
La percepción de que los tiburones constituyen una presencia inusualmente intensa en las costas de Florida se ha propagado entre los pescadores locales, quienes informan que estos depredadores les sustraen sus capturas con una frecuencia que consideran sin precedentes. Esta situación, descrita por muchos como un “problema abrumador”, ha dado lugar a debates, investigaciones científicas y propuestas legislativas. No obstante, la comunidad científica sostiene que el fenómeno es más complejo de lo que sugieren los testimonios.
El fenómeno de la depredación —cuando un tiburón u otro depredador marino se alimenta de un pez que el pescador ya había enganchado— genera especial preocupación en el sudeste de Florida, los Cayos y el Panhandle, donde los reportes aumentan durante la primavera y el verano, coincidiendo con las temporadas de pesca de especies como el pargo y el mero. Los pescadores afirman que la interferencia de los tiburones ha crecido, llegando incluso a calificar la situación de crítica.
Los investigadores insisten en que la depredación no es un fenómeno nuevo. Matt Ajemian, profesor en el Instituto Oceanográfico Harbor Branch de la Universidad Atlántica de Florida, prefiere referirse a ello como un “desafío” en lugar de un problema.
Junto al coordinador de investigación Mike McCallister, lidera desde 2021 un proyecto destinado a entender las causas, la frecuencia y las posibles soluciones a estos encuentros, a través de encuestas, análisis de videos, pruebas genéticas y monitoreo en redes sociales.
Los datos recopilados indican que aproximadamente el 43% de los pescadores encuestados en Florida ha experimentado la pérdida de capturas a causa de tiburones, con tasas que fluctúan entre el 10% y el 60% según la región, la temporada y la especie.
El pargo y el mero son las especies más afectadas, seguidas por caballa, cobia, atún y pez vela. Los tiburones toro y arenero se destacan como los principales responsables, aunque no son los únicos: especies como el mero guasa también atacan las capturas bajo el agua, fuera del alcance visual de los pescadores. “Los videos demuestran que no siempre los tiburones son los responsables”, advirtió McCallister.
Muchos pescadores atribuyen el aumento de la depredación a una supuesta sobrepoblación de tiburones. Sin embargo, las investigaciones ofrecen matices: aunque algunas especies muestran signos claros de recuperación tras décadas de declive, las poblaciones de tiburones en Estados Unidos, en general, permanecen por debajo de los niveles históricos.
Según el Servicio Nacional de Pesca Marina de los Estados Unidos, se han registrado incrementos en especies como el tiburón punta negra, el tiburón arenero, el tiburón tigre y el tiburón blanco en el Atlántico. Por su parte, Mahmood Shivji, director del Instituto de Investigación Guy Harvey, destaca que las poblaciones juveniles de tiburón toro están aumentando en los estuarios del Golfo de México.
No obstante, Mike Heithaus, ecólogo marino de la Universidad Internacional de Florida, alerta que muchas especies aún no han recuperado sus números originales, y que, en gran medida, la impresión de novedad entre los pescadores más jóvenes puede deberse a que cuentan con distintos puntos de comparación respecto a las generaciones anteriores.
La transformación ambiental y el cambio climático también ejercen un fuerte impacto sobre la conducta de los tiburones y la frecuencia de los encuentros con pescadores. Shivji explica que la sobrepesca y el calentamiento del agua afectan la distribución de las presas naturales, alterando así las rutas y hábitos alimenticios de los tiburones. Heithaus advierte que la degradación ambiental puede modificar redes tróficas y forzar tanto a depredadores como a sus presas naturales a desplazarse hacia zonas donde antes no era común verlos.
A medida que crecen los testimonios, muchos pescadores han comenzado a adaptar sus hábitos para minimizar las pérdidas: rotan las zonas de pesca, acortan las peleas con los ejemplares capturados y ajustan el equipo. Simultáneamente, los científicos exploran alternativas disuasorias —como dispositivos que afectan los sentidos eléctricos de los tiburones— y monitorean las nuevas conductas registradas en altamar.
Estados como Florida y agencias federales discuten estrategias para reducir el impacto de estos encuentros y profundizar el monitoreo, un tema que también se debate en países como Australia y Sudáfrica, donde se reportan situaciones similares, según documentó la BBC en un reciente informe sobre la convivencia entre tiburones y actividades pesqueras.
Más allá del impacto en la pesca comercial y recreativa, el análisis de Michael Moore Jr. y Ryan Ballogg coincide con la visión de la mayoría del mundo científico: los tiburones son fundamentales para la salud de los ecosistemas marinos. Estas especies regulan poblaciones de presas y sostienen el equilibrio de las cadenas alimenticias.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, muchas especies han sufrido caídas de entre el 50% y el 90% a nivel mundial, principalmente las de mar abierto y arrecifes. La disminución acelerada de los tiburones amenaza la salud de los océanos y refuerza la urgencia de valorar su función clave.
El desafío está planteado: lograr que la convivencia entre pescadores y tiburones sea sostenible y fundamentada en la ciencia, para asegurar el futuro de la pesca y la salud del océano.