
La industria del juguete en la Argentina llega a este fin de año atravesando una de sus situaciones más complejas en décadas, advirtió el sector este lunes. La Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ) señaló que el escenario actual combina un crecimiento extraordinario de las importaciones, una caída sostenida del consumo y una competencia que considera desleal, tanto por el ingreso formal como por el contrabando. A ese panorama se suman profundos cambios demográficos, el avance de los canales digitales y la aparición de artículos inseguros sin la certificación correspondiente.
El comunicado sectorial denuncia una “avalancha sin precedentes” de productos extranjeros, especialmente provenientes de China, que concentran casi la totalidad del volumen importado. Entre enero y octubre, las importaciones de juguetes alcanzaron USD 91,3 millones FOB y 17,5 millones de kilos, con aumentos interanuales del 59,5% en valores y del 94% en volumen. China explica el 85,7% del valor y el 94,4% del volumen de los ingresos.
Si se incorporan juegos de mesa, artículos para aire libre y productos de fiesta, el total supera los 28 millones de kilos, por lo que 2025 se perfila como el mayor año de importaciones en dos décadas, incluso superando el récord de 2018. La diferencia central es que, mientras el mercado recibe más productos que nunca, el consumo continúa en claro descenso.
Matías Furió, presidente de la CAIJ, subrayó la gravedad de la concentración importadora: “A pesar de la alineación con occidente, China pasó a explicar casi el 95% del volumen importado. La concentración es la más alta de los últimos 20 años”. El ingreso de nuevos operadores es igualmente notable: en un año la cantidad de importadores creció de 199 a 530, con casi 340 empresas que comenzaron a importar juguetes, en un contexto de recesión del consumo.
La presión sobre la plaza local no proviene únicamente de las cifras de importación. El documento advierte sobre la superposición de stocks acumulados del año anterior, consecuencia de una ola de compras nacionales y externas realizada cuando el dólar oficial se ubicaba en niveles muy bajos. Esa acumulación genera una sobreoferta, caída de precios, distorsión de valores de referencia y una competencia que perjudica tanto a fabricantes locales como a quienes importan bajo condiciones formales.
El sector denuncia además una desventaja estructural frente al gigante asiático. El ecosistema manufacturero chino exhibe costos laborales, ambientales y energéticos mucho más bajos, y las empresas acceden a incentivos a la exportación, lo que provoca que la industria local no pueda igualar precios sin sacrificar calidad o sustentabilidad. En ese marco, la competencia calificada como “desleal” agrava la insostenibilidad de la actividad argentina.
Cambios demográficos y nuevas dinámicas de consumo
A las dificultades comerciales y la presión externa se suman transformaciones estructurales del mercado interno. El comunicado señala una baja sostenida de la tasa de fecundidad, que pasó de 2,4 a 1,4 hijos por mujer desde 2015, una caída del 42% que reduce la base demográfica de niños y limita la demanda potencial.
Según estimaciones basadas en datos del Indec, en 2022 la población de 0 a 14 años superaba los 10 millones; para 2025 la proyección sitúa ese segmento en 9,5 millones, una tendencia que se prolongaría hasta 2040. Ese recorte estructural, junto con la exposición temprana a dispositivos digitales y pantallas, resta tiempo e interés a la interacción con juguetes tradicionales.
En términos comerciales, el consumo en jugueterías de proximidad, cadenas y supermercados no muestra señales de recuperación, y aunque el e-commerce avanza, representa apenas el 25% de la facturación. El comercio electrónico plantea además desafíos logísticos, financieros y de promoción que muchas PyMEs no logran sortear de forma eficiente, mientras aumentan las compras puerta a puerta y el contrabando, precisó el comunicado.
Impacto del contrabando y los productos inseguros
El panorama se complica por el incremento del contrabando, que la CAIJ estima en torno al 30% del mercado y que afecta a distintas regiones del país. Los informes mencionan casos de polirrubros y bazares que organizan viajes frecuentes a zonas limítrofes para abastecerse de mercadería sin control aduanero. Esa práctica, advierte la cámara, no solo evade impuestos y distorsiona la competencia, sino que también implica mayores riesgos para las familias, ya que los artículos ingresados ilegalmente no cumplen normas de seguridad.
La cámara expresó su preocupación por la presencia de juguetes inseguros en el mercado. Alertó sobre la oferta de productos “internacionales” en plataformas de e-commerce, algunos con antecedentes de retiro en Estados Unidos, así como la venta de artículos presentados como “certificados” que, tras ensayos en laboratorios, no cumplen la normativa vigente. En la región, organismos de países cercanos detectaron metales pesados y sustancias prohibidas en algunos juguetes, lo que pone de manifiesto la necesidad de intensificar controles fronterizos y asegurar la trazabilidad de la cadena comercial.
Comercios en crisis y fábricas en estado límite
El cuadro muestra indicadores de deterioro acelerado: las ventas permanecen estancadas y los comercios sufren el impacto de la sobreoferta y la llegada masiva de nuevos importadores. Las jugueterías enfrentan márgenes negativos por aumentos en tarifas energéticas y la presión del canal digital, mientras las fábricas recurren a créditos no para ampliar producción sino para afrontar sueldos y compromisos básicos.
La capacidad ociosa se transformó en un problema central: “La industria tiene 6 de cada 10 máquinas paradas sin producir”, sostuvo Furió. La reducción arancelaria, aplicada con la intención de bajar precios, no se trasladó al consumidor final: “El arancel se redujo un 15%, pero los juguetes importados no bajaron de precio”, puntualizó el dirigente.
El deterioro también se reflejó en el cierre de locales históricos. El comunicado menciona el caso de Rossier en Escobar, que cerró en octubre tras casi 40 años; Halago’s en Quilmes; y Lilián en Trelew, con medio siglo de trayectoria. Según la cámara, el mayor temor para los meses venideros es la continuidad del ecosistema nacional de jugueterías y, en el extremo, la supervivencia de la producción local.
Baja del consumo y cambios de hábitos de compra
La estacionalidad presenta una caída generalizada en los tickets y una intensa búsqueda de precios bajos. El ticket promedio en comercios de barrio ronda los $22.000, mientras que en grandes cadenas asciende a $49.000, donde más del 90% del stock es importado, lo que deja un promedio general cercano a $35.000. Las opciones van desde juguetes económicos, como masas de modelar o autos plásticos desde $3.000, hasta productos premium que pueden superar los $350.000. El 85% de las ventas se concretan con tarjeta de crédito.
El fenómeno no es exclusivo del segmento de juguetes. La industria local del árbol navideño, que supo llegar a mercados internacionales, ahora compite con una oferta creciente de importaciones. Los precios varían según formato y ubicación: un árbol completo básico puede conseguirse desde $30.000 a $35.000, mientras las presentaciones grandes y premium superan los $100.000. La demanda prioriza precio y practicidad, empujando a la industria nacional a buscar alternativas para mantenerse vigente.
A pesar del panorama adverso, la CAIJ impulsa un paquete de iniciativas para sostener el comercio y promover la demanda, como campañas de descuentos, acciones de visibilización y contenidos educativos que destaquen el juego físico frente al uso de pantallas. Entre el 8 y el 24 de diciembre, la cámara promoverá propuestas destinadas a movilizar la mayor cantidad de compras posible en el período navideño.
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