Sábado, 25 de octubre de 2025   |   Internacionales

China endurece su postura frente a Estados Unidos y complica la agenda comercial global, con impacto en la región

Xi Jinping apuesta por una combinación de presión económica y alianzas empresariales para influir en la agenda de Washington y sortear los canales diplomáticos tradicionales
China endurece su postura frente a Estados Unidos y complica la agenda comercial global, con impacto en la región

El reciente cambio en la estrategia china frente a Donald Trump marcó una nueva etapa en la relación entre ambas potencias. Bajo el liderazgo de Xi Jinping, Beijing adoptó una postura más firme y selectiva: responde con contundencia a las presiones estadounidenses, limita las concesiones a los asuntos de alto perfil que interesan personalmente a Trump y aprovecha su dominio en sectores estratégicos —como el de las tierras raras— para reforzar su influencia. Ese enfoque, visible en medidas como las restricciones a la exportación de minerales críticos y en el manejo del caso TikTok, redefine el equilibrio de poder en la dinámica bilateral.

Durante el primer mandato de Trump, la reacción china ante las presiones estadounidenses solía ser proporcional y reactiva. Sin embargo, tras la victoria electoral de Trump el año pasado, Xi Jinping instruyó a sus principales asesores —entre ellos Cai Qi, He Lifeng y Wang Huning— a diseñar una nueva hoja de ruta que rompiera con la pasividad anterior.

Personas cercanas a los responsables políticos chinos describen a Xi como más seguro y decidido, convencido de haber descifrado el estilo negociador de Trump. La nueva estrategia toma como referencia la propia táctica de “máxima presión” atribuida a Trump, pero con una diferencia clave: el régimen ahora busca responder con mayor contundencia, proyectando fortaleza y cierta imprevisibilidad que, según Beijing, el presidente estadounidense reconoce y respeta.

El ejemplo más claro de ese viraje ocurrió a principios de octubre, cuando el Ministerio de Comercio chino anunció amplias restricciones a la exportación de tierras raras, materiales esenciales para la fabricación de productos tecnológicos y de defensa. China produce cerca del 90% de las tierras raras refinadas a nivel mundial, lo que le otorga una posición dominante en la cadena de suministro global. Aunque oficialmente la medida se presentó como una respuesta simétrica a nuevas restricciones estadounidenses sobre ventas tecnológicas, fuentes próximas a Beijing sostienen que el objetivo real era ganar ventaja antes de la cumbre entre Xi y Trump en Corea del Sur. “Beijing cree que tiene el máximo poder de negociación y no teme utilizarlo”, afirmó a The Wall Street Journal Jimmy Goodrich, experto en tecnología y China de la Universidad de California en San Diego.

La reacción internacional fue inmediata. Aliados de Estados Unidos en Europa y Asia, dependientes de estos minerales para sus industrias, manifestaron inquietud ante la contundencia de la medida, reforzando la percepción de China como un actor cada vez más imprevisible. Washington y Canberra respondieron anunciando una inversión conjunta de USD 3.000 millones en minerales críticos, con el propósito de reducir la hegemonía china en ese sector. En el plano interno, la decisión de Beijing provocó turbulencias en los mercados financieros estadounidenses y obligó a algunas fábricas de automóviles a detener temporalmente su producción. Posteriormente, China alivió las restricciones tras alcanzar acuerdos con Washington, aunque mantuvo un control estricto sobre el suministro.

El caso de TikTok ilustra el perfil más pragmático de la estrategia china. Para Trump, forzar la venta de la popular aplicación representó una victoria política. Para Xi, en cambio, TikTok era considerado un “opio espiritual” que podía sacrificarse a bajo costo para obtener concesiones más relevantes, como la celebración de cumbres bilaterales. Así, Beijing empleó la aplicación como moneda de cambio para asegurar el diálogo directo con Trump, con la mirada puesta en futuras reuniones en China y Estados Unidos.

La motivación central de Xi Jinping radica en la percepción de Trump como un negociador eminentemente transaccional, más interesado en acuerdos concretos que en posturas ideológicas. Según fuentes cercanas a Beijing, la estrategia pasa por ofrecer concesiones en asuntos que Trump valora personalmente, mientras se ejerce presión económica en otros frentes. “Mantener a Trump cerca ha sido fundamental en el manual chino”, explicó al periódico norteamericano Evan Medeiros, ex alto funcionario de seguridad nacional en la administración Obama. El objetivo es neutralizar a los sectores más duros de la administración estadounidense y sacar provecho de la inclinación de Trump por los tratos.

No obstante, desde la Casa Blanca el portavoz Kush Desai rechazó la idea de que Trump busque acuerdos a cualquier precio, subrayando que el presidente solo aceptará pactos que beneficien a los estadounidenses y prioricen los intereses nacionales.

Paralelamente, el régimen chino ha explorado vías alternativas de comunicación, recurriendo a líderes empresariales influyentes como Jensen Huang, director ejecutivo de Nvidia, para transmitir mensajes directamente a Trump y eludir los cauces diplomáticos tradicionales.

Ese enfoque tuvo impacto en la estructura interna de la administración Trump. Los llamados “halcones” —funcionarios partidarios de una línea dura contra China, como Peter Navarro— vieron reducida su influencia, mientras que figuras del sector empresarial ganaron protagonismo. Un ejemplo de ese desplazamiento fue la retirada de la nominación de Landon Heid para un puesto clave en el Departamento de Comercio, tras advertir sobre la amenaza tecnológica que representa China, según consignó The Wall Street Journal.

Aunque la Casa Blanca sostiene que Heid sigue desempeñando un papel relevante en el Consejo de Seguridad Nacional, la tendencia apunta hacia una mayor apertura a los intereses empresariales y a una confrontación directa menos intensa.

La influencia de los líderes empresariales se evidenció en el caso de Nvidia. Jensen Huang aseguró a Trump que prohibir la venta de chips de inteligencia artificial a China solo aceleraría el desarrollo tecnológico independiente de Beijing. Finalmente, Trump decidió revertir la prohibición, en línea con la visión de que “Estados Unidos gana promoviendo sus industrias a nivel mundial”, según un portavoz de Nvidia.

No obstante, la estrategia china conlleva riesgos. La imposición de controles estrictos sobre las tierras raras provocó una reacción airada en la Casa Blanca, con Trump amenazando con aranceles del 100% a los productos chinos y la posible cancelación de la cumbre con Xi. Beijing respondió con un tono más conciliador, comprometiéndose a aplicar las restricciones de manera “prudente y moderada”. Este episodio mostró que Estados Unidos aún conserva herramientas de presión significativas, como el suministro de motores a reacción para la industria aeronáutica china, cuya pérdida podría frenar las ambiciones tecnológicas de Beijing.

En el horizonte inmediato, la relación bilateral enfrenta nuevos desafíos. Tras la cumbre en Corea del Sur, China aspira a organizar una visita de Trump a Beijing el próximo año y, posteriormente, un viaje de Xi a Estados Unidos. El tema de Taiwán figura como prioridad en la agenda de Xi, quien intentará que Trump adopte una postura más explícita contra la independencia de la isla. Además, está sobre la mesa la posibilidad de que China realice compras significativas de soja estadounidense, en respuesta a una petición de Trump, dentro de la lógica transaccional que domina las negociaciones.

Mientras tanto, la administración estadounidense evalúa reactivar sanciones secundarias contra China por la compra de petróleo ruso, una medida que Trump había descartado previamente para evitar represalias chinas en el sector de las tierras raras. El desenlace de estas tensiones dependerá de la capacidad de ambos líderes para equilibrar sus intereses inmediatos con las presiones internas y externas.

La relación entre China y Estados Unidos se define por una diferencia esencial de perspectivas: mientras Trump privilegia objetivos políticos de corto plazo, Xi Jinping se concentra en mantener una competencia estratégica prolongada con Washington.

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