
En los primeros meses de 1996, la entonces Argentina Televisora Color (ATC), rebautizada hoy como Televisión Pública, tocó fondo. Con una deuda superior a los 160 millones de pesos/dólares, un déficit operativo crónico, convenios laborales obsoletos y una grilla frívola e insensible al país federal y a su rol cultural, parecía encaminada a una desaparición inminente. Pero lo que ocurrió en los seis meses siguientes fue una transformación sin precedentes: un caso que hoy puede analizarse en escuelas de reformas del Estado a manera de ejemplo de cómo un Estado puede rescatar, sin financiamiento adicional, a una empresa pública, bajar el gasto, sanear la deuda espuria y convertirla en símbolo de identidad nacional y eficiencia institucional.
El presidente Carlos Menem me designó el 28 de diciembre de 1995 Interventor (CEO) del Canal 7 (entonces ATC), ya sociedad anónima, para proceder a llevar adelante un salvataje ante su quiebra inminente. Allí, con el apoyo de la SIGEN y de un pequeño equipo de eficientes colaboradores, inicié el ordenamiento empresarial.
Luego de ponerme al día sobre la catastrófica situación financiera, operativa, el enorme desorden organizacional y numerosas situaciones de riesgos, inicié las reformas estructurales propias de una empresa seria y en crisis y tomé la decisión de visitar al Presidente Menem para presentarle un plan de acción de cirugía mayor. Uno de los primeros días de enero me recibió en la Quinta de Olivos a las 7.30.
Le solicité autorización para presentar la empresa en concurso preventivo (el estado nacional era el accionista), aprovechando que en el mes de enero ninguno de los pedidos de quiebra podría prosperar por la feria judicial. Con la autorización presidencial, expresa y contundente, aplicando por primera vez la Ley 24.522 (Concursos) a una empresa estatal, y enviando el mensaje de que los despilfarros no se arreglan con aportes extraordinarios del Estado.
La intervención a mi cargo impulsó una ajuste a fondo, que incluyó renegociaciones contractuales a la baja, no renovación de contratos innecesarios (y achicamiento de la planta de personal), suspensión de la vigencia de los convenios colectivos de 1974 (previsto expresamente en la Ley de Concursos originaria), racionalización salarial, programación renovada y en coproducción, rebajas relevantes en las numerosas tercerizaciones y un sustancial aumento (del 500%) de los ingresos publicitarios, dando fin a “beneficios” no correctos a algunas agencias publicitarias, así logrando ingresos genuinos de empresas que apostaban por el nuevo modelo de gestión.
Conté, además, con la asistencia técnica del Dr. Horacio Roitman, experto en derecho concursal, y otros abogados de prestigio, y con el Dr. Aldo Álvarez, que desde su experiencia en derecho laboral me asistió en la negociación de un nuevo convenio colectivo de crisis, en medio de ruidosas protestas sindicales. El resultado fue contundente: en seis meses, la empresa se saneó, eliminó su déficit y evitó la quiebra sin un solo peso del Estado, generando un ahorro estimado de más de 100 millones de dólares.
El impacto fue económico, cultural, simbólico y estratégico: un caso que trasciende el relato periodístico para ingresar en las políticas de reforma del estado, por medios diferentes a los tradicionales.
El canal 7: regreso de la música, el deporte y la cultura popular
Encaminada la empresa, ya con el concurso abierto y en marcha, saliendo del colapso financiero, la Televisión Pública (ex ATC) fue rediseñada como un verdadero canal nacional: una plataforma cultural, educativa y federal, saliendo del estilo chabacano y ludópata anterior. La programación reflejó la diversidad del país con una grilla renovada y de alto nivel artístico, que incluyó:
Fiestas Populares Argentinas: ciclo semanal con cobertura de festivales folklóricos, carnavales, celebraciones patronales y eventos tradicionales de todo el país.
Transmisiones en vivo de Cosquín, Jesús María, Baradero, Gualeguaychú, Laborde y otros festivales nacionales, en alianza con municipios e instituciones provinciales.
Mano a Mano con el Campo, conducido por Luis Landriscina.
La Noche con Amigos, con Leonel Godoy, y La Botica del Ángel, con Eduardo Bergara Leumann (ambos con presencia rutilante tango y la milonga).
La Página del Rock, plataforma para bandas de rock nacional emergentes.
Caloi en su Tinta, animación y humor gráfico.
Congreso Puertas Abiertas: conducido por los ex diputados Cristina Guzmán y César Jaroslavsky, ofrecía un espacio de debate político y legislativo.
Las Tres Marías, programa infantil con las Trillizas de Oro.
Platea Teatro Colón, obras dirigidas por Sergio Renán con producción del propio teatro.
Los Especiales de la BBC, documentales internacionales de alta calidad.
Karlos Arguiñano en tu cocina: producción internacional con el reconocido chef español (fue el desembarco del mundialmente famoso chef).
Telemanías, producida por la prestigiosa generadora de contenidos cordobesa Audiovisión bajo la conducción artística de Jorge Zapata.
Mosaico: primer programa cultural e informativo de la comunidad judía en la historia argentina conducida por Silvina Chediek.
Argentina con Eco en el Mundo, programa de noticias transmitido por la Cadena ECO de Televisa para todo el mundo.
El Arte de los Argentinos, programa producido y conducido por Nacho Gutiérrez Saldivar.
ATC-Educable, en coproducción con Programas Santa Clara de Pedro Simoncini.
La programación alcanzó un equilibrio virtuoso entre cultura, entretenimiento, federalismo y acceso educativo, en general con coproducciones que distribuían los costos de los derechos o de la producción. Mención aparte merece el extraordinario acuerdo que celebramos con el INCAA, merced a la intervención de Julio Marbiz, para la transmisión de películas argentinas de todas las épocas, lo que permitió al público argentino acceder a esa enorme filmoteca, orgullo de los argentinos. De paso, el público nuevo conoció joyas de la cinematografía argentina (como diría Mirtha Legrand, “el público se renueva”).
Vocación pública, integridad institucional y alianzas de categoría
La gestión que llevé a cabo también contó con el apoyo de figuras como Julio Marbiz (INCAA y Radio Nacional), Ariel Ramírez (SADAIC), Pedro Simoncini (el más importante productor de documentales educativos), Avelino Porto (Rector de la Universidad de Belgrano), Ignacio Gutiérrez Zaldívar (reconocido experto en arte) y Sergio Renán (en ese entonces director del Teatro Colón).
Todos contribuyeron sin interés económico, convencidos del rol estratégico del canal. Igualmente Lucio Pagliaro, director de Canal 13, Alejandro Romay, director de Canal 9, Constancio Vigil de Telefé y Hector Ricardo García de Crónica TV, me dieron sabios consejos, muy útiles por sus largas experiencias en la televisión abierta.
Una de las propuestas más ambiciosas que llevamos adelante fue la participación del doctor René Favaloro en la nueva grilla del canal, quien aceptó coproducir una serie educativa sobre salud y prevención sanitaria para zonas rurales. Aunque el lanzamiento fue postergado hasta la salida del concurso preventivo, Favaloro demostró, como siempre, su compromiso con el servicio público. Él fue siempre un agradecido a su experiencia como médico rural. Mi encuentro con Favaloro fue relatado con detalle en el libro Favaloro, el gran operador, del autor Pablo Moressi.
También se destacó el caso del programa de Cáritas Argentina, que enfrentó dificultades por no cumplir los procedimientos contables requeridos para la gestión de espacios publicitarios en un canal estatal. La situación fue resuelta tras una inolvidable reunión institucional con el cardenal Antonio Quarracino, quien entendió y respaldó la necesidad de preservar la transparencia en el uso de bienes públicos.
De paso, y en una interesante conversación, pude aconsejarle sobre la importancia de que la misa dominical, que ATC transmitía y que tenía una enorme audiencia en el interior del país, tuviera un mejor formato, calidad, presencia musical y se transmitiera desde templos con características arquitectónicas que fueran llamativas. El Arzobispo me escuchaba con atención, por momentos no imagino qué pensaba, hasta que entendió que mis comentarios eran de buena fe y basados en el mejor deseo de que esa transmisión fuera útil para las poblaciones rurales sin acceso a iglesias. En el momento cúlmine de nuestra conversación sobre este tema, le dije: “Monseñor, usted y yo producimos una transmisión televisiva y tenemos el deber de que sea atractivo”. Y así terminó siendo.
De la amenaza de sanciones a la cooperación internacional
Durante la reunión de la Organización de Televisión Iberoamericana (OTI) en los primeros meses de 1997, en la que participé con el gerente General del canal Roberto Uanini, que se llevó adelante en un hotel de Polanco en la hoy CDMX, la Televisión Pública (ex ATC) enfrentaba una posible sanción por haber transmitido los Juegos Panamericanos de Mar del Plata sin la debida licencia.
La situación fue superada gracias a una reunión coloquial entre Emilio Azcárraga Milmo, conocido como “El Tigre”, presidente de Televisa y figura clave de la OTI, en ese momento el más poderoso líder de la industria de TV y radio, y yo como interventor del Canal 7. Literalmente David y Goliath. Ese encuentro se realizó en un Centro Cultural de Televisa, a pocas cuadras del hotel donde se reunía la OTI, y fue muy fructífera. De ella nació una amistad duradera.
El resultado fue sorprendente: Televisa invitó a la Televisión Pública Argentina a producir desde Buenos Aires una hora diaria para la señal internacional ECO, antecesora de CNN en español, permitiendo proyectar contenidos culturales argentinos en toda América Latina, Estados Unidos y el mundo.
El acuerdo, firmado en México, en la sede de Televisa, se convirtió en un símbolo de cooperación continental y de diplomacia cultural inteligente, en donde el coloso Televisa, con 3 señales de TV abierta en México, 16 radios y accionistas de UNIVISION (la principal cadena de habla hispana en USA), firmó un acuerdo a la par de la Televisión Pública argentina (ATC), en ese entonces con menos de 2 punto de rating, de igual a igual.
Luego de la firma, el Sr. Azcárraga me llevó en su auto, conduciendo él, hasta la casa que había sido de su padre, el fundador del imperio Televisa, y me presentó con todo el staff joven: Emilio hijo, Guilermo Cañedo y Miguel Alemán, quienes pasaron a conducir la más importante multimedia de habla hispana.
La primera transmisión desde Buenos Aires en la Cadena ECO y para todo el mundo incluyó un reportaje a los presidentes de los Estados Unidos Mexicanos, Ernesto Zedillo, y Carlos Menem. Tuvo una gran repercusión, especialmente en algunos canales de la competencia en Argentina, que se preguntaban cómo ATC jugaba en esa liga.
Un saneamiento virtuoso y un ejemplo posible
Lo que ocurrió con la Televisión Pública (ex ATC) en 1996-1997 fue más que una reorganización administrativa: fue una refundación institucional, cultural y estratégica del rol de los medios públicos. Una empresa al borde de la desaparición no sólo fue rescatada sin fondos adicionales del tesoro, sino que se transformó en una señal de identidad nacional, modernización institucional y cooperación internacional.
En tiempos donde la eficiencia, la austeridad y el compromiso cívico suelen parecer incompatibles, el caso de la Televisión Pública demostró lo contrario. Con ejercicio de la autoridad, convicción política, gestión profesional y una visión estratégica de la cultura, el Estado argentino convirtió un pasivo estructural en un activo simbólico y operativo, y lo hizo en tiempo récord.
Hoy, casi tres décadas después, sigue siendo un ejemplo vigente de cómo transformar una crisis en oportunidad. Y de cómo la televisión pública, cuando es bien gobernada, puede ser mucho más que una pantalla: puede ser el espejo de una nación que sabe reinventarse.
Luego de este esfuerzo, y siguiendo la regla del dicho popular español “y vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos”, el Canal 7, como ATC y más adelante como Televisión Pública, se convirtió en un botín de guerra cultural, ideológico y de empleo público, terminando en la triste y larga agonía de la cual siempre le será difícil salir.
El humilde aporte que realizamos en esos 6 meses, con el apoyo incondicional del presidente Carlos Menem, quizás podría servir como ejemplo en tiempos de desorientación y cambio para sanear diversas empresas u organismos que son o se convertirán en empresas bajo la Ley de Sociedades. Camino ya probado y con éxito. Así, los argentinos se ahorraron en seis meses 100 millones de dólares, lo que no es poco.
Fuentes:
La Nación: “Pidió ATC el concurso preventivo”, 9 de febrero de 1996.
La Nación: “El fallo de la justicia salvó ATC”, 30 de noviembre de 1996.
Libro “Favaloro, el gran operador”, de Pablo Moressi, Editorial Marea.
Infoleg: Ley 24.572 (Concursos y Quiebras).
Infoleg: Decreto 1023/95 de Intervención de LS82 Canal ATC y designación del autor como Interventor.