Miércoles, 3 de septiembre de 2025   |   Internacionales

Afganistán enfrenta un devastador terremoto que resalta su vulnerabilidad estructural en medio de la crisis actual

La devastación causada por el sismo en Kunar reveló la magnitud de la fragilidad institucional y humanitaria del país, donde la emergencia se agrava por décadas de conflicto y abandono estructural
Afganistán enfrenta un devastador terremoto que resalta su vulnerabilidad estructural en medio de la crisis actual

En un cementerio de la provincia de Kunar, un anciano contempla seis tumbas recién cavadas que pertenecen a su familia, atrapada por el terremoto de magnitud 6,0 en el este de Afganistán. A su alrededor, otros siguen buscando a sus seres queridos entre los escombros de una región devastada, donde las rocas sobre la tierra hacen de epitafios mudos en medio del calor y el polvo.

“Estas seis tumbas pertenecen a esta familia: cinco son nietos y una es una nuera. Todos murieron en el terremoto”, relata a EFE Abdul Habib, tío de los niños fallecidos. Su hijo, padre de los pequeños, se encuentra hospitalizado.

El cementerio en sí no es más que montículos de tierra levantada, marcados con piedras colocadas a mano para identificar a los seres queridos en un descampado que se va llenando de muertos. La escena se repite a lo largo de todo el valle. Aldeas enteras, como Bahadur Khan, donde han fallecido 88 personas, o Andarchak, que ha sepultado a casi todos sus habitantes.

“Desde nuestras familias, parientes y aldeas, casi 200 personas han fallecido y unas 300 han resultado heridas. El invierno se aproxima y aún no hemos recibido apoyo sustancial. Necesitamos refugios antes de que llegue el frío”, señala a EFE Abdul Ghafoor, vecino del valle de Dewagal.

Para quienes han sobrevivido, ahora comienza otra batalla. Muchos descienden durante horas de las montañas, heridos y cargando a sus hijos en brazos. “Nuestras casas se han derrumbado. La carretera está completamente obstruida por enormes rocas”, explica Habibur Rahman, de 45 años.

Abajo, las condiciones se tornan cada vez más críticas. Con temperaturas superiores a 40 grados, denuncian la falta de agua potable, comida y medicinas. Maqamuddin, un anciano de 90 años, se ha refugiado a la orilla de la carretera sin siquiera una carpa. “Hoy es el tercer día desde el terremoto. Nuestras casas han sido destruidas, no nos queda nada y nuestros niños están sin refugio”, relató a EFE.

En medio del caos, la respuesta es principalmente ciudadana. Los caminos de Kunar se han convertido en una doble vía: por ellos bajan familias en busca de refugio, mientras suben vecinos con palas, picos y pan seco. A los pies de las montañas, voluntarios han instalado clínicas móviles. “Somos un equipo médico de Kabul, pero no podemos avanzar más arriba”, comenta a EFE el doctor Reza Mohammad.

El desastre se agrava por las constantes réplicas. Las autoridades talibanas ya cifran en 1.411 los muertos y 3.124 los heridos, mientras que la ONU estima que más de 12.000 personas se han visto directamente afectadas.

Esta catástrofe natural golpea a una nación que ya se encuentra al borde del colapso. Desde la toma del poder por los talibanes en 2021, Afganistán ha entrado en una profunda crisis económica tras la interrupción de la ayuda internacional y la congelación de sus activos.

La pobreza es endémica y el país ya era hogar de una de las peores crisis humanitarias del mundo, con millones de personas dependiendo de la ayuda exterior para sobrevivir.

A esta vulnerabilidad económica se suma la institucional. Cuatro décadas de guerra ininterrumpida han dejado al país con infraestructuras devastadas. El sistema sanitario, que ya se encontraba al borde del colapso por la falta de fondos, carece de la capacidad y los suministros necesarios para enfrentar una emergencia como esta, especialmente en las zonas rurales que han sufrido un abandono crónico. La ayuda prometida por la comunidad internacional se torna, en este contexto, aún más crucial.

Mientras tanto, en lo alto de las montañas, un joven de 15 años, Rohullah, se quedó a cuidar el ganado de la familia. Sus parientes heridos han descendido a los campamentos. “Aquí arriba toda la aldea ha sido destruida”, asegura.

“Incluso caminar es extremadamente difícil”, concluye.

(con información de EFE)

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