
En una de las iniciativas diplomáticas más inusuales desde el regreso de Donald Trump al poder, Estados Unidos ha establecido un canal de comunicación directo con Alexander Lukashenko, el aliado más cercano de Vladímir Putin, combinando pragmatismo económico, alivio de sanciones y, de manera sorprendente, un medicamento para bajar de peso.
Esa estrategia —descrita por sus protagonistas como “estilo Trump”— ha permitido la liberación de más de 250 prisioneros políticos en Bielorrusia desde el inicio del mandato, entre ellos ciudadanos estadounidenses y figuras clave de la oposición. A cambio, Washington levantó restricciones sobre la industria del potasio y facilitó repuestos para la flota presidencial de Lukashenko; funcionarios estadounidenses la consideran un “ensayo general” para una posible normalización con el Kremlin.
El artífice de este acercamiento es John P. Coale, un abogado veterano que representó a Trump en litigios contra gigantes de las . Según reveló este miércoles The Wall Street Journal, la relación se afianzó en cenas cargadas de vodka en Minsk, donde las conversaciones derivaron de la geopolítica a la salud personal.
Cuando Lukashenko, de 71 años, preguntó a Coale por su notable pérdida de peso, el enviado estadounidense le habló del Zepbound, un fármaco inyectable contra la obesidad. Coale incluso le entregó un folleto del fabricante Eli Lilly al mandatario.
Funcionarios estadounidenses decidieron luego investigar la posibilidad de organizar un suministro de Zepbound para uso personal de Lukashenko, según el reporte.
El pragmatismo de la administración estadounidense empezó a dar resultados concretos. El mes pasado, Lukashenko —quien alguna vez se autodenominó “el último dictador de Europa”— liberó a 123 prisioneros, entre ellos el Premio Nobel de la Paz Ales Bialiatski y la líder opositora Maria Kalesnikava.
A cambio, Washington levantó sanciones sobre el potasio, un insumo clave para fertilizantes y una fuente importante de divisas para Bielorrusia, que es el tercer productor mundial después de Canadá y Rusia. La administración Trump también ordenó a Boeing suministrar software y repuestos a la aerolínea estatal Belavia. Como beneficio adicional, el avión presidencial está recibiendo reparaciones atrasadas.
Además, el dictador bielorruso, antes aislado internacionalmente, ahora asesora a Washington sobre cómo acercarse tanto al Kremlin como a otros adversarios de Estados Unidos, incluido Nicolás Maduro. Recientemente sugirió que el mandatario venezolano, cercado por buques estadounidenses, podría refugiarse en Minsk si necesitara abandonar Caracas.
La semana pasada, Lukashenko dijo a Greta Van Susteren, presentadora de Newsmax y esposa de Coale, que Maduro es bienvenido a mudarse a Minsk, la capital bielorrusa.
El primer encuentro entre Coale y Lukashenko duró cuatro horas. Sentados en un salón palaciego de proporciones épicas, compartieron pan negro, tortillas de papa y diversas carnes, mientras el anfitrión proponía brindis incesantes con vodka de su marca personal, President.
Coale, experimentado bebedor, desarrolló una táctica: esperaba a que Lukashenko mirara hacia otro lado para vaciar discretamente las copas. Cuando el estadounidense empezó a sazonar su inglés con expresiones fuertes, el bielorruso replicó en espejo con un ruso cada vez más soez.
La metáfora que empleó Coale fue ilustrativa: comparó la política internacional con una cafetería escolar, señalando que Lukashenko ocupaba la “mesa de perdedores” junto a Venezuela, Irán y Corea del Norte, pero que podría ascender a la “mesa de tipos cool” con apoyo estadounidense.
Tras esa primera reunión de abril, agentes del KGB escoltaron a Coale hasta un bosque cerca de la frontera, donde aguardaba Youras Ziankovich, ciudadano estadounidense-bielorruso condenado a 11 años por supuesta conspiración golpista. “Hablamos y reímos, y él está libre, y todos están felices”, recordó el enviado.
El objetivo final de este acercamiento no es solo Minsk, sino Moscú. La administración espera que Lukashenko actúe como puente para convencer a Putin de los beneficios de un acuerdo que ponga fin a la guerra en Ucrania.
“Eventualmente, Putin se verá en una situación en la que tendrá que tomar una decisión muy difícil”, señaló un funcionario estadounidense bajo anonimato. “Tener a la persona que mejor conoce y en la que más confía diciendo cosas positivas sobre el trato es importante”.
Sin embargo, esta apertura generó inquietud entre disidentes bielorrusos y aliados europeos. Sviatlana Tsikhanouskaya, líder de la oposición en el exilio, expresó sentimientos encontrados tras la liberación de su propio esposo este año.
“Es una alegría para el pueblo bielorruso”, dijo Tsikhanouskaya. “Pero, por supuesto, para Lukashenko, liberar personas tiene un precio, y él está dispuesto a vender personas mientras sea posible. Podría parecer una puerta giratoria”.
La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, defendió los logros en un comunicado al WSJ: “El presidente Trump ha hecho más por resolver conflictos globales, traer a estadounidenses a casa y liberar a prisioneros detenidos injustamente que cualquier presidente en la historia, por lejos”.
Pese a los avances, la relación con Lukashenko sigue siendo volátil. Tras meses de negociaciones para obtener repuestos de Boeing, el mandatario bielorruso dio un giro sorpresivo esta semana ante su Asamblea Popular, alineándose nuevamente con los intereses de seguridad del Kremlin.
“Hemos acordado con Putin que compraremos aviones rusos”, declaró Lukashenko, restando importancia a los componentes estadounidenses apenas días después de haber obtenido el alivio de las sanciones.
La semana pasada, Lukashenko también anunció que misiles nucleares rusos Oreshnik están desplegados en territorio bielorruso y en “alerta de combate”.
Aun así, el canal de comunicación permanece abierto, según más de una docena de funcionarios estadounidenses y europeos consultados por el Journal. El propio Trump conversó con Lukashenko durante 10 minutos desde el Air Force One mientras se dirigía a la cumbre en Alaska el verano pasado, una llamada en la que ambos líderes intercambiaron elogios sobre su mutua fortaleza.
Para Coale y el equipo de Trump, el desafío de negociar con un régimen acusado de tortura y represión sistemática queda supeditado a los resultados. En palabras del enviado: “No me importa con quién hablemos. Esto es realmente al estilo Trump. Al diablo con quién estás hablando; si esta persona puede darte lo que quieres, eso es lo único que cuenta”.




