Sábado, 6 de septiembre de 2025   |   Policiales

Camioneta colisiona con tren: revelan identidades de las tres víctimas y el herido en el accidente

Camioneta colisiona con tren: revelan identidades de las tres víctimas y el herido en el accidente

En una mañana gris en el sur de la provincia, particularmente en el kilómetro 190 y medio de la Ruta Nacional N° 12, donde esta se cruza con las vías del ferrocarril, la vida y la muerte se encontraron en un instante. Una camioneta Toyota Hilux de color gris, con dominio AE827YG y cuatro ocupantes, se estrelló contra un tren de carga. Tres de ellos perdieron la vida—dos en el acto y una tercera persona durante su traslado para recibir atención médica—y el cuarto, trasladado al Hospital San Antonio de Gualeguay, presenta heridas graves, aunque su estado no reviste riesgo de vida.

Las víctimas fatales fueron identificadas como Juan Pesalaccia (46), Dario Dannunzio (45) y Patricio Christiansen (45), todos oriundos de Tres Arroyos, Provincia de Buenos Aires. Pesalaccia y Dannunzio fallecieron en el interior de la camioneta, mientras que Christiansen murió durante el traslado en ambulancia. El único sobreviviente, Diego Dannunzio (45), sufrió una fractura de fémur en la pierna izquierda y se encuentra internado y sedado en el nosocomio gualeyo.

Según la hipótesis que manejan los investigadores, se trataba de un grupo de amigos que se dirigía a pescar, a juzgar por los elementos hallados en los restos de la camioneta.

Las primeras constataciones realizadas por personal policial del Puesto de Control Vial de Gualeguay indican que tomaron conocimiento del siniestro alrededor de las 6:30. Las primeras informaciones reflejan el profundo dolor que hay detrás de las cifras: tres vidas apagadas, familias devastadas, y una comunidad que recibe la noticia como un golpe seco en el pecho. Se supo que las víctimas residían en Tres Arroyos, lo que intensifica el sufrimiento, que trasciende las fronteras entrerrianas. Un cuarto ocupante de la camioneta fue enviado al Hospital San Antonio de Gualeguay con heridas graves, aunque, como se indicó, sin riesgo de vida.

Los Bomberos Voluntarios de Ceibas confirmaron que fue necesario cortar por completo la ruta, redirigiendo el tránsito hacia la Ruta Provincial N° 16. Este operativo, eficiente y necesario, contrastaba con el silencio ensordecedor que sigue a la tragedia.

No obstante, este suceso no puede interpretarse únicamente como una fatalidad. Cada accidente vial debería interpelar a la sociedad y al Estado: ¿qué se ha hecho y qué falta por hacer para prevenir que los cruces ferroviarios sigan siendo escenarios de muertes evitables? La seguridad vial subraya que no se improvisa; es producto de políticas sostenidas, infraestructuras adecuadas, controles rigurosos y, sobre todo, de una cultura de prevención que debe permear a toda la ciudadanía, sin excepción.

Las estadísticas son elocuentes: la cantidad de muertes por siniestralidades viales en Argentina es alarmantemente alta. En esos eventos, se entrelazan no solo vehículos y formaciones, sino también responsabilidades compartidas. La señalización, la visibilidad, el mantenimiento de barreras y la capacitación de los conductores forman un entramado esencial para la preservación de vidas. Cuando uno de estos eslabones flaquea, el resultado suele ser irreversible.

El dolor que surge de este siniestro también actúa como un llamado de atención. No se trata de buscar culpables en medio de la conmoción, sino de entender que la siniestralidad vial no es un destino trágico predeterminado: es un fenómeno social que se puede mitigar. Así lo afirman los especialistas en criminología vial y seguridad pública, que insisten en la necesidad de educar desde la infancia, de incorporar nuevas tecnologías de control y de consolidar una conciencia ciudadana basada en el respeto.

Un tren y una camioneta que se encuentran en el mismo punto geográfico son, en esencia, metáforas de dos tiempos históricos que aún no logran armonizarse. El transporte ferroviario, con su cadencia pausada pero invariable, reclama prioridad de paso y seguridad garantizada. Por otro lado, el tránsito vehicular, marcado por la prisa y la inercia de las rutas, requiere previsión y responsabilidad. Cuando estos tiempos se desajustan, la tragedia se impone.

Hoy, mientras las familias lloran a sus seres queridos y la justicia debe establecer las circunstancias para determinar responsabilidades, la comunidad tiene el deber de reflexionar. Cada muerte en la ruta es una página escrita con dolor en el libro de la sociedad. Y, como todo libro, debería enseñarnos algo: que las señales y normas no son simples adornos, que la prevención no es un eslogan vacío y que la vida, en el cruce de caminos, siempre debe tener la última palabra.

El kilómetro 190 y medio de la Ruta 12 se ha convertido en una herida en el mapa vial. Una herida que solo podrá sanar mediante memoria, respeto y compromiso. En lo que respecta a la seguridad vial, recordar no es suficiente: es imprescindible convertir el recuerdo en acción concreta. De lo contrario, el eco de las sirenas se repetirá, advirtiendo que la sociedad no ha aprendido lo suficiente.

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