
Teoría de las Tres P
“Démosle Ejército a Victoria, que pide a Presti”. Cuando el Triángulo aún era un Rectángulo, se cumplía la Teoría de las tres P: el Poder para el Ejército, el Prestigio para la Marina y la Plata para la Fuerza Aérea.
El incipiente Milei asomaba como un boceto de fenómeno. Nicolás Posse, El Premier Breve, injustamente olvidado, era el funcionario pragmático encargado de repartir las piezas del tablero.
La aviación llegaba atada al negocio de la chatarra danesa de los F16. Los marineros presionaban por un submarino Scorpene. Correspondería entonces ceder el Poder del Ejército a la señora Victoria Villarruel, La Cayetana (por Álvarez de Toledo).
Aún Victoria no se había consagrado como la enemiga íntima del Panelista de Intratables.
Pero la vicepresidenta ya estaba desairada porque el Panelista no había cumplido lo anunciado en el Templo de Bonelli: que su vicepresidenta iba a manejar “los temas de su especialidad, Defensa, Seguridad e Inteligencia”.
Sin embargo, desde el Acuerdo Revolucionario de Acassuso, la Seguridad pasó a Patricia, la Montonera del Bien, y Defensa quedó reservada para el vice frustrado de Patricia, Luis Petri, El Carucha.
Carucha aguardaba ansioso la inauguración oficial de la chatarra danesa, con la intención de lucirse con los avioncitos y recién después entregar el ministerio.
Iba a asumir en la Pajarera como diputado, sin perderse el espectáculo de los F16, que cuestan 25 mil módicos dólares la hora: solo para volarlos. La cuestión del armamento es, por supuesto, otro negocio aparte.
En tanto, Inteligencia quedó en manos de Santiago Caputo, El Neo Giacomini. Formaba parte del Rectángulo que pronto sería Triángulo.
Santiaguito colocó como Señor 5 a un amigo de la familia, diplomado en La Escuela de Jesús (Cariglino).
Los “hijos de”
El Teniente General Carlos Alberto Presti es un “hijo de”. En su caso, de un represor, lo que hacía que, mientras gobernara el progresismo, su proyección estuviera limitada.

No obstante, el infante llegó a dirigir el Colegio Militar. Además tuvo la suerte de no ser deshonrado cuando la madre de un oficial recién recibido descubrió en la espalda del hijo las huellas de los rebencazos, secuelas del tradicional “Corredor de la Chota”.
En ese momento el ministro de Defensa era Jorge Taiana, El Indemne, que no podía culpar al director porque, en efecto, el padre represor había sido su carcelero.
“Van a decir que se lo carga a Presti, ministro, por resentimiento personal”. Sucede que Taiana, siguiendo la superstición del peronismo, también era un “hijo de”: en su caso, de una eminencia superior.
Desde el Colegio, tras consultar, Taiana destinó a Presti a la Brigada IV. Es la cantera de los penúltimos poderosos titulares del Ejército, como el teniente general Guillermo Olegario Pereda o el propio Presti.
El único reproche que se le pudo hacer a Presti en Córdoba, durante su paso de comando por la Brigada, terminó en una histórica vulnerabilidad.
Carga frívola de apellidos
Impacta la frivolidad castrense respecto de la carga de los apellidos: puede ser despreciable o benévola. Según quién reparta los cargos, un apellido pasa de maleficio a atributo con una rapidez que ya no sorprende.
Cuando los reparte el progresismo, el apellido inconveniente se convierte en condena. Cuando lo hace la derecha del Gobierno de Consultores de Los Milei, la historia cambia.
El mismo apellido se convierte en antesala de la promoción. No hace falta ir más lejos: con Presti —designado ministro de Defensa— se consagra la fábula de “la historia completa”, que establece la paridad con la “barbarie popular”. Consta que la derecha jamás se atrevió a tanto.
El cipayismo explícito
El Gobierno de Consultores ata deliberadamente a Argentina a la conducción arbitral de Donald Trump, síntesis que agota la línea internacional marcada por un occidentalismo excesivo. Plena exaltación del cipayismo explícito.
Trump arrastra esa celebración de la “ambigüedad estratégica” que lo caracteriza con cierto patetismo: una sucesión de demencias no tan seniles que, de vez en cuando, aciertan. Lo moviliza incluso la captura del Premio Nóbel de la Paz.
Pero Trump no duda en expulsar a afganos vejados, detener a somalíes sin destino en Minnesota o mostrarse severo con guatemaltecos indocumentados, reenviando a los miserables a sus ciudades de origen. También ostenta el jactancioso delirio de fumigar barquitos —sin mayor trascendencia— que, en el relato, trasladan narcóticos por el Caribe.
Hasta ahora, al demonio le salió solo la locura del “golpe palaciego popular” que intentó contra Joseph Biden, El Abuelito Dulce, para derrocarlo; resultó en desastre porque fue traicionado por los militares que supuestamente estaban comprometidos.
No aprovecharon las 60 horas de ausencia. Cancha libre.
Y no apareció, en Washington, ningún demócrata dispuesto a dar la vida por la trucha «cultura woke».
Final con surfistas
Convivir con el denso aroma de la supuesta reparación moral del Proceso, apodado Dictadura Militar, cuesta.
Presti, otro Infante y titular del Estado Mayor General del Ejército, también proviene de la Brigada IV Aerotransportada de Córdoba, desde donde se promovió al general Juan Martín Paleo, infante que llegó a presidir el Estado Mayor Conjunto.
Aún sin asumir, Presti mantiene el polémico “estado de disponibilidad” que irrita a los camaradas, que prefieren que pida de una vez el retiro. Pero no pierde la astucia ni para elegir al sucesor que le corresponde en el Ejército.
Se trata del compañero Oscar Zarich, general de División, acaso el instrumento ideal para consolidar la cultura de comandos en acción. Al cierre del despacho: para despejar dudas, sólo si Trump lo demanda personalmente el Panelista se mostrará predispuesto a la obediencia debida y a enviar alguna lancha, espectacularmente menemista, con surfistas encantados por la utopía de sentirse “marines”.
Con el propósito de completar el adorno coalicionista del acoso caribeño que termine con Nicolás Maduro, El Kirchner de Venezuela, bailarín autoritario y casi inofensivo.
* Escribe Oberdán Rocamora Redactor Estrella, especial para JorgeAsisDigital.com
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