

Desde Beijing
Eufórico por el triunfo electoral de La Libertad Avanza, Scott Bessent regresará al país en los próximos días para celebrar junto a Javier Milei que todo marcha acorde al plan. El secretario del Tesoro de Estados Unidos llegará para delinear la intervención republicana en la gestión libertaria, ratificar el salvataje financiero y avanzar con el gran objetivo geopolítico de Donald Trump: “Sacar a China de la Argentina”. La orden del magnate y la misión de sus súbitos, sin embargo, es más una expresión de deseo que un plan en ejecución. Desterrar la presencia china significaría para la Argentina perder a un socio comercial clave y afectaría a miles de millones de dólares de proyectos del sector energético, obras en infraestructura, asistencia financiera y trabajos de cooperación científica. “Milei está atrapado en una doble subordinación. Subordinación política a Estados Unidos y subordinación económica a China”, sintetiza el exembajador en China, Sabino Vaca Narvaja.
En septiembre, mientras Milei le prometía a Estados Unidos obturar la influencia de Beijing a cambio de un rescate económico, China se convertía por primera vez en la historia en el principal socio comercial de la Argentina. La guerra arancelaria impulsada por Trump, combinada con la desesperada baja de retenciones del ministro Luis Caputo, generaron que China reemplazara la soja norteamericana por la que se cosecha en suelo argentino. Así, las compras del poroto de soja se triplicaron: pasaron de 4 millones de toneladas a 12 millones y, en contraposición al relato republicano, la presencia china se expandió. El intercambio de bienes superó los 3.000 millones de dólares y fue mayor que con Brasil y Estados Unidos.
Muy lejos quedó la provocación de Milei durante la campaña presidencial de 2023, cuando aseguró que él “no vendía su moral, haciendo negocios con comunistas”. Los empresarios chinos fueron los grandes beneficiados de la apertura importadora. Incluso, el histórico déficit comercial con China superó al del kirchnerismo, el macrismo y Alberto Fernández. Tuvo un rojo de 6.500 millones en los primeros nueve meses del año. “Milei es un topo de China. Toda la plata del FMI y la de la Secretaría del Tesoro se la termina dando China”, lanza con ironía Vaca Narvaja y agrega un dato sintomático: “En los últimos meses, Argentina está gastando, en promedio, 100 millones de dólares en plataformas chinas como Temu y Shein”.
El radical cambio de postura del presidente argentino respecto a China no estuvo vinculado a romper prejuicios ideológicos, sino a una urgencia económica: renovar el swap iniciado en 2009. Es decir, postergar los pagos del tramo activado, unos 5 mil millones de dólares. “Me sorprendí gratamente con China. Es un socio comercial muy interesante porque ellos no exigen nada”, dijo Milei en aquel entonces para justificar su contorsionismo. Las especulaciones respecto a una exigencia de cancelación por parte de Estados Unidos surgió a partir de declaraciones de funcionarios norteamericanos. Cancelar el swap implicaría pagar lo adeudado y perder unos 18.000 millones de dólares del asiento contable del Banco Central. Bessent, en ese delicado contexto, negó que fuera un condicionamiento a Milei y aclaró que sus objetivos eran otros: “puertos, bases militares y centros de observación”.
Sobre estos puntos, Vaca Narvaja remarca primero que “no existen bases militares chinas en Argentina” y que “en Tierra del Fuego lo que había era el proyecto de una planta petroquímica para hacer fertilizante del gas”. Respecto a los puertos, el diplomático afirma que tampoco hay iniciativas en ese sector: “Lo más parecido era la famosa concesión de la vía navegable del Paraná (Hidrovía), donde a la empresa china la dejaron afuera”. Por último, en referencia a la base espacial en Neuquén, aclaró que se trata de “un esquema de exploración del espacio profundo, que fue votado dos veces en el Parlamento y que hay uno muy similar en Malargüe (Mendoza)”.
Pasando en limpio, no solo no se redujo el comercio con China, sino que aumentó y es más deficitario. Tampoco está en discusión la cancelación del swap y los fantasmas de instalaciones militares chinas forman parte del relato norteamericano. En la mira sí hay una larga lista de inversiones que realizó el gigante asiático en las últimas décadas, que hoy están siendo afectadas por el modelo libertario: desde proyectos energéticos hasta obras de infraestructura.
Existen 10 iniciativas que forman parte del Diálogo Estratégico para la Coordinación y Cooperación Económica (DECCE) y totalizan unos 14 mil millones de dólares. Se trata de la Central Nuclear IV (Atucha III), el complejo hidroeléctrico Kirchner-Cepernic, la compra de material rodante-Roca eléctrico, la rehabilitación del ferrocarril Belgrano Cargas Norte, la rehabilitación integral del ferrocarril San Martín Cargas (etapas I y II), el proyecto de líneas de transmisión de energía eléctrica en el AMBA, el parque fotovoltaico Cauchari Solar IV y V – Ampliación, el Parque eólico solar “Cerro Arauco”, los Gasoductos Transport.Ar – Etapa II y el cierre Energético norte-Entre Ríos. Todos estos proyectos se suman a otros acordados en el marco de la Franja y la Ruta.
La obra pública, sin embargo, fue paralizada al inicio de la gestión de Milei y nunca se reactivó. Por lo tanto, resulta irrelevante que Bessent o el nuevo embajador Peter Lamelas presionen para suspender proyectos que en realidad ya están frenados. Milei hizo la tarea antes de tiempo. La consecuencia más directa de este contexto de subordinación a Estados Unidos y ataques a China es el congelamiento de nuevas inversiones en áreas clave como la minería, el agro, la energía y la infraestructura. Entre otras, hoy pisan fuerte Ganfeng Lithium (minería), Power China (energía renovable), COFCO (gigante alimentario) y China Construction America (infraestructura).
En plenas negociaciones para alcanzar la tregua con Trump, el gobierno de Xi Jinping evitó emitir una respuesta oficial respecto al operativo Bessent. Su postura, no obstante, es que Estados Unidos “siempre interviene” en los intercambios de China con los gobiernos latinoamericanos, que esa actitud está relacionada a su “mentalidad de Guerra Fría” y que piensa a la región como “su patio trasero”. Milei, evidentemente, está dispuesto a aceptar ese rol, aunque sabe que no puede prescindir del aporte económico de la China comunista.



