pagas que obligan al pluriempleo de subsistencia.
Como bien señala la economista Luciana Glazer, los argentinos y argentinas (¡ay!) “somos changarines”.
No sorprende entonces que la recaudación de noviembre, como muestra el gráfico del Instituto Argentina Grande, haya sido la más baja en dos décadas; el deterioro sostenido del consumo doméstico por los bajos ingresos es el que explica ese colapso.
Por otra parte, más del 70% de los trabajadores formales e informales cobra menos de un millón de pesos, según un estudio del Instituto Gino Germani de la UBA.
Además, si se actualizara el valor de la canasta básica en base a la Encuesta de Hogares (Engho) 2017/2018, la línea de pobreza de una familia tipo (matrimonio y dos hijos menores) subiría de $ 1.213.799 a $ 1.942.078, según señala Ismael Bermúdez (el señor “uno de cada diez”), con datos de la UCA, por el mayor peso del gasto de las familias en el pago de los servicios públicos y privados.
En consecuencia, la pobreza sería superior —más del 40%— frente al 31% que arroja la última medición oficial.
Adicionalmente, y más allá de que los valores de la canasta de pobreza no los contemplen, la incidencia de los alquileres sobre el ingreso del hogar es creciente.
Un relevamiento realizado a nivel nacional por la organización Inquilinos Agrupados reveló que el 67% de los hogares inquilinos destina entre el 30% y el 50% de sus ingresos mensuales al pago del alquiler.
Para el gobierno nacional, sin embargo, baja la pobreza –mal medida–; mientras tanto, caen los salarios reales, aumentan los alquileres en relación con el ingreso del hogar, se destruye el empleo formal, las changas son el refugio de subsistencia y la calidad de vida empeora. Paradojas estadísticas de un Indec que, lejos de mentir, se nos ríe en la cara.
En este contexto, la inflación en noviembre —que, mal medida, llegó al 2,5% mensual y al 31,4% anualizada— detuvo su ciclo descendente observado tras la megadevaluación mileísta de diciembre del año 2023 y amenaza con no ser un episodio aislado, sino una tendencia.
En fin, visto el panorama que transitamos —tanto el financiero como el socioeconómico— y, sobre todo, pensando en lo que nos espera el año que viene (¿para qué viene?), los resultados electorales son apenas episodios de una película vertiginosa que, como todo lo que se supone sólido, se diluirán en el aire, a pesar de los enamorados de la coyuntura que, como se dijo oportunamente con Menem, De la Rúa, Macri y ahora Milei, cada uno en su tiempo y sin excepción “llegaron para quedarse” por diez, quince, veinte años.
Han corrido ríos de tinta sobre la perpetuidad del neoliberalismo en todas sus formas y hoy corren horas y horas de streaming señalando el fin de la historia… de la historia nacional y popular, porque la otra está imparable.
Pero nobleza obliga: el dólar se mantiene entre bandas; una es la banda de Caputo y la otra es más variable, según la coyuntura.
En fin, parafraseando al filósofo cristiano Jean Gitton, al igual que nuestra vida en esta tierra, el gobierno de Milei “es una rama que cae”.
* Director de Consultora Equis.




