Es evidente la inviabilidad de cualquier acuerdo político con el oficialismo actualmente gobernante, habida cuenta de la enorme brecha que lo separa de los principios ideológicos y éticos que inspiraron el nacimiento y la vigencia de la Unión Cívica Radical.
Pero tampoco nos parece atinado impulsar desde ya candidaturas de extrapartidarios, por bien situados que estén en las encuestas, sobre todo cuando no nos dan garantía ni de su identificación con esos principios ni que todos los que tras ellos se encolumnan sean aliados deseables para el Radicalismo.
En lugar de enfrascarnos en estrategias electoralistas debemos abocarnos a recuperar el sentido progresista y democráticamente transformador que constituye la razón de ser nuestro Partido.
Sólo a partir de ello pensemos en encarar la búsqueda de acuerdos con otras fuerzas políticas y sociales que persigan similares propósito y recién decidir, si es necesario con generosidad y desprendimiento, quienes serán las mujeres y los hombres que encabezarán esta propuesta al pueblo argentino.
La causa que encarna la Unión Cívica Radical es demasiado valiosa y necesaria para la República para que la resignemos en pro de una efímera especulación electoral.
Actuar de este modo no significa renunciar a la vocación de poder, sino asumirla con el objetivo que debe presidirla: pretender el poder para impulsar la grandeza de nuestra Nación y la libertad y el bienestar de todos sus habitantes.




