
El examen que le toma la misión del FMI a la Argentina en suvisita en estas horas no tiene como propósito principal revisar elcumplimiento, por el Gobierno, de las metas que condicionan los desembolsos delprograma firmado en junio pasado. El objetivo es someter a examen a laoposición, para medir si aportará su cuota a la sustentabilidad del compromiso,que tiene un plazo de cumplimiento de tres años, es decir, hasta junio de 2021.El grupo que conduce el italiano Roberto Cardarelli recorre despachos oficialesy de consultores privados, pero se detiene en particular en los santuarios delperonismo. El jueves mantuvo una larga reunión con Marco Lavagna, economistadel Frente Renovador de Sergio Massa. Lo visitó junto a media docena deasesores, en una de las oficinas del bloque en el palacio del Congreso y letrasladó las principales inquietudes: Si el año que viene hay un cambio degobierno que los favorezca, ¿mantendrán el acuerdo con el FMI? ¿El peronismoracional va a aprobar el proyecto de presupuesto que contiene el programa conel organismo? ¿Cuáles son las observaciones sobre lo firmado, quévulnerabilidades le ven? ¿Van a apoyar el proyecto de reforma de la cartaorgánica del Banco Central? La misma minuta escuchará el martes el jefe delbloque federal del Senado, Miguel Pichetto, y en días sucesivos otrosrepresentantes de la vereda opuesta al gobierno, entre ellos la cúpula de laCGT.
El examen compromete al peronismo racional y a la CGT
Las respuestas que recojan los emisarios del FMI le pondrán algode nervio a esta visita, que navega sin luces y por debajo del radar de lostumultos de la crónica diaria — cuadernazo, índices de precios, efectospolíticos de la votación del aborto–. Del lado del Gobierno no ven que surjapor ahora nada emocionante de la pesquisa sobre su cumplimiento. El FMI yadesembolsó US$15.000 millones. Sigue ahora la suelta trimestral de los US$3.000millones que vendrán, como primera cuota, a finales de setiembre, cuando elpresupuesto ya esté presentado en el Congreso. No hay problemas con ese primerpago. La inquietud surge a partir del diagnóstico que se lleve el grupo deCardarelli. Las respuestas del peronismo racional son cambiantes. Pichetto seha comprometido a un esfuerzo para que el presupuesto salga. Cree que el peorescenario sería dejar al Gobierno sin esa ley, habilitándolo a que gobierne elaño que viene, el último del mandato Macri, con el de 2018. Este mecanismoaumenta la discrecionalidad del Gobierno nacional. Los reproches que escucharonCardarelli de Lavagna y los tres economistas que lo acompañaron, son los mismosque oirán de Pichetto: aun cumpliendo el Gobierno las metas del acuerdo, ¿dedónde va a sacar los US$20.000 millones que necesitan el año que viene? ¿Cuálva a ser la actitud del directorio del FMI ante los primeros incumplimientosdel plan? El board debería analizar las condiciones del nuevo precio del dólary los índices de inflación. Otra observación es sobre la conveniencia de mandaruna ley para darle más independencia al Banco Central. “Esto no es EstadosUnidos –le dijeron en la mesa de Lavagna (h)–; acá hay que tener en cuenta lasrelaciones de poder”. ¿Acaso no han visto cómo el BCRA, ante la corrida de estasemana, debió intervenir? ¿Dónde quedó la recomendación de los picasesos delFMI a los funcionarios argentinos de flotar a toda costa? “Float, boys!”, lesrepiten en cada encuentro.
Los misioneros del Fondo anotan y anotan, y cuandorepreguntan lo hacen sobre política, no sobre economía. Y de política hablantodos, en tierra, mar y aire. A miles de metros de altura, de ida y de vuelta ala asunción del nuevo presidente del Paraguay, hombres del oficialismo y de laoposición le sacaron punta al componente político de las turbulenciasfinancieras. Aprovecharon ese clima irreal, de no estar en ninguna parte, quedan los viajes en avión, para analizar con crudeza la agenda que entiendentodos comparten, sean oficialismo u oposición. En el avión que lo trajo elmiércoles de regreso de Asunción, Macri se rodeó de interlocutores clave. Lohizo subir a Mario Negri –que había hecho el viaje de ida con la delegación delegisladores y a quien parece haber elegido por cábala como acompañante–, hizolo mismo en viajes a Córdoba. También estuvieron, además de Juliana Awada, elgobernador de Salta Juan Manuel Urtubey y Humberto Schiavoni, jefe del Pronacional, del bloque Pro en el Senado y patrón de las relaciones con elParaguay como perenne directivo de Yacyretá. Macri fue llamando de a uno a losviajeros al sector privado del avión, y con ellos desmenuzó su pensamientosobre cómo enfrentar el resto del año. Se le escucharon comentarios escépticossobre la colaboración del peronismo, quejas sobre la incomprensión de muchosdirigentes, culposa o dolosa, sobre la dimensión de la crisis. “No tienen ideade la situación, pero hay que ir adelante con cautela. Yo ya me quemé conleche”, lamentó con amargura. Se quejó del doble discurso de algunosgobernadores, que hacia afuera apoyan las medidas del Gobierno, pero cuandovuelven a sus provinciales le pegan como en bolsa. También se quejó de lospropios, que miden la lealtad según le vaya al Gobierno en las encuestas. Ahoraque el Gobierno está a la baja, son reticentes a aparecer en mociones de apoyo.
Diputados en reflexión de alto vuelo sobre pactos y créditopolítico
Más jugoso estuvo el diálogo que tuvieron, también a milesde metros de altura, los legisladores en el viaje de ida. Juntaron las cabezaspara una sesión de terapia política Emilio Monzó, Graciela Camaño, MartínLousteau y Diego Bossio. Como nadie escuchaba, ni nadie contará nada, soltaronlos ánimos y las lenguas para terminar coincidiendo como pocas veces, pese asus militancias tan contrarias. Monzó fue crudo, como lo es en reuniones deestrategia del Gobierno, en el diagnóstico sobre las dificultades deloficialismo para lograr el acuerdo del presupuesto, que es la obsesión deOlivos, después de haberse gastado el crédito político en la larga noche delgradualismo. “Propuse ampliar la base política del Gobierno, y eso me costó queme dejasen afuera de todo durante un año y medio”, suele ser su reflexión. Lacompleta con dosis de alta política: “Defino la política como la capacidad deentender la necesidad del otro. Eso nos ha faltado”. ¿Es tarde? Por lo menos esdifícil, porque “cuando asumimos había 21 provincias con déficit, y tres consuperávit; hoy hay 21 con superávit primario –antes de intereses– y tres condéficit. Les hemos dado a las provincias los recursos para que ahora se ponganduros con nosotros”. Los acompañantes, con carne de acuerdismo, casi loaplauden a Monzó. Pero lamentan que Macri siga dudando de ceder ennegociaciones que supongan repartir el poder. Lousteau, que es uno de los quepuede informar a la misión del FMI, comparte muchas observaciones como las delperonismo federal y puso en esa charla la misma duda de Lavagna. ¿De dóndesacará el Gobierno los US$20.000 que necesita el año que viene? En esaintimidad aérea, Monzó confesó su proyecto de que no haya sesiones en Diputadoshasta que aparezca el nuevo proyecto de Presupuesto. Quiere lo mismo el peronismoencuadernado, pero hay diputados oficialistas que querrían el escenario de laCámara para arrinconar más a la oposición.
Otra amenaza de sesión especial, ahora por fondo sojero
Pichetto habló en la noche del lunes con Rogelio Frigerio,quien lo llamó para avisarle de los decretos de suspensión de reintegros, lasuspensión del fondo sojero y la suspensión por 6 meses de la baja deretenciones para aceites y harinas de soja. “Vamos a adelantar esas medidasporque hay que dar señales al mercado de que vamos a cumplir la meta deldéficit de 1,3% sobre el PBI”, le explicó. Corcoveó algo el senador porque esosretoques habían sido negociados con los gobernadores, pero para 2019. Pasaronpocas horas para que el tucumano Juan Manzur amagase con un alzamiento de losgobernadores e intendentes que se benefician de los $25.000 millones que sereparte por el Fondo Federal Sojero, que promovió el viernes en la reunión enel CFI. Corrió, contra reloj, Frigerio para desarmar la asistencia de un buennúmero de mandatarios. La amenaza del Gobierno, para quitarle aire a esaconvocatoria, fue hacer público el desvío que muchos intendentes hacen de laspartidas que reciben, que tienen la condición de destinarse a obras públicas, agastos corrientes. El enojo, repetían en los despachos oficiales, se explicaporque muchos intendentes están aplicando esa plata al pago de salarios y otrosservicios. Los gobernadores que acataron la señal de desalentar ese encuentro,se consuelan con que la eliminación del FOFESO aumenta la masa de recursoscoparticipables. Ahora el temor del Gobierno es la amenaza de una sesiónespecial pedida por la oposición, para derogar el decreto de la soja. No gananpara sustos en el Gobierno: en marzo se metieron en el tema del aborto paradesbaratar una sesión especial. Hace dos semanas, para desbaratar otra,debieron suspender los 30 días el recorte a los suplementos por zona de lasasignaciones familiares.
La mano invisible sobre el Senado
Esta trama importa porque el bloque federal comenzó adiscutir entre sus principales bastoneros –Pichetto, Urtubey, Bossio– un planpara levantar un escenario que los aparte definitivamente de la tentacióncristinista, que distrae a otros peronistas. El cuadernazo congeló la capturaque hacía hasta hace dos semanas el Instituto Patria, con el llamador de queCristina era la que mejor medía. El desprestigio por la ola de denuncias lavolvió a encapsular y creen los federales que es el momento de aprovecharlo. Elsector quedó herido por la última convocatoria del Senado, sin número paradecidir el desafuero de Cristina. Hay allí una pelea sorda de acusacionescruzadas. Para el Gobierno, el peronismo no aportó los senadores suficientespara tener el quórum. Los federales creen que Olivos hizo algo para restarnúmero, y eso explica la ausencia de Esteban Bullrich. “Cuando lo sacaron a DeVido de Diputados no faltó nadie de Cambiemos”, se queja Pichetto. “A veces enpolítica hay que estar solo”, se lamenta. Cree que el Gobierno pudo entenderque le convenía exhibir al peronismo pegado a Cristina una semana más. Eserazonamiento esconde la debilidad del bloque de Pichetto para sentar asenadores que estaban comprometidos. “Los gobernadores sacaron senadores,porque temen que el cristinismo de sus provincias tome represalias”, es lahipótesis para la ausencia de los federales de San Juan, Entre Ríos o Tierradel Fuego. El cristinismo aportó una señal desde Ezeiza, sobre el chubutenseAlfredo Luenzo, para restar el quórum. Otra indicación la hizo la secretariadel bloque cristinista, la ex senadora Virginia García, al entrar al recinto yconvencerlo a Pino Solanas de que saliese. Con eso se cayó la sesióndesaforante.