Lunes, 13 de octubre de 2025   |   Internacionales

Bodie, pueblo fantasma de California: el patrimonio detenido que obliga al debate sobre conservación pública

Ahora convertido en parque estatal, los visitantes deben respetar estrictas normas para preservar su historia y su atmósfera única
Bodie, pueblo fantasma de California: el patrimonio detenido que obliga al debate sobre conservación pública

En el norte de California, Estados Unidos, hay un pueblo en el que el silencio domina las calles vacías, las casas de madera parecen congeladas en el tiempo y rige una norma clara: está prohibido mover, recoger o alterar cualquier objeto del sitio. Ese lugar se llama Bodie. Nacido en el siglo XIX a raíz de la fiebre del oro, se despobló cuando las minas se agotaron y hoy forma parte de un parque estatal que recibe visitantes cada año bajo esa instrucción estricta.

Bodie toma su nombre de William S. Bodey, un antiguo pistolero que buscó una nueva vida como buscador de oro en una región remota de California. Según Jot Down Cultural Magazine, este hombre halló metales preciosos cerca del lago Mono durante el verano de 1890, en el valle de Willow Creek.

El sitio web oficial del Parque Histórico Estatal de Bodie señala que aquel descubrimiento prometía riqueza y estabilidad para los exploradores, aunque la historia no tuvo un final feliz para su protagonista.

Tras localizar oro y plata, una fuerte tormenta de nieve sorprendió al grupo. Mientras sus compañeros encontraron refugio en una cueva, Bodey permaneció cerca del río, decidido a proteger el mineral.

Al día siguiente lo hallaron muerto y lo enterraron en el lugar, bajo la nieve. El grupo acordó nombrar al pueblo en su honor, aunque un error en los registros fijó la grafía definitiva: Bodie.

Según la información recopilada por El País, los integrantes del grupo repartieron el oro antes de abandonar el valle. En poco tiempo, la zona atrajo a nuevos buscadores y la actividad minera se aceleró: la cantidad de personas interesadas creció rápidamente y Bodie vivió una etapa de bonanza económica.

El pueblo alcanzó su máximo esplendor en los años de mayor auge minero. Jot Down Cultural Magazine relata que entonces Bodie llegó a contar con 65 salones, 40 tiendas de comestibles y materiales, diez bancos, tres funerarias, dos bandas musicales y una cárcel. Incluso tuvo su propio periódico.

El crecimiento vertiginoso consolidó tanto las labores mineras como la vida social. La llegada de mineros y comerciantes permitió la formación de un pequeño centro urbano en el inhóspito paisaje del norte californiano.

No obstante, el auge empezó a decaer en 1912: el oro se volvió escaso, los comercios cerraron y los vecinos emprendieron el éxodo. Según la misma fuente, un incendio originado en una mina agravó el deterioro; el fuego arrasó gran parte del pueblo y apenas una iglesia de madera sobrevivió.

Ese periódico también recoge una leyenda local surgida después de esos sucesos. Algunos de los últimos habitantes aseguraron haber visto la figura de William S. Bodey en la iglesia, envuelta en llamas, advirtiendo: “No toquen lo que es mío”.

La historia se extendió por la región y se arraigó la creencia de que quien retire cualquier objeto —aunque sea una piedra o una cuchara— sufrirá desgracias. Así nació la llamada maldición de Bodie, una advertencia que pasó a formar parte de la cultura del pueblo y que todavía condiciona la experiencia de los visitantes.

Jot Down Magazine sostiene que, tras numerosos robos y saqueos, los guardaparques idearon la historia de la maldición para proteger los vestigios históricos. La supuesta advertencia contribuyó a reducir el vandalismo y se incorporó a la tradición oral del lugar.

El despoblamiento definitivo de Bodie se consumó en 1942, cuando sus últimos residentes lo abandonaron. El poblado sufrió además incendios en 1892 y 1932 que destruyeron la mayor parte de las construcciones originales. Según datos del Parque Histórico Estatal de Bodie, hoy sobreviven menos del 10% de las aproximadamente dos mil edificaciones que habría tenido originalmente.

En 1961 las autoridades inscribieron a Bodie en el Registro Nacional de Lugares Históricos y, al año siguiente, lo declararon parque estatal. El poblado mantiene la apariencia y la distribución originales de casas, bares y almacenes, aunque ya no funciona el comercio: solo una pequeña librería en el museo ofrece material a los visitantes.

La preservación de Bodie tiene importancia por su valor como ejemplo de un auténtico pueblo fantasma. Según el propio Parque Histórico Estatal, el respeto a las normas de conservación permite conservar el ambiente y la fisonomía originales.

Bodie es un caso excepcional en la historia minera de Estados Unidos y una referencia en gestión patrimonial. Los responsables del parque insisten en ello con un mensaje simple que figura en los carteles de ingreso y en la web: “No recoja objetos ni los mueva. Deje todo como está, para que la historia de Bodie continúe”.

Recorrer Bodie ofrece una aproximación directa a un capítulo central de la fiebre del oro en California: hoy el pueblo se presenta como testigo de la antigua vida minera y del paso del tiempo sobre un entorno en el que la actividad humana se detuvo.

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