
Sigue de ayer: Karina Milei y el efecto Streisand
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Sea cual fuese el resultado de las elecciones de hoy, un dato objetivo emerge de todos los estudios de opinión pública: el Gobierno ha ido perdiendo intención de voto en las últimas semanas.
Lo subjetivo es determinar qué causó esta caída, o, entre las múltiples causas, cuál es la predominante. Las denuncias de corrupción relacionadas con medicamentos en Discapacidad han adquirido dimensiones escandalosas por razones bien conocidas, pero cabe preguntarse si, entre estas, la predisposición de la sociedad a enojarse con el Gobierno se debe a que la situación económica le resulta insatisfactoria, llevando a los ciudadanos a encontrar en la hermana del Presidente un foco más concreto para expresar su descontento. Si este mismo escándalo de corrupción hubiera estallado hace un año, cuando Milei contaba con mayor popularidad, probablemente no hubiese tenido el mismo impacto.
Sergio Berensztein reflexionó en la mañana de NET TV y Radio Perfil que no siempre es necesario que haya una economía en recesión para que las denuncias de corrupción afecten gravemente a un gobierno; citó el caso paradigmático del Watergate, donde Richard Nixon, a pesar de haber sido reelecto gracias al éxito económico de sus programas, acabó destituido.
Ejemplos opuestos se observan en Argentina, tanto durante el menemismo como el kirchnerismo, donde desde el inicio de cada uno de esos gobiernos hubo denuncias de corrupción que fueron ignoradas al principio, pero que recién comenzaron a ser tomadas en cuenta en la etapa final de cada ciclo político, cuando las herramientas económicas que les habían asegurado la reelección empezaron a mostrar la clásica “fatiga de materiales”.
La gran discusión siguiente es si La Libertad Avanza acertó, en términos económico-electorales, al priorizar la relación entre la reducción de la inflación y un dólar accesible, ignorando el costo de convertir el estancamiento que ya mostraba la actividad en el segundo trimestre en recesión en el tercero.
¿Estarán los ciudadanos más inclinados a votar por LLA con una inflación del 1,9% y un dólar a 1.400 pesos frente a una recesión, la pérdida del salario real y la caída del consumo? ¿O habrían estado más propensos a votarlo con una inflación del 3% y un dólar a 1.600 pesos sin recesión?
Lo preferible varía en cada contexto: a principios de los 90, se valoraba un nivel de inflación menor, especialmente después de haber experimentado dos hiperinflaciones. A finales de los 90, tras casi una década sin inflación pero con incremento del desempleo, los ciudadanos prefirieron aceptar “un poco” más de inflación sin un dólar a un peso, pero con mayores oportunidades de empleo y mejoras salariales que Néstor Kirchner implementó en el siglo XXI. El deseo y la carencia son directamente proporcionales.
¿Qué es más urgente: estabilidad o capacidad de consumo? ¿En qué estado se encuentra el ánimo social hoy? Seguramente no se halla en ninguno de esos dos extremos, y el resultado de la elección de hoy indicará hacia dónde se orientan esas preferencias.
Volviendo a las denuncias de corrupción, si el Gobierno lograse el empate técnico que Milei pronosticó con la intención de que se cumpla, podría argumentar que “la cortina de humo” generada al respaldar a Karina les permitió desviar la atención de Spagnuollo hacia el tema de la censura, que es un asunto más abstracto para el votante menos informado.
Si, por el contrario, LLA obtuviera un resultado negativo, argumentará que la falta de interés en participar en una elección local desdoblada, sin antecedentes en la provincia de Buenos Aires, resultó en una alta abstención que afectó en mayor proporción a los jóvenes, el sector donde residen la mayoría de los votantes de Milei, por lo que ese resultado no representaría el verdadero apoyo popular del que goza el Gobierno.
Finalmente, quedará la interpretación de los mercados sobre las causas del resultado: si LLA pierde y se atribuye la derrota a la corrupción, sin considerar que la sociedad argentina podría haber perdido su valoración del equilibrio fiscal.
En cualquiera de los casos, más allá del resultado, es evidente que quienes voten por la oposición y quienes lo hagan por LLA coincidirán en demandar mejoras en su economía personal; la diferencia radicará en el grado de esperanza, pero nunca será, ni siquiera entre quienes votan por Milei, un apoyo incondicional y permanente. El ejemplo más claro es el de Macri, quien ganó las elecciones de medio término en 2017 solo para comenzar su debacle meses después.
Lo mismo ocurre con las denuncias de corrupción: si electoralmente LLA “surfeara” las denuncias sobre Discapacidad, esto no implicaría que pueda continuar generando sospechas de recaudación ilegítima de fondos sin afrontar un costo político en algún momento. Muchas veces, las cuentas se acumulan hasta llegar al límite del crédito otorgado, y ese día se solicita la devolución total del préstamo, cancelando de un golpe tanto la confianza como la esperanza.
Economía o corrupción, seguramente son dos caras de una misma moneda que se manifiestan en momentos distintos según la ocasión.